En Los santos inocentes, el señorito Iván enmarca la voluntad de Nieves de hacer la Comunión en el contexto social que desencadena el Concilio Vaticano II. Esta referencia permite contextualizar los acontecimientos narrados en la novela en la década de 1960, en la medida en que no hay especificaciones temporales explícitas.
El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica, anunciado por el papa Juan XXIII en 1959 e inaugurado en 1962. Un concilio ecuménico es una asamblea a la que se convoca a todos los obispos cristianos para discutir cuestiones en torno a la doctrina, pautas de moralidad y otras cuestiones relacionadas con la política eclesiástica.
Entre 1869 y 1870 se había realizado el Concilio I, que se proponía encarar varias reformas doctrinales, en respuesta a los desafíos de la época, atravesada por el racionalismo y el liberalismo. Sin embargo, este concilio quedó suspendido por el estallido de la guerra franco-prusiana. Por lo tanto, quedaron sin resolver muchos asuntos que para ese entonces ya quedaban obsoletos, pues se habían fijado en el concilio previo, en el siglo XVI.
Por eso, a finales del siglo XIX y a comienzos del XX surgieron muchos movimientos preocupados por renovar la institución. Algunas de las reformas que defendían eran reformular la estricta estructura jerárquica de la Iglesia y flexibilizar la liturgia para hacerla más participativa y accesible a más personas.
En 1959, el Papa Juan XXIII convocó al Concilio Vaticano II, que desencadenó la mayor revolución experimentada por la Iglesia desde la Contrarreforma. Los efectos de esa renovación implicaron un mayor acercamiento de la Iglesia católica al mundo.
Esto es, efectivamente, lo que el señorito Iván parece identificar en la aspiración de Nieves: la Iglesia ha dejado de ser un asunto de unos pocos y se acerca al pueblo. Para Iván y los miembros de su clase, eso significa una amenaza, puesto que las clases bajas comienzan a reclamar derechos que hasta entonces les estaban vedados.