Resumen
El yo lírico comienza poetizando acerca de los encuentros eróticos que tuvo con su amada, y las historias que le contaba al llegar el crepúsculo para que ella no estuviera triste. Luego, recuerda un tiempo anterior en el que estaba sin ella, solo, en otro lugar. Recién entonces se refiere al presente, el momento en el que el amor de su amada se desvanece, pese a sus esfuerzos.
Análisis
Este poema está compuesto por cinco estrofas de métrica diversa y estilo libre, sin rima. El yo lírico es la única voz, y durante todo el poema le habla a su amada.
Durante el transcurso del poema, el yo lírico se refiere a su relación en tres tiempos verbales diferentes, y une cada uno de ellos con diferentes emociones y temas fundamentales de la obra.
En la primera estrofa, desarrollada en pretérito, el erotismo, la posesión y la naturaleza se unen, como se ve en los dos primeros versos: “He ido marcando con cruces de fuego/ el atlas blanco de tu cuerpo” (p.57). La segunda estrofa, desarrollada también en pretérito, se complementa a la primera poniendo el foco en el placer de los amantes más allá de lo sexual; concretamente, compartiendo el crepúsculo a través de las palabras de él: “Historias que contarte a la orilla del crepúsculo/ muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste” (p.57). Es importante destacar la repetición del término “triste”, que define el carácter de la amada y pone al yo lírico en el lugar de quien debe distraerla con sus historias para que ella no caiga en la tristeza.
Desde allí, el yo lírico se traslada a un pasado anterior, desarrollado en la tercera estrofa, y recuerda su soledad cuando estaba lejos de ella: “Acorralado entre el mar y la tristeza/ callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles” (p.57). El mar, como en toda la obra, simboliza la distancia que separa al yo lírico de su amada; una distancia imposible de atravesar, como lo demuestra la metáfora de los gondoleros inmóviles que no permiten que la embarcación del yo avance.
En la cuarta estrofa, irrumpe el tiempo presente. Luego de recordar la felicidad de la relación y la crudeza de la soledad, el yo lírico aborda el momento actual de los amantes: “Entre los labios y la voz, algo se va muriendo/ Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido” (p.58). El silencio se impone como amenaza (ver "El silencio" en la sección "Temas" de esta misma guía). Así como, en la segunda estrofa, las historias que él le contaba a su amada eran fundamentales para que ella no cayera en la tristeza, aquí aparece la imposibilidad de él de mantener esa vitalidad y, por lo tanto, la vitalidad del amor.
Sin embargo, cuando parece que todo está perdido, el yo lírico encuentra la alegría en sus palabras: “Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces/ algo canta, algo sube hasta mi ávida boca/ Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría” (p.58). Es como si las palabras del yo lírico tuvieran un poder mágico que mantiene viva a su amada. A la inversa de lo que sucede en el “Poema 5”, en el que el yo lírico no tiene palabras propias para comunicarse con ella, aquí son sus palabras lo único que pueden mantener ese contacto.
Sobre el final del poema, se ve el fracaso del yo lírico, que no logró encontrar la vitalidad y la pasión de la amada: “Triste ternura mía, qué te haces de repente?/ Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío/ mi corazón se cierra como una flor nocturna” (p.58). Las flores nocturnas se cierran cuando el sol no está en el cielo. En este caso, el sol simboliza esa vitalidad y esa pasión de la amada que se ausentan pese a los esfuerzos del yo lírico, cerrando su corazón, es decir, dejándolo solo.