Como se ha visto en toda esta guía, la naturaleza es un tema fundamental en Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pero, más allá de este poemario, la naturaleza ha estado presente como un tema fundamental en toda la obra de Pablo Neruda. ¿Por qué? ¿Qué quiere expresar el autor en esa recurrencia al mundo natural? ¿Qué busca en la naturaleza?
En su artículo “Recado sobre Neruda”, Gabriela Mistral, poeta chilena contemporánea de Neruda y ganadora también del Premio Nobel, afirma: “Ahora digamos la buena palabra: americanidad. Neruda recuerda constantemente a Whitman mucho más que por su verso de vértebras desmedidas por un resuello largo y un desenfado de hombre americano sin trabas ni atajos”.
La “americanidad”, mencionada aquí por Mistral, es la búsqueda de lo autóctono del continente. Mistral compara a Neruda con Walt Whitman, poeta estadounidense que con su obra Hojas de hierba (1855) describió su tierra en detalle, exaltando su naturaleza a través de un lenguaje propio y de un estilo heredado de otro autor estadounidense: Ralph Waldo Emerson. De ese modo, Whitman construye lo americano estadounidense evitando utilizar el simbolismo, que era la corriente que dominaba la poesía europea. Es decir, describe su país, su continente, con un lenguaje que surge de su propia naturaleza.
Del mismo modo que Whitman, Neruda, luego de publicar Crepusculario, en el que la influencia del modernismo europeo es importante, busca la americanidad en la naturaleza chilena, y la describe utilizando un lenguaje simple, sin la complejidad de las vanguardias europeas. Gabriel Mistral, quien en su poesía también le da un papel fundamental a la naturaleza, utiliza una metáfora natural para describir la obra de Neruda: “La americanidad se resuelve en esta obra en vigor suelto, en audacia dichosa y ácida fertilidad. Lo que de fértil tiene el ácido de la frondosa vegetación del sur chileno. Su poesía es como un árbol adosado de lianas y musgos”.
En esta línea, no es menor que el Premio Nobel se le haya otorgado por haber desarrollado una obra poética que dio vida a los “sueños del continente”. Sin embargo, en el discurso de Neruda al recibir dicho premio, el poeta brinda una perspectiva más amplia respecto al uso de la naturaleza, y no solo relacionada con la búsqueda de lo autóctono. Tras narrar una jornada en la que se internó junto a un grupo de campesinos en la naturaleza salvaje, dice: “En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me fueron dadas las aportaciones de la tierra y el alma. Y pienso que la poesía es una acción pasajera o solemne en que entran por parejas medidas la soledad y la solidaridad, el sentimiento y la acción, la intimidad de uno mismo, la intimidad del hombre y la secreta revelación de la naturaleza”.
Es decir, más allá de su búsqueda de lo autóctono, para Neruda la naturaleza es la materia prima que le brinda los elementos al hombre para descubrirse a sí mismo. Es la fuente donde se encuentra la revelación. En este mismo discurso, Neruda afirma que “el poeta no es un pequeño dios”. Esta afirmación discute con un verso de otro poeta chileno, Vicente Huidobro, quien en su poema “Arte poética” afirma exactamente lo contrario: “El poeta es un pequeño dios”. Para Huidobro, la esencia de la poesía está en el interior del poeta, es él quien crea el universo a partir de su propia genialidad. A esto se opone Neruda al afirmar lo contrario. El poeta no es un pequeño dios que crea el universo, sino que es una especie de intérprete del universo y su naturaleza. Es ella la que brinda la materia poética al poeta. La naturaleza es el verdadero dios que crea.
Por otro lado, si bien es importante tener en claro que la biografía de un autor no explica su obra, sí es relevante en este análisis tenerla en cuenta como un elemento más a la hora de pensar la unión entre Neruda y la naturaleza. Pablo Neruda nació en Puerto Saavedra, cerca de un mar que desemboca en el río, inmerso en el medio de un mundo natural que lo fascina y lo marca. Así describe su entorno de aquel entonces en una carta escrita en 1923: “Ruidos inesperados, murmullos de voces desconocidas, cantos avasallados y nuevos cantos vencedores, una música extraña e incontenible se quiebra sobre mi corazón como el viento sobre la selva...”. Tanto lo marca ese entorno que, casi treinta años después, ya con un gran número de poemarios publicados, Neruda escribe: “Aún en mis oídos [...] oigo la desbocada artillería que me hacía temblar de emoción como si en cada verano de mi infancia hubiera yo cambiado de planeta, y en las puertas erizadas del mar me recibieran las grandes olas de otro mundo, con su sonido aterrador, de creación, de movimiento y fuerza, que escucho todavía”. Como se ve claramente, su entorno natural atraviesa su vida profundamente y, por lo tanto, es innegable que atraviesa también su obra.
El mundo de la naturaleza es, entonces, en Neruda la búsqueda de lo autóctono del continente americano, como también es la materia prima para descifrar los misterios del hombre, además de una obsesión personal que lo marca desde su nacimiento. Una última cita, tomada de su autobiografía Confieso que he vivido, une a la perfección estos tres tópicos: “Yo no puedo vivir sino en mi propia tierra; no puedo vivir sin poner los pies, las manos y el oído en ella, sin sentir la circulación de sus aguas y de sus sombras, sin sentir cómo mis raíces buscan en su légamo las substancias maternas”.