El regalo de los reyes magos

El regalo de los reyes magos El auge del relato corto en el siglo XX

Los primeros años del siglo XX son testigos de importantes avances tecnológicos, como la invención de la linotipia, que impulsan la tirada masiva de revistas y periódicos. Esto permite abaratar los costos de producción y facilita el acceso a la lectura en todo Estados Unidos. La nueva capacidad del mercado para satisfacer la demanda de un público más amplio favorece, a su vez, el auge del relato corto. Las audiencias se sienten atraídas por la forma concisa en la que esta narrativa evoca aspectos de la condición humana.

Escritores reconocidos como F. Scott Fitzgerald, Charles Dickens y Ernest Hemingway comienzan a publicar una gran variedad de cuentos en periódicos y revistas literarias. La escritura de O. Henry, en particular, prospera en este nuevo contexto editorial: llega a escribir un cuento por semana para la edición dominical del New York World durante la década de 1900. A lo largo de su vida, redacta cientos de relatos, consolidando así la vigencia y el atractivo del género para el público lector.

La popularidad del cuento corto coincide con el auge del modernismo, un movimiento que desafía las convenciones artísticas clásicas y tradicionales. Sin embargo, la influencia cultural del modernismo no impacta por igual a todos los cultivadores del género. Algunos, como Hemingway, se suman a esta corriente, experimentando con la forma y el contenido del cuento, explorando temas pesimistas o transgresores, recurriendo a la intertextualidad y a estructuras narrativas sin una trama clara o lineal. Otros, como O. Henry, se mantienen al margen del modernismo y optan por estructuras más convencionales, personajes comunes y descripciones sentimentales de la vida cotidiana. Su cuento más famoso, "El regalo de los Reyes Magos", con su trama tradicional, la idealización del vínculo matrimonial entre Delia y Jim y la representación de su modesta vida diaria, es un claro ejemplo de su rechazo a los principios modernistas.

Tanto los cuentos convencionales como los modernistas florecen comercialmente gracias a la creciente circulación de publicaciones literarias. Esa capacidad del cuento corto para adaptarse a distintas corrientes literarias es, precisamente, lo que lo mantiene vigente y atractivo hasta el día de hoy.

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