Los muertos de la huelga (Imagen visual)
El Capítulo 15 ofrece muchas imágenes que expresan la violencia del ejército dirigida contra los huelguistas el día de la masacre de las bananeras, pero ninguna muestra mejor los efectos de esta que aquella que observa José Arcadio Segundo cuando viaja en ferrocarril luego de la matanza: “Veía los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños que iban a ser arrojados al mar como el banano de rechazo” (348). En primera instancia, al invertir la posición habitual del sustantivo antes del adjetivo -hombres muertos, mujeres muertas, niños muertos-, el narrador focaliza la descripción en el carácter mórbido de la imagen. No importa tanto la identidad de los cuerpos sino mostrar la escena de una masa amorfa atravesada por la violencia. Por otro lado, el símil que los iguala al ‘banano de rechazo’ pone en relieve el valor que las personas tienen para la compañía y el Estado: el trabajador que reclama se iguala a la fruta podrida que ya no rinde y que, por ello, merece ser descartada.
Pájaros y relojes (Imagen auditiva)
En sus primeros años, Macondo se nos presenta, como una de sus características principales, a partir del sonido de los pájaros. Cuando el matrimonio de los Buendía arriba al pueblo, José Arcadio,“el hombre más emprendedor que se vería jamás” (18), llena en poco tiempo a la aldea de estos animales. El concierto de las aves llega a ser tan aturdidor que la primera vez que los visitan los gitanos confiesan “que se habían orientado por el canto de los pájaros” (18).
Tiempo después, cuando llega la primera generación de inmigrantes árabes con sus innovaciones para vender, José Arcadio se asombra con los relojes traen. Entonces decide liberar a todos los pájaros para reemplazarlos con ellos: “José Arcadio Buendía los sincronizó con tanta precisión, que cada media hora el pueblo se alegraba con los acordes progresivos de una misma pieza, hasta alcanzar la culminación de un mediodía exacto y unánime con el valse completo” (51).
Ambas imágenes se vinculan entre sí y nos ofrecen una mirada acerca de la importancia del tema del progreso en la obra. Macondo se presenta en un comienzo como un espacio donde la naturaleza es su elemento más característico. Con el correr del tiempo, sin embargo, esta naturaleza empieza a integrar paulatinamente otros elementos propios del desarrollo tecnológico. Además, tanto los pájaros como los relojes cumplen la misma función melódica en el pueblo y ambos se presentan en modo excesivo e inaudito.
Pese a ello, cabe destacar que ninguno de los personajes de la novela se cuestiona este carácter excesivo de los pájaros y los relojes. El hecho de que los cantos aturdan a una aldea entera y que los relojes se sincronicen con una precisión casi imposible no parece sorprender a nadie. La estrategia de presentar lo inaudito como algo naturalizado es, según Alejo Carpentier, una de las características fundamentales de lo real maravilloso.
Un viento lleva las voces del pasado (Imagen auditiva)
Al final de la novela, cuando Aureliano Babilonia comienza a descifrar los manuscritos de Melquíades, donde se encontraba escrita la historia de su familia, lo empieza a rodear un “viento tibio, incipiente, lleno de voces del pasado”. A medida que avanza en la lectura, este viento se transforma en el “huracán bíblico” (470) que arranca a la casa de sus cimientos y la borra, junto a la estirpe de los Buendía, de la faz de la tierra.
Este viento aparece invocado por la lectura de los manuscritos y su presencia se relaciona con varias cuestiones que hemos analizado en la sección “Temas”. Por un lado, tenemos el protagonismo de la naturaleza como una potencia que hace posible no sólo la fundación de Macondo, sino también su destrucción. Vinculado a ella, se nos presenta el tema de lo sobrenatural o mágico que encarna la escritura profética de Melquíades. Por último, el conocimiento y el tiempo aparecen como dos nociones vinculadas en este viento ‘lleno de voces del pasado’, que le trae las memorias y verdades de la historia familiar de Aureliano. En este punto, sólo es posible para él adquirir el conocimiento absoluto inmediatamente antes de la destrucción de sí y de su historia.
El sonido de los muertos (Imagen auditiva)
Una vez solos en la casa y con Macondo ya caído en el olvido, Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia disfrutan de su amor compartido en la soledad del hogar. Sin embargo, muchas veces son despertados “por el tráfago de los muertos”: “Oyeron a Úrsula peleando con las leyes de la creación para preservar la estirpe, y a José Arcadio Buendía buscando la verdad quimérica de los grandes inventos, y a Fernanda rezando, y al coronel Aureliano Buendía embruteciéndose con engaños de guerras y pescaditos de oro, y a Aureliano Segundo agonizando de soledad en el aturdimiento de las parrandas” (464 y 465). Lejos de molestarse por el ruido, los amantes lo toman como la prueba feliz de que “las obsesiones dominantes prevalecen después de la muerte” (465), lo que significa que ellos van a poder seguir amándose cuando se les acabe la vida.