Resumen
La voz poética afirma que todavía se atreve a amar algunos elementos que percibe con su mirada. A continuación afirma que, si perdió todo, fue precisamente a causa de su mirada.
Análisis
Este es un poema que se relaciona estrechamente con el ya analizado “Presencia”. Si en este último la voz poética afirmaba que ella quedaba atrapada en las cosas a través de su mirada, y que solamente podía salir a través de la voz de otra persona, en “Mendiga voz” queda más claro a qué se refiere con perderse a través de su mirada. Además, ya no tiene, aquí, a esa otra persona que la rescate.
Esa soledad amorosa en relación a otro es lo primero que aparece en este poema: “Y aún me atrevo a amar/ el sonido de la luz en una hora muerta/ el color del tiempo en un muro abandonado” (p.206). El primer verso del poema, a través de la palabra “aún”, demuestra que la voz poética está cansada, sin ánimo, como si la vida le hubiese quitado energía ya sea para amar, ya sea para vivir en general. Es una “mendiga voz” porque, desde ese lugar de desánimo, de no tener nada que la motive, no poetiza sobre las grandes cosas de la vida, sino que, como un mendigo que no tiene nada, se conforma con los restos. Ama “el sonido de la luz”, “el color del tiempo”.
En la segunda estrofa, la voz poética afirma: “En mi mirada lo he perdido todo/ Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay” (p.206). Como si fuera un pintor que se volvió loco pintando y se olvidó de todo, la voz poética se perdió con su mirada en la fascinación por las cosas que, como dice en “Presencia”, la atraparon y le quitaron todo, incluso la sensación de ser ella misma. El último verso del poema remite al título: la voz mendiga sabe que pedir le queda lejos, ya que ella está alejada de la realidad, y que es fácil saber que no hay, ya que su soledad es obvia.