Resumen
El yo lírico comienza afirmando, con certeza y felicidad, la unión armónica entre él y su amada, en la que él es todo lo que necesita ella y ella es todo lo que necesita él. Sin embargo, a partir de la tercera estrofa, esa certeza del yo lírico se va desvaneciendo al afirmar que hay una parte de su amada a la que él no puede acceder y, por lo tanto, amenaza la plenitud del amor.
Análisis
Este poema está compuesto por cuatro estrofas de cuatro versos con estilo libre. Solo hay rima en las primeras dos estrofas. El yo lírico es la única voz, y durante todo el poema le habla a su amada.
Ya desde los primeros versos, el tema de la posesión en relación con el amor (ver sección "Temas" de esta misma guía) aparece con claridad: “Para mi corazón basta tu pecho/ para tu libertad bastan mis alas” (p.53). Ella es lo único que necesita el yo lírico para poder satisfacer sus necesidades amorosas, y él es lo único que ella necesita para ser libre. Es como si fuera una suerte de intercambio, en el que cada uno le da al otro lo que el otro necesita. Lo interesante aquí, lo que desata luego el conflicto del poema, es que es él quien afirma que esto es así y, como se verá después, no hay correspondencia en este “trato”.
En la segunda estrofa se describe la felicidad del yo lírico a través de imágenes que muestran a la amada, efectivamente, como aquella que le brinda a él toda la plenitud que su “corazón” necesita: “Es en ti la ilusión de cada día/ Llegas como el rocío a las corolas” (p.53).
Sin embargo, el poema cambia de tono a partir de la tercera estrofa, en la que aparece la imposibilidad del yo lírico de darle esa misma plenitud a su amada: “He dicho que cantabas en el viento/ como los pinos y como los mástiles/ Como ellos eres alta y taciturna/ Y entristeces de pronto, como un viaje” (p.53). Si, como dice la primera estrofa, ella alcanza para que él sea feliz brindándole su amor, vemos que a ella no le alcanza la libertad que le brinda él para sentir felicidad plena. Aparece en ella, de pronto, un vacío que él no comprende y al que no puede acceder.
Esto se refuerza en la última estrofa: “Te pueblan ecos y voces nostálgicas/ Yo desperté y a veces emigran y huyen/ pájaros dormidos en tu alma” (p.54). El yo lírico no puede consolar esa nostalgia que proviene del pasado, metaforizado por los ecos. La libertad que, supuestamente, le brinda él a ella, y que es lo único que ella necesita, no alcanza. Los pájaros dormidos, que simbolizan sentimientos ocultos dentro de la amada (ocultos tanto para él como para ella), huyen. Es decir, no tienen libertad, sino que están encerrados y deben escapar de esa relación para revivir.
Se puede concluir que el amor posesivo del yo lírico no le brinda a ella lo que ella necesita, sino que la encierra en un “trato” hecho solamente por él y que lo satisface solamente a él.