Resumen
En “La canción desesperada”, el yo lírico resume, desde la soledad y el abandono final, todos los sentimientos que fue atravesando junto a su amada durante el poemario.
Análisis
Desde el punto de vista formal, “La canción desesperada” solamente difiere de los poemas en su longitud. Tiene treinta estrofas, en su mayoría de dos versos cada una, aunque hay varias de un solo verso. No hay una métrica regular, y la rima es asonante. Es cierto que, además, tiene estribillo, lo que podría considerarse propio de una canción, pero hay poemas dentro del poemario que también tienen uno.
Por lo tanto, hay que buscar la razón de que el título diferencie este texto del resto de los poemas en la intención poética. “La canción desesperada” es presentada en la obra como un cierre que resume todo lo que atraviesa el yo lírico a lo largo del poemario como si fuera una hazaña épica. Es, por lo tanto, un “cantar” que, al igual que los cantares que versaban sobre las historias de los guerreros medievales (como el Cantar del Mío Cid o El cantar de Roldán), trata sobre la épica historia amorosa del yo lírico con su amada, a la que le canta desde el principio hasta el final.
La canción comienza con los siguientes versos: “Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy” (p.91). Es importante relacionar este primer verso de la canción con los poemas previos de la obra, en los que la soledad del yo lírico se fue incrementando, hasta llegar al “Poema 20”, en el que él ya ni siquiera quiere a la que fue su amada. Este primer verso, en el que el recuerdo “emerge”, da a entender que la amada fue casi olvidada por el yo lírico, y que la aparición de este recuerdo sucede porque él está inmerso en la oscuridad de la noche -como símbolo de la soledad y la tristeza-, y a punto de partir, como lo dice en la siguiente estrofa: “Abandonado como los muelles en el alba/ Es la hora de partir, oh abandonado!” (p.91). En esta canción estarán las últimas palabras del yo lírico, abandonado, antes de irse, no se sabe hacia dónde, pero sí se puede afirmar que se va del “mundo” en el que vivía con la amada, el mundo físico y espiritual creado durante el poemario. Por lo tanto, estas palabras funcionan como despedida: una canción de despedida definitiva en la que el yo lírico recordará todo lo vivido junto a ella.
A partir de la cuarta estrofa, luego de describir su soledad, el yo lírico va alternando entre diferentes imágenes que se contraponen sentimentalmente y evocan la relación entre él y su amada en los distintos poemas del libro. Por ejemplo: “Era la hora del asalto y del beso/ La hora del estupor que ardía como un faro” (p.91); “Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo/ Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio” (p.92). Los primeros dos versos citados evocan tanto los poemas en donde los amantes, juntos, gozan de la unión de sus cuerpos, como también a los amantes atravesando el crepúsculo. Los siguientes versos citados, por su parte, evocan aquellos poemas en donde la amada sufre y él intenta rescatarla de ese sufrimiento a través del placer carnal, pero no lo logra.
Estas diferentes evocaciones se van uniendo, además, a través de una alegoría ya utilizada a lo largo de la obra: la del navegante. En este caso, no es el yo lírico quien se embarca, sino su amada. Es ella la que se interna en el mar, símbolo de la distancia entre los amantes, para intentar atravesarlo y vivir plenamente su amor junto a él. Lo hace, en principio, con “Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego” (p.92), pero, con los sucesivos fracasos, la amada va perdiendo el vigor necesario para conducir su barca:
Oh sentina de escombros, en ti todo caía
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un barco
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo
Pálido buzo ciego, desventurado hondero
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio.
(p.93)
Como se ve en esta cita, ya llegando al final del poema, la amada no tiene la “furia de buzo ciego” sino que es un “pálido buzo ciego”, cansado. Es un “descubridor perdido” que no llegó a donde quería llegar. “Todo en ti fue naufragio” se repite durante todo el poema como un estribillo que, dentro de la alegoría del navegante, metaforiza que la amada nunca pudo llegar a unirse con él; no llegó a la tierra del amor, ya que su barca siempre naufragó.
El final del poema y del libro termina con una exclamación repetida de dolor y abandono: “Ah más allá de todo. Ah más allá de todo/Es la hora de partir. Oh abandonado”. La repetición de “más allá de todo” indica que ya no queda más nada para decir, que el yo lírico ya pasó por todas las emociones del amor y que llegó, ahora sí, la hora definitiva de partir.