Seis personajes en busca de un autor es una de las obras más aclamadas -tanto por la crítica como por el público- del prolífico autor italiano Luigi Pirandello. Esta valoración se explica tanto por los temas que incorpora como por su carácter rupturista respecto a los procedimientos y estilos de la tradición dramática en -y contra- la que surge. La incorporación del público como un elemento más de la escena, la tematización de la realidad dramática, los cuestionamientos filosóficos desarrollados en la obra y la centralidad de los dispositivos teatrales, no en función de producir una ilusión realista en el espectador sino, por el contrario, con el objeto de evidenciar el carácter artificial del teatro, son algunas de las innovaciones que vuelven tan celebrada su obra.
Cabe mencionar, sin embargo, que el carácter vanguardista de esta obra de Pirandello no fue tan bien recibido en el momento de su estreno, en 1921. Lejos de eso, la falta de aceptación de la misma llegó al punto de la violencia física en el teatro una vez finalizada la función. Con el correr de los años, no obstante, estas innovaciones fueron retomadas y llegaron incluso a influir en forma contundente en la consolidación del teatro moderno del siglo XX. De hecho, gran parte de la crítica coincide en que su aparición determinó de modo decisivo el surgimiento del llamado "Teatro del absurdo", corriente dramática que tiene como exponentes figuras fundamentales del canon literario occidental, como Samuel Becket y Jean Genet.
Pirandello escribe esta obra en un momento histórico caracterizado por el fin de la Primera Guerra Mundial. En este período de entreguerras, los fundamentos filosóficos que habían sostenido las grandes corrientes del pensamiento occidental comienzan a ponerse en duda. Las atrocidades de la guerra evidencian la incapacidad de la figura del Estado moderno para sostener la paz social y la colaboración en la escena internacional. Al mismo tiempo, el uso desmedido de la tecnología armamentista pone en duda los beneficios humanitarios de la misma. Ambos aspectos, de hecho, no harán sino pronunciarse con la llegada de la Segunda Guerra Mundial.
En el ámbito de la filosofía, se produce el rechazo de Dios como principio teleológico, es decir, como uno de los principios fundamentales con los que la humanidad explicaba su existencia terrenal y del cual derivó sus códigos morales hasta finales del siglo anterior.
Por otro lado, el positivismo, una de las corrientes científicas predominantes durante el siglo XIX, cuya postulación principal es que todo fenómeno puede ser comprobado y descrito en forma objetiva, comienza a perder adeptos entre los científicos. Frente a esta corriente, el científico Albert Einstein presenta su Teoría de la Relatividad, en la que sostiene que cualquier observación de los fenómenos es relativa y depende de la posición, el movimiento y el punto de vista del observador.
Más aún, la conceptualización de la noción del inconsciente en la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud pone en duda el lugar de la razón humana como garante del conocimiento del mundo y de sí mismo, al tiempo que cuestiona la posibilidad de que las personas tengamos un completo control de nuestras acciones y pensamientos.
En el ámbito artístico, por último, se empieza a problematizar la función representativa del arte. Es el momento de la emergencia de las llamadas vanguardias históricas, movimientos artísticos como el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, entre otros. Estas corrientes influenciadas por los movimientos políticos y filosóficos rompen con las tradiciones y funciones que caracterizaron el arte históricamente.
En este contexto -e influenciado por todos estos cambios de paradigma-, Pirandello escribe Seis personajes en busca de un autor, abandonando su orientación más realista y abocándose a temas filosóficos y psicológicos. Este drama, de hecho, da inicio a lo que Pirandello bautiza bajo el nombre de "Teatro del grotesco": un conjunto de obras en las que recurre al humor y al absurdo para cuestionar el sentido de la existencia, los límites que separan la realidad de la fantasía, la función del arte y el lugar del hombre en la sociedad, entre otras cuestiones.
Tal como destaca Romano Luperini: “Pirandello no busca un arte que reconcilie el hombre con la vida o que pretenda destilar su esencia profunda y oculta, sino que tiende a un arte de la discordancia y la contradicción, consciente de que la realidad es irreductible a un sentido último” (17). En otras palabras: su obra no tiene objetivos pedagógicos ni pretende recuperar ninguna verdad esencial, sino que refleja la falta de sentido propia del período de entreguerras desde el que escribe. Esto explica el comportamiento de sus personajes, quienes, lejos de conciliar, se contradicen y niegan mutuamente. También su contexto puede explicar, en buena medida, el hecho de que sus historias no finalicen con un mensaje aleccionador, sino que se interrumpan en forma imprevista y desconcertante.
Tal como mencionamos, el carácter rupturista de Seis personajes en busca de un autor le ocasionó a Pirandello grandes conflictos con el público y la crítica en el momento de su estreno: lo trataron de demasiado intelectual y artificial y, a sus personajes, de ser injustificadamente introspectivos, sensibles y críticos. Las críticas recibidas luego del estreno de la obra en 1921 lo impulsaron, años después, a escribir el “Prefacio” a la segunda publicación, impresa de 1925. Debido a la importante consideración sobre este texto que tienen los especialistas de Pirandello, sumamos en la presente guía de estudio tanto el resumen como el análisis del mismo.
Cabe mencionar, por último, que esta comedia de Pirandello “no tiene actos ni escenas” (101), pero puede dividirse en tres partes a partir de dos interrupciones que presenta la representación: primero cuando “se retiren el Director y el primer Personaje para acordar la trama” y luego cuando, “por error, el Tramoyista baje el telón” (101). Para un análisis más exhaustivo de la obra, hemos optado por dividir cada una de esas secciones en dos.