Pirandello desarrolla una concepción personal del humorismo en la primera década del siglo XX, entre la publicación de El difunto Mattia Pascal (1904) y la de su ensayo El humorismo (1908). Esta concepción, que él denomina poética del humorismo, expresa, tal como explica Romano Luperini, “la toma de conciencia pirandelliana de lo moderno en el plano literario” (14). Anteriormente, hemos analizado cómo la producción literaria de Pirandello responde en cierta forma a toda una serie de cambios sociales, políticos y filosóficos que sucedieron en Europa entre finales del siglo XIX y principios del XX. La explicación que ofrece Luperini se dirige, como veremos, en el mismo sentido.
En la Premisa segunda de El difunto Mattia Pascal, Pirandello vincula su concepción del humorismo al final del antropocentrismo, una concepción filosófica que pone al ser humano en el centro del universo y lo considera el fin absoluto de la creación. Para Pirandello, el fin del antropocentrismo tiene su causa más importante en los postulados teóricos de Nicolás Copérnico, un astrónomo polaco que, fiel a sus principios científicos, se opuso a la fuerza descomunal de la iglesia católica en el siglo XVI. El motivo de su enfrentamiento fue que pudo comprobar, con su teoría heliocéntrica, que la Tierra no era centro del universo, sino un planeta más que giraba en órbita alrededor del Sol.
Para Pirandello, este cambio en el modo de concebir el universo implica una pérdida de categoría del ser humano: provoca que el hombre deje ser la medida a través de la cual se mide la belleza, la ética y la filosofía, entre otros. En este sentido, la Teoría de la relatividad postulada por Albert Einstein -tal como desarrollamos en la sección Temas- tiene para Pirandello una relación de consecuencia con el pensamiento copernicano, en tanto desplaza al ser humano como un principio confiable para acceder al conocimiento. El hombre es, por el contrario, un elemento más dentro de los infinitos que hay en el cosmos, cuya complejidad y movimiento escapan a su compresión.
Ahora bien, Pirandello desarrolla en El humorismo que el fin del antropocentrismo hace posible la emergencia de otro tipo de personajes en el mundo literario, ajenos a la conceptualización del héroe clásico. Ya no es factible para él que existan personas perfectas y sin contradicciones, coherentes, con premisas indiscutibles acerca de la belleza, el valor, la verdad y la honradez. En su lugar, Pirandello construye personajes complejos, contradictorios e ineptos socialmente, pero que pueden, sin embargo, “dedicarse a una actitud humorística, es decir crítico-negativa y analítica, de descomposición de las ilusiones dominantes” (15).
Aquí reside justamente la distinción entre lo humorístico y lo cómico en la producción pirandelliana, distinción útil para pensar no solo el modo en que los protagonistas de Seis personajes en busca de autor operan, sino el total de la obra de Pirandello. Mientras lo cómico se agota en la búsqueda de la risa, “lo humorístico exige el recurso al concepto de la reflexión” (16). Los personajes de Pirandello, a diferencia de cualquier héroe trágico, son humorísticos porque encarnan la contradicción y la incoherencia. Observan el mundo y su propia vida en forma crítica, y son conscientes de lo relativo del conocimiento y de la pérdida de sentido en la que se encuentra el mundo moderno. En otras palabras, son conscientes de la imposibilidad de acceder a un conocimiento universal basándose en la capacidad humana y en la fe sobre la razón.