Resumen
El yo lírico, en la soledad de la noche, comienza afirmando que puede escribir los versos más tristes, ya que siente el desamor hacia la que era su amada, y de ella hacia él. Tras especular que ella debe pertenecer a otro hombre, duda acerca de su amor: quizás la siga queriendo. Finalmente, concluye que el dolor que está viviendo es el último que ella va a causarle, y que no le va a escribir más versos.
Análisis
Este poema está compuesto por diecisiete estrofas de dos versos, excepto la primera y la cuarta, que tienen solo uno. La métrica de los versos es alejandrina, y la rima es asonante. El yo lírico es la única voz y, a diferencia de gran parte de los poemas, no le habla a ella directamente, sino que se refiere a ella en tercera persona. Incluso, por primera vez en el poemario, puede decirse que la mujer que evoca ya no es, como siempre, su amada: tras varios poemas en los que el yo lírico sufre la soledad, aparece aquí el primero de la obra en el que él recuerda a una mujer sin sentir que la quiere. Es como si, luego de atravesar dicha soledad en los poemas previos, el yo lírico hubiera logrado apagar su amor no correspondido.
De todos modos, el dolor continúa e, incluso, parece empeorar, como lo demuestra el primer verso del poema: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche” (p.87). Luego de, precisamente, exclamar esos “versos tristes”, el yo lírico recuerda con nostalgia el amor compartido con ella en noches como la que está viviendo. Y, si bien sabe que no la quiere más, y que ella no lo quiere más a él, sufre porque la soledad, sin sentir amor por ella, es aún mayor: “Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella/ Y el verso cae al alma como al pasto el rocío” (p.87).
Si en el “Poema 8” el yo lírico sentía que el amor por su amada ausente era lo único que le quedaba desde que ella no estaba con él, en este poema él ni siquiera tiene la compañía de su amor por ella. Incluso se puede afirmar que es por esa ausencia total que el yo lírico no se dirige a ella en segunda persona del singular. Esta idea se refuerza más adelante, cuando el yo lírico afirma: “Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise/ Mi voz buscaba el viento para tocar su oído” (p.88). Cuando él la quería y ella ya no estaba con él, su voz, sus versos, eran recitados en la soledad como si fueran lanzados al viento para llegar a ella. Y por eso podían existir, tenían razón de ser. Quizás una comparación poética pueda ayudar a comprender mejor lo que expresa el yo lírico: es como si, una persona, sola en una isla, le escribiera cartas de amor a su amada y las mandara a través de un océano en una botella. Más allá de que esa botella llegue o no, las palabras tienen un sentido al ser escritas, están llenas de amor. En el caso de este poema, es como si esa persona, al perder dicho amor, perdiera también la capacidad de escribirle a su amada y, por lo tanto, esas palabras amorosas dejaran de existir, dejándolo más solo aún en esa isla.
Sin embargo, llegando casi al final del poema, el yo lírico especula: “De otro. Será de otro. Como antes de mis besos” (p.88). Tras esta especulación, aparece otro de los temas fundamentales del libro: la posesión. Con solo pensar que ella puede “pertenecer” a otro hombre, el yo lírico duda acerca de su desamor: “Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero” (p.88).
Finalmente, el yo lírico afirma que este es el último dolor que ella va a causarle, y que estos serán los últimos versos que le escriba. Es decir, en los últimos versos del último poema del libro (titulado como "poema" y no como "canción", que será, sí, el último texto de la colección), el yo lírico afirma que todo está terminado: si ya no hay dolor ni amor, ya no habrá versos para ella. No obstante, tras el “Poema 20” llegará “La canción desesperada” para finalizar el libro, y allí volverá a dirigirse a ella.