Seis personajes en busca de autor

Seis personajes en busca de autor Citas y Análisis

¡Ridículo, ridículo! ¿Qué quiere que yo le haga si no nos llega de Francia ni una sola comedia en condiciones, y estamos condenados a poner en escena comedias de Pirandello, que a ver quién las entiende, que parecen hechas aposta para que ni actores ni crítica ni público se den por satisfechos?

El Director (Primera Parte, p.106)

Al comenzar la obra, el Primer Actor se resiste a utilizar el vestuario para el ensayo que están por interpretar (El juego de los papeles), lo que provoca el enojo del Director, quien le replica con el pasaje citado.

La cita es relevante por dos motivos: primero, porque establece una ironía dramática basada en el hecho de que, mientras los personajes se quejan de la obra de Pirandello que tienen que ensayar, nosotros, los espectadores, sabemos que estamos ante otra producción del autor, Seis personajes en busca de autor, información que ellos desconocen. Por otro lado, el hecho de que se introduzca la escena teatral contemporánea a Pirandello mediante los diálogos, sumado al hecho de que se escenifique una instancia de ensayo, pone en relevancia, desde el inicio, la importancia del tema del teatro en la obra.

Este segundo aspecto se realza cuando consideramos el modo en que está escenificado el lugar: “Los espectadores, al entrar al espacio de butacas, verán levantado el telón y el escenario tal como está de día (...) de modo que reciban la impresión de encontrarse ante un espectáculo que no ha sido preparado” (102).

DIRECTOR. ¡Váyanse ya, por favor! Tenemos poco tiempo como para perderlo con locos.

PADRE. (Dolido pero melifluo.) Pero usted sabe bien que la vida está llena de infinitas cosas absurdas, descaradamente absurdas, que ni siquiera tienen necesidad de parecer verosímiles porque son verdad.

DIRECTOR. Pero ¿qué dice usted, hombre?

PADRE. Digo que lo que realmente puede considerarse una locura es esforzarse en hacer lo contrario: es decir, crear locuras verosímiles para que parezcan verdaderas. Y permítame hacerle notar que la locura es, en todo caso, la única razón de una profesión como la suya. (Los actores se revuelven, irritados.)

DIRECTOR. (Levantándose y mirándolo fijamente.) ¿Así que la nuestra le parece una profesión propia de locos?

PADRE. ¡Dígame usted! ¡Hacer que parezca verdad lo que no lo es!

El Director y el Padre (Primera Parte, p.110)

Luego de la interrupción del ensayo debido a la intromisión de los seis personajes, el Director y el Padre tienen esta discusión en la que el primero desconfía de la realidad fantástica de la familia por considerarlo una locura. En ese momento, el Padre lo refuta con estas palabras, diciendo que la vida está llena de cosas sin sentido y que, sin embargo, nadie duda de ellas, y que el teatro se basa, justamente, en representar como realidad aquello que no lo es.

Esta cita presenta varios elementos que se vinculan en forma estrecha con el tema de la imposibilidad de aprehender un sentido universal: primero, la referencia a la locura remite a la idea de la pérdida del sentido o la pérdida de la razón. En segunda instancia, al aludir a lo inverosímil de la realidad, el Padre también da cuenta de un momento histórico en el que ya no es posible afirmar sencillamente la coherencia del mundo. Por último, la referencia al teatro -bien podríamos decir: al arte- como una disciplina que busca generar un efecto de realidad se vincula a otra de las preocupaciones de Pirandello: la idea de que el arte construye sentido en un mundo que, por o cambiante y caótico, ya lo ha perdido. Para más información, ver el tema “La imposibilidad de un sentido universal”.

¡No ha de morir! Morirá el hombre, instrumento de la creación; pero no ha de morir su criatura. Y ni siquiera es necesario que posea dotes extraordinarias, o que realice prodigios, para vivir eternamente ¿Quién era Sancho Panza? ¿Quién era don Abbondio? Y viven eternamente sin embargo: porque, vivas semillas, tuvieron la fortuna de hallar una matriz fecunda, una fantasía que supo alimentarlos y hacerlos crecer, darles vida eterna.

El Padre (Primera Parte, pp.112-113)

Mientras discute con el Director, el Padre le explica la tragedia a la que él y su familia se han visto condenados desde el momento en que su autor decidió no llevarlos a la escritura. Para ello, utiliza esta metáfora en la que muestra a los personajes literarios como elementos orgánicos de la naturaleza que solo precisan de la atención y el cuidado para vivir; una imagen que ya había utilizado antes al decir que “se nace a la vida bajo formas muy diversas: árbol o piedra, agua o mariposa… o mujer ¡Y que también se puede nacer personaje!” (p.111).

Con esta obra, Pirandello busca desnaturalizar el origen de estos seres de la fantasía al preguntarse por su existencia cuando la obra se termina de crear: un día, los personajes se pueden presentar en la imaginación del autor, con una independencia que supera incluso su decisión, y reclamar una historia que les dé existencia. Sin embargo, pese a que su nacimiento pueda asemejarse al nuestro, no sucede así con su existencia, ya que están destinados una vida de eternidad y fijeza. Sobre esto, el crítico Osvaldo Lopez Chuhurra observa: “El nacimiento y el destino de los personajes teatrales en nada difieren de aquellos que cumple la estatua. Lanzados al mundo, reviven cada noche sus angustias y sus alegrías. Nunca abandonan su condición de formas fijadas en el tiempo, que resisten al tiempo; mientras la existencia se cumple a medida que deja de ser, la criatura creada vive porque es permanencia” (529).

Cabe mencionar que, al darle al personaje un origen orgánico, Pirandello cuestiona las distintas apropiaciones que hacen de su figura los autores, actores, directores y, finalmente, la crítica y el público. Así, al tratarlos como ‘seres vivos’, les otorga una existencia que excede no solo su capacidad, en tanto autor, de someterlos, sino también su propia existencia en términos temporales, ya que el personaje -en tanto producto literario- es eterno y siempre sobrevive a su autor.

Aquí reside todo el error, en las palabras. Cada uno de nosotros posee dentro de sí un mundo de objetos, su mundo. Pero, ¿cómo podremos entendernos si en las palabras que yo pronuncio encierro el sentido y el valor de las cosas tal como son dentro de mí, mientras quien las escucha las asume inevitablemente con el sentido y el valor que tienen para él, que tienen en su mundo? Creemos entendernos, nunca nos entendemos. Mire: mi piedad, toda mi piedad por esta mujer (señala a la Madre) ha sido asumida por ella como la crueldad más feroz.

El Padre (Primera Parte, p.119)

El tema de la incomunicación o la incapacidad del lenguaje para transmitir sentido se presenta en este pasaje mientras el Padre discute con la Hijastra acerca de la situación incestuosa que casi viven en el negocio de Madama Pace. En ese momento, la Hijastra señala con cuánta ansiedad espera interpretar la escena para dejar al descubierto las vergüenzas del Padre. Este, por su parte, intenta justificarse con las palabras citadas para “dar las oportunas explicaciones” (119). Mientras tanto, el Director se queja de que no es mediante palabras que se transmiten los acontecimientos en el teatro.

Pese a que el pasaje citado parece una justificación por parte del Padre para desligarse de su responsabilidad frente a lo acontecido en lo de Madama Pace, lo cierto es que la mención a la incapacidad del lenguaje para la comunicación y el entendimiento mutuo es un tema reiterado a lo largo de la obra. En el Prefacio, Pirandello alude a este tema cuando menciona “el engaño de la comprensión recíproca basado irremediablemente en la vacía abstracción de las palabras” (88). Es decir, se refiere a las palabras como recipientes vacíos con los que creemos transmitir lo que sucede en nuestro interior, aunque nos engañamos al hacerlo. En este punto, el tema de la incomunicación se vincula también con el de la imposibilidad del sentido.

Cada uno de nosotros se cree uno, sin que ello sea verdad; porque cada uno de nosotros es muchos, sí señor, muchos, dependiendo de todas las posibilidad de ser que llevamos dentro: uno con éste, uno con aquél; ¡y tan distintos! E imaginamos, sin embargo, que siempre somos el mismo para todos, y siempre el mismo que nosotros creemos ser en cada uno de nuestros actos. ¡Y no es verdad, no es verdad!

El Padre (Primera Parte, p.127)

Este pasaje tiene lugar mientras el Padre le cuenta al Director la escena que tuvieron junto a la Hijastra en el negocio de Madama Pace, cuando casi se consuma el incesto entre ambos. El Padre dice, para excusarse por el hecho de que la Hijastra lo tenga por un pervertido, que esa es solo una faceta de él, una entre otras tantas personalidades. Según él, la joven lo encontró “en unas circunstancias donde no debía y como no debía”, y lo juzga como si toda su “existencia se viera consumada en ese hecho” (127).

Nuevamente, más allá de que el Padre -el más hábil de todos los personajes en el uso de la palabra- profiera esto como una forma de justificación, en este pasaje se resume la posición de Pirandello respecto al tema de la crisis de identidad, tal cual fue desarrollado en la sección Temas. La crisis de la identidad, en este punto, se vincula también al tema de la imposibilidad de aprehender un sentido: es tal la falta de certeza en la que se encuentra la subjetividad moderna de principios de siglo XX, que el significado de la propia identidad se pone en duda.

Al margen de la apariencia, será en todo caso su representación de mí lo que se verá, tal como él siente que soy yo, si es que lo siente, pero nunca se me verá como yo en mi interior me siento.

El Padre (Segunda Parte, p.138)

En este pasaje, en el que el Padre manifiesta preocupación por el modo en que el Primer Actor va a interpretar su historia, se reúnen varios de los temas principales de Pirandello: por un lado, aparece el problema de la representación escénica vinculado a la idea de la incomunicación, de la dificultad de expresar -aunque sea en forma artística- los sentimientos, pensamientos y emociones que atraviesan al otro. Es decir, se plantea un quiebre entre la interioridad y la exterioridad, una imposibilidad de dar cuenta de lo interno.

En este sentido, el tema de la incomunicación se imbrica aquí con el de la tensión entre la vida cambiante y el arte fijo: a través del Padre, Pirandello expresa su posición respecto a la incapacidad de la interpretación escénica -en otras palabras: el arte- de imitar la vida interior y subjetiva en forma completa.

Finalmente, y en relación a ambos temas, se nos presenta aquí el problema del desdoblamiento de la identidad, producto del contraste entre lo que uno es y siente interiormente y la percepción o las expectativas del otro.

¡Por favor! ¿Quieren que se malogre, en nombre de una verdad vulgar, de hecho, este prodigio de una realidad que nace, evocada, atraída, formada por la propia escena, y que tiene mucho más derecho que ustedes a estar viva aquí, porque es mucho más verdadera? ¿Quién de ustedes encarnará a Madama Pace? Pues ténganlo en cuenta: Madama Pace es la que ven ahí. No podrán menos de reconocer que la actriz que la encarne no será tan auténtica, pues quien tienen ante ustedes es ella en persona. Fíjense: mi hija la ha reconocido y se le ha acercado inmediatamente. ¡No se pierdan la escena!

El Padre (Segunda Parte, p.141)

Mientras se preparan para interpretar la escena del incesto, el Director advierte la ausencia de Madama Pace, personaje fundamental para el desarrollo de los acontecimientos. En ese momento, el Padre solicita a las mujeres presentes que le presten un momento sus sombreros para decorar el ambiente de un modo similar al negocio de la proxeneta. Considera que si el espacio se le hace familiar, Madama Pace se sentirá atraída hacia la escena. En efecto, luego de colgar los sombreros y cambiar unos detalles de la ambientación, la mujer aparece como por “brujería” (140).

La relevancia de esta cita se debe a que pone de manifiesto el tema de la oposición entre la realidad y la ilusión, al tiempo que trae a colación el problema del origen y la pertenencia del personaje literario. En el primer caso, el hecho de que el Padre rechace la posibilidad de que una actriz logre ser tan auténtica como la propia Madama Pace invierte la jerarquía entre lo real y la ilusión: Madama Pace, aún en su condición de ser ficcional, “es mucho más verdadera” que todo el elenco de actores y actrices.

En cuanto al origen y la pertenencia de los personajes, Pirandello afirma en el Prefacio que la aparición de imprevisto de Madama Pace responde a una necesidad de la obra: “Un drama imaginado requiere un personaje que haga o que diga una cosa necesaria: nace el personaje, ahí está, tal como debe ser” (96). Lo que intenta explicar, en este sentido, es la existencia misma y el origen de estos seres de la literatura: lejos de ser propiedad de su autor, su existencia lo excede, se produce obligada por la trama de la historia.

No, ahora sucede, sucede siempre. ¡Mi tormento no es falso, señor! Yo estoy viva y presente en cada instante de ese tormento mío, siempre, un tormento que se renueva siempre, presente y vivo. ¿A que no ha oído hablar a esas dos criaturitas? ¡Ya no pueden hablar! Si se aferran aún a mí es para hacerme presente y vivo mi tormento. ¡Pero ellos, ellos ya no existen, no existen! Y ella (señala a la Hijastra), ella se me escapó, huyó de mí, y se ha perdido, se ha perdido…

La Madre (Segunda Parte, p.153)

El Padre y la Hijastra están por representar la escena del incesto cuando la Madre se aparece implorándole al Director que los detenga. En ese momento, el Director le pregunta el motivo de su desesperación, considerando que todo lo que puede pasar ya ha sucedido. La Madre le responde con este pasaje, uno de los que mejor y más angustiosamente ilustra la tensión entre la vida cambiante y el arte fijo, eterno.

La Madre sufre por lo sucedido con sus hijos con un dolor que se renueva una y otra vez como si fuera la primera, porque su existencia como personaje -esto es, como elemento del arte y la fantasía- es eterna, no envejece. Aquí explica, también, el motivo del silencio de los infantes: ambos permanecen como presencias inertes debido a que su existencia se encuentra ya atravesada por el destino de su muerte; están, pero ‘ya no existen’. Lo mismo sucede con la Hijastra y su huida. El lamento de la Madre, dice Pirandello en el Prefacio, se oye “vivo y nuevo cada vez, así nacido de repente y para siempre, embalsamado vivo en su forma incorruptible” (95-96).

Sólo quiero hacerle ver que si nosotros no poseemos otra realidad más allá de la ilusión, no estaría de más que usted también desconfiara de su propia realidad, de la que hoy respira y palpa en sí mismo, porque, al igual que la de ayer, está destinada a revelársele mañana como ilusión.

El Padre (Tercera Parte, p.159)

En este fragmento se vuelve a poner en foco el tema de la realidad versus la ilusión, nuevamente en relación a la distinción entre las categorías de personaje y persona. Antes de producirse este diálogo, la Primera Actriz se queja de que la falta de presupuesto les haya dificultado acceder a una escenografía que colabore en la ‘ilusión dramática’ de la obra. La expresión afecta sobremanera al Padre, quien sostiene que, aunque su vida le parezca a los actores una ilusión, para los personajes es su única realidad. De ahí que el término resulte ofensivo.

Más adelante, desarrolla su posición frente al tema: para las personas, lo que en su momento parece la realidad -como lo son sus deseos y sentimientos- años después se presenta como una ilusión. Debido a eso, bien se podría afirmar que la realidad de los personajes es más real que la de las personas, ya que al menos se mantiene siempre igual.

En este punto, nos encontramos también ante la presencia del tema de la crisis de la identidad o la identidad múltiple, esta vez en relación a los cambios subjetivos que las personas podemos atravesar a lo largo de nuestra vida. En otras palabras, la posibilidad de una identidad única se encuentra vedada desde el momento en que nuestros deseos, expectativas y formas de concebir el mundo -todos elementos que nos definen en términos psíquicos- cambian constantemente con el correr del tiempo. El tema de la crisis de la identidad, como vemos, se vincula también al de la imposibilidad de aprehender un sentido universal, debido a que pone en duda la propia capacidad humana de identificar lo real en sí y en el mundo.

Por último, el pasaje pone de manifiesto la posición de Pirandello respecto a la tensión entre arte y vida: la vida es algo que nunca puede comprenderse por completo debido a sus constantes cambios y transformaciones. El arte, por su parte, nunca llegará a representarla porque -al igual que los personajes- se mantiene idéntica a sí misma, fija.

¿Qué significa toda esta locura? ¡Les da igual hacer pública su vergüenza, nuestra vergüenza! ¡Pues yo a eso no me presto! ¡Y hago mía la voluntad de quien se negó a convertir nuestra vida en un espectáculo!

El Hijo (Tercera Parte, p.167)

En este pasaje se evidencia la resistencia del Hijo a exponer públicamente el drama familiar de los personajes. Antes de este diálogo, el Director y la Madre insisten con representar una escena en la habitación para que la mujer se justifique ante el Hijo por haberlo abandonado al irse con el secretario.

La relevancia de esta cita reside en el hecho de que pone en primer plano el tema de la tragedia familiar, historia a la que accedemos a lo largo de la obra solo a partir de lo contado por el Padre, la Hijastra y la Madre. En este sentido, vale la pena mencionar que -tal como afirma Romano Luperini- Seis personajes en busca de autor permite dos niveles de lectura: por un lado, cuenta la historia trágica de una familia atravesada por la desgracia mientras que, por el otro, transmite las distintas reflexiones filosóficas y estéticas de Pirandello acerca de la crisis de la identidad, la imposibilidad de aprehender un sentido universal y el lugar del arte en la Modernidad, entre otros.

Por último, cabe dar cuenta del desenlace irónico que tiene esta escena, ya que es la propia resistencia del Hijo a reconciliarse con su madre lo que lleva a esta a descuidar al Muchacho y a la Niña. Lo irónico, en este punto, reside en que, pese a que el Hijo anuncie: “Nunca me han gustado los dramas” (167), sus acciones propician el momento más dramático de su familia: la muerte de ambos infantes. Más aún, es él mismo quien se encuentra con los cadáveres mientras huye de su madre hacia el jardín.

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