Resumen
El yo lírico da cuenta, a través de distintas alegorías relacionadas con el océano, de su imposibilidad de conseguir el amor y la atención de su distante amada.
Análisis
Este poema está compuesto por siete estrofas de dos versos. La métrica es irregular y hay rima asonante entre los últimos versos de cada estrofa. El yo lírico es la única voz del poema, y le habla siempre a su amada.
En la primera estrofa, el yo lírico afirma: “Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes/ a tus ojos oceánicos” (p.33). Aquí, el acto de pescar aparece como alegoría, es decir, un sistema de metáforas que funcionan unidas. En primer lugar, está la metáfora del amante como el pescador: aquel que precisa atrapar a su presa para sobrevivir. En segundo lugar aparece el lanzamiento de las redes metaforizando lo que hace el amante para intentar atrapar esa presa. Es importante destacar que esas redes están adjetivadas como “tristes”. Aquí hay una hipálage: las tristes no son las redes, sino que es él. Además, esa adjetivación genera la sensación de que no va a poder conseguir nada en esa pesca. Por último, el océano aparece unido a los ojos de ella. Esta es la última metáfora de la alegoría que completa la escena: el amante intenta conquistar a su amada, llamando la atención frente a sus ojos.
En la segunda estrofa, el yo lírico describe esos ojos como el lugar donde su soledad se estira y “da vueltas los brazos como un náufrago” (p.33). Esta metáfora se une a la anterior alegoría para demostrar el fracaso de él, que termina naufragando en esos “ojos oceánicos” Es decir, no puede llegar a ella; queda solo.
La tercera estrofa propone una nueva alegoría: “Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes/ que olean como el mar a la orilla de un faro” (p.33). En este caso, tenemos primero la metáfora de él como un faro que intenta atrapar la atención de ella, así como los faros hacen luces para conectarse con los barcos. Pero aquí no hay un barco; no hay conexión. Los ojos de ella están ausentes, y esas luces caen directamente sobre el mar que olea, indiferente. El mar indiferente metaforiza a la amada.
Esa indiferencia se vuelve aún más grave en la cuarta estrofa: “Solo guardas tinieblas, hembra distante y mía/ de tu mirada emerge a veces la costa del espanto” (p.33). Además de la distancia, simbolizada por las tinieblas, aquí aparece otro elemento: en la mirada de ella hay algo que espanta al yo lírico. Si bien no se puede afirmar si esa costa es un símbolo del abandono próximo, sí se puede deducir que es algo que va más allá de la ausencia de ella estando presente junto a él, algo aún más doloroso.
Sobre el final del poema, luego de la repetición de la primera estrofa con mínimas variaciones, llega la noche como símbolo del dolor que se instala definitivamente en el yo lírico: “Galopa la noche en su yegua sombría” (p.33).
Como conclusión, este poema plantea, a través de diferentes alegorías, metáforas y símbolos, la imposibilidad del yo lírico de conectarse y atrapar la atención de su amada.