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¿Cuál es la relación entre la mujer y la naturaleza en el poemario?
La relación entre la mujer y la naturaleza es sumamente estrecha en toda la obra, al punto de que llegan a funcionar como sinónimos. La mujer, a través del uso de imágenes y metáforas, es igualada a diferentes elementos naturales como las colinas, el mar o una caracola. Puede ser arrasadora como el viento, taciturna como los pinos, o embriagarse en la pasión como una abeja en la miel. En otros poemas, incluso, se hace referencia a que ella nació directamente de las fuerzas naturales o, al revés, que ella misma es la que, como si fuera una diosa, creó los distintos elementos de la naturaleza.
Es importante marcar que esta igualación la hace el yo lírico y que la mujer, en este poemario, es siempre su amada. Al “transformar” a su amada en sinónimo de la naturaleza, el yo lírico puede poseerla como se posee lo natural: las frutas, las rosas o, incluso la misma tierra que él, como si fuera un labriego, trabaja. Sin embargo, la mujer, así como la naturaleza, se revela: tiene sus tempestades, que la vuelven salvaje; sus yedras, que invaden los espacios hasta asfixiar; sus tinieblas, imposibles de atravesar.
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¿Cómo es concebido el amor desde la perspectiva del yo lírico?
El amor es, desde el principio hasta el final, concebido como un sentimiento extremadamente fuerte. Cuando el yo lírico está junto a su amada, la felicidad, la pasión y el goce que siente lo desbordan. El problema que surge es que este desborde hace siempre brotar el miedo: el yo lírico no puede estar nunca en paz, ya que todo el tiempo, incluso en los momentos de mayor unión, teme que esa felicidad desaparezca.
Esto hace que el amor del yo lírico esté atravesado por el deseo de posesión. Para intentar asegurarse de que su amada no lo abandone y que la felicidad perdure, el yo lírico debe tener la certeza de que ella es de él, no solamente en el plano físico, sino también en el espiritual: necesita poseer su cuerpo y sus sentimientos. Al fracasar, y quedar abandonado, aparece la otra cara del amor: la desesperación extrema y el dolor absoluto que no le permiten hacer otra cosa más que pensar en ella y mantener su amor en el doloroso recuerdo de los tiempos que compartieron.
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¿Cómo aparece el tema de la soledad en el poemario?
El yo lírico y su amada son las únicas personas que aparecen en Veinte poemas de amor y una canción desesperada. No hay ninguna actividad humana excepto la de ellos dos. Todo lo que los rodea es naturaleza, y lo único que aparece relacionado con lo humano, más allá de ellos, son los barcos y el puerto. Sin embargo, en el puerto no hay hombres ni mujeres; solamente está el yo lírico. A la vez, esos barcos parecen navegar solos, sin tripulación.
En este mundo semi desierto, el yo lírico depende de estar junto a su amada para no estar sumergido en la total soledad. Por eso, cuando aparecen las rupturas y la distancia, el yo lírico es como un errante perdido en la naturaleza, que se mantiene acompañado únicamente por los recuerdos que tiene de ella. En el “Poema 8” hay un verso muy claro al respecto. El yo lírico no está junto a su amada y, sin embargo, exclama: “En mi tierra desierta eres la última rosa” (p.37). Sobre el final del poemario, la soledad se vuelve absoluta, justamente, porque el yo lírico comienza a olvidarla. Este olvido, que podría ser una cura para el dolor amoroso, es por lo tanto una condena definitiva.
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Mencione algún elemento simbólico que se repita en los distintos poemas y explique su importancia.
El mar está presente en muchos de los poemas de la obra y siempre funciona como un símbolo de la distancia entre el yo lírico y la amada. En algunos de estos poemas, los amantes están juntos, y el mar simboliza la imposibilidad del yo lírico de conectarse con ella, que se encuentra distante. Así sucede, por ejemplo, en el “Poema 7”, en el que él intenta llamar la atención de ella tirando sus redes de pescador a los ojos “oceánicos” de ella. Esos ojos oceánicos están distantes. En ese mismo poema, el yo lírico compara a su amada con el oleaje del mar que se acerca y se aleja, indiferente.
Por otro lado, en los poemas en los que el yo lírico y su amada están separados, el mar es la distancia física que ninguno puede atravesar para unirse con el otro, que está, siempre, detrás del horizonte. Al respecto, hay dos poemas (el “Poema 18” y “La canción desesperada”) en los que el yo lírico construye alegorías alrededor del símbolo del mar, sumando otros elementos: los barcos y el naufragio como símbolos del fracaso del acercamiento, y el puerto como símbolo de la soledad. Solamente en el “Poema 9” el yo lírico, como si fuera un navegante, logra llevar su barco a través del océano, atravesar la distancia y unirse físicamente con su amada.
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Explique la relación que hay entre el amor y la naturaleza en el “Poema 4”.
El “Poema 4” comienza con dos versos que, en principio, describen el escenario natural en el que se ubica el yo lírico: “Es la mañana llena de tempestad/ en el corazón del verano” (p.21). Sin embargo, en el segundo verso, a través de la metáfora “corazón del verano” (que hace referencia al momento de mayor calor de dicha estación) se puede empezar a vislumbrar la relación de la naturaleza con el amor, ya que el “corazón” es el símbolo universal de este último.
A continuación, el yo lírico describe cómo el viento mueve las nubes, y afirma que el “corazón del viento” está “latiendo sobre nuestro silencio enamorado” (p.21). Aquí, la relación entre naturaleza y amor es clara en dos sentidos: por un lado, los enamorados están en silencio dentro de un entorno natural; por el otro, la fuerza amorosa, simbolizada a través del corazón, está en la naturaleza y depende de ella.
Tanto es así que, a partir de la cuarta estrofa, el viento se desata y comienza a arrasar con todo lo que lo rodea, inclusive el amor de ellos: “Viento que lleva en rápido robo la hojarasca/ y desvía las flechas latientes de los pájaros” (p.21). Las flechas que laten, como un corazón, de los pájaros se relacionan con las flechas que Cupido lanza a los amantes en la mitología romana para afianzar el amor entre ellos. Aquí, el viento desvía esas flechas, alejando a los amantes.
El fracaso amoroso, surgido de las fuerzas naturales, se confirma en la última estrofa, en la que los besos de la amante quedan sumergidos y rotos en la tempestad del verano.