Resumen
Capítulo 9
Otra vez en el exterior, el coronel Aureliano Buendía se mantiene al tanto de la situación política de Macondo mediante conversaciones telegráficas que sostiene con Gerineldo Márquez, ahora jefe civil y militar del lugar. Mientras prosigue con sus actividades para una guerra en la que ya no cree, Gerineldo pasa su tiempo libre en compañía de Amaranta, a quien se le sigue proponiendo una y otra vez, pese a sus rechazos.
Antes de emprender el regreso, Aureliano convoca una asamblea de rebeldes para tratar la organización de la guerra, en la que un general llamado Teófilo Vargas demuestra tener ideas que hacen peligrar su poder. En ese momento, un capitán sugiere que deben matarlo para evitarse problemas, y Aureliano permite una emboscada en la que lo ejecutan. Después del suceso, “un frío interior que le raya los huesos y lo mortifica incluso a pleno sol” (194) comienza a aquejar al coronel y no lo deja hasta el día de su muerte.
Cuando por fin vuelve a Macondo, a todos le cuesta reconocerlo: completamente tapado por mantas, no solo el interés por la guerra sino también el sentido de la vida parecen haberlo abandonado. Además, tiene tantos enemigos que se hace trazar un círculo de tiza alrededor, en todo momento, para que nadie se le acerque. La soledad lo domina por completo.
Días después, Aureliano realiza en Macondo una comisión de guerra para discutir una acción de ataque. En la discusión, oye que sus pares políticos desean prescindir de la revisión de títulos de guerra para no perder el apoyo de los grandes terratenientes del país. También pretenden renunciar a la lucha contra el clero para obtener el apoyo del pueblo católico. Lo mismo sucede con las aspiraciones de igualdad entre los hijos naturales y legítimos, ahora para preservar la integridad de los hogares. En suma: “Sólo estaban luchando por el poder” (196).
Un asesor señala que si esas reformas son buenas, quiere decir que el régimen conservador también lo es y que los liberales son antipopulares. Sin embargo, el coronel accede a firmar las peticiones. Consternado, Gerineldo Márquez le dice que lo suyo es una traición y Aureliano lo condena a muerte. Cuando se entera, Úrsula visita a su hijo y le dice que si llegara a matar a Gerineldo, ella lo vengaría con sus propias manos, al igual que hubiera hecho si nacía con cola de puerco.
Luego de pasar una larga noche en la que intenta sacarse el sentimiento de soledad de encima y evocar sin lograrlo momentos felices de su pasado, el coronel Aureliano se presenta en la ejecución para salvar a su amigo. Juntos parten de Macondo para intentar ponerle fin de una vez por todas a la guerra. Ahora, su intención es forzar, no la victoria, sino el fracaso de los liberales, pero bajo condiciones que sean favorables para ambos bandos. La certeza de que ahora lucha por su propia liberación y no por ideales abstractos lo infunde de entusiasmo.
Meses después, regresa a Macondo para firmar el armisticio que daría el punto final a la guerra, y Úrsula se alegra de que nuevamente vaya a haber un hombre en la casa. Sin embargo, Aureliano parece extraviado en su propia soledad. Un día, luego de advertir la decepción de su madre, se disculpa: “Perdone, es que esta guerra ha acabado con todo” (203).
El armisticio se celebra en Neerlandia, un pueblo cercano a Macondo. Allí, el Coronel Aureliano se apura a firmar los papeles de rendición, pese a la resistencia del resto de militares de su bando. Al finalizar, se dirige a la tienda que le habían dispuesto para descansar y allí se dispara a sí mismo en el pecho.
A esa hora, en Macondo, Úrsula destapa una olla en la que estaba hirviendo leche y la encuentra llena de gusanos. En ese momento, percibe el suceso como una señal de la muerte del coronel Aureliano y, luego de observar por la ventana, se encuentra con el fantasma de su marido en el castaño del jardín. Después de pasar horas llorando junto a él bajo la lluvia, aparecen en la casa los soldados de su hijo. Llevan al coronel Aureliano Buendía aún vivo, aunque dominado por la rabia y el sentimiento de humillación: la bala le traspasó el cuerpo sin tocar ningún órgano vital. El intento de suicidio le renueva el afecto de la facción liberal, donde lo toman como un acto de honor que lo redime.
Motivada por el regreso de su hijo, Úrsula decide renovar la casa, ahora envejecida por los años y la falta de cuidados. Pone fin a los numerosos duelos superpuestos que vestían a las mujeres de la casa de negro, vuelve a hacer sonar la pianola de Pietro Crespi e impulsa a trabajar a los soldados del gobierno que custodian a Aureliano en los asuntos domésticos. Uno de ellos se obsesiona tanto con Remedios, la bella, que en el día de Año Nuevo aparece muerto de amor junto a su ventana.
Capítulo 10
Para Úrsula, la repetición de los nombres en los hombres Buendía se corresponde con un tipo de personalidad definida: mientras que “los Aurelianos eran retraídos pero de una mentalidad lúcida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico” (211). Pese a ello, le cuesta diferenciar a los gemelos Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo, quienes desde pequeños juegan a confundir a los demás, imitándose en sus ademanes e intercambiándose las vestimentas. De hecho, Úrsula sostiene que en uno de estos juegos terminaron ellos mismos por confundirse de personalidad, adoptando así la de su hermano. Esta similitud entre los gemelos comienza a perderse a medida que crecen.
A los doce años, Aureliano Segundo visita la antigua habitación de Melquíades y cuando ingresa se encuentra con que, a pesar de los años, el lugar está impoluto y el fantasma del gitano aún permanece en él. Aunque nunca lo conoció, reconoce quién es al instante debido a que su recuerdo se había transmitido de generación en generación a través de la familia. Desde entonces, comienza a pasar el tiempo leyendo las antiguas escrituras en su compañía. Un día, descubre los manuscritos indescifrables de Melquíades, pero este le dice que nadie debe descifrarlos “mientras no se hayan cumplido cien años” (214).
Mientras tanto, José Arcadio Segundo comienza a colaborar en las misas con el nuevo padre del pueblo, Antonio Isabel, y se instruye con él en el arte de las peleas de gallos. Cuando intenta llevar gallos a la casa, Úrsula se escandaliza al recordar el historial de su marido y le dice que se vaya con los animales a otro lado. Así, el joven comienza a visitar a su otra abuela, Pilar Ternera, quien le permite hacer sus negocios con los animales sin problemas.
Un día, Petra Cotes, una joven que vende rifas en el pueblo, confunde a Aureliano Segundo con su gemelo. La mujer lo lleva a su cuarto y se acuestan. A partir de ese momento, pasa un periodo de tiempo en el que ella se acuesta, sin saberlo, con ambos los gemelos. Con el tiempo, Aureliano Segundo confiesa su trampa y ella opta quedarse con él en lugar de su hermano.
Desde entonces, Aureliano Segundo comienza a criar animales de granja con Petra Cotes, que luego venden a través de las rifas. Con el tiempo, la pareja advierte que los animales se reproducen a una velocidad inusitada. La proliferación de animales, según Aureliano, se vincula principalmente a la influencia sexual de su concubina. En pocos meses, las rifas llevan a la pareja a volverse las personas más ricas de Macondo.
Aureliano Segundo tiene ahora tanto dinero que se permite malgastarlo en numerosas juergas que realiza en la casa de los Buendía. Esto disgusta a Úrsula, quien comienza a rezar para que vuelvan a ser pobres como antes. Sin embargo, la súplica le sale mal: uno de esos días, un trabajador de la casa rompe por accidente una estatua de San José, que les habían dejado a su cuidado en la época de la guerra, y de su interior surgen más de doscientos kilogramos de oro.
Mientras tanto, José Arcadio Segundo se obsesiona con la idea de conectar Macondo con el mar a través de una intervención en el canal del río. Su hermano le presta el dinero para la empresa y José Arcadio se va del pueblo. Vuelve mucho tiempo después, habiendo logrado su cometido de forma mediocre, ya que el único barco que logra arribar a Macondo es una precaria balsa de troncos. Pese a ello, lo acompaña un grupo de proxenetas francesas, cuyo buen nivel y sofisticación arrasa con la tradicional tienda de Caterino. Además, ellas promueven la realización del primer carnaval de Macondo.
Por su parte, Remedios, la bella, es tan hermosa que provoca el interés de todo el pueblo. Como respuesta, Úrsula intenta mantenerla encerrada y la obliga a salir con el rostro cubierto por un velo. Un día, un caballero extranjero, tan elegante que habría hecho parecer a Pietro Crespi “un sietemesino” (227), se aparece frente a Remedios y le ofrece una flor. Aunque la joven solo se descubre el rostro para mostrar su sonrisa, ese simple gesto arrastra al hombre hacia la locura y la ruina.
La indiferencia de Remedios hacia los hombres no se produce por arrogancia sino por un desinterés genuino en el amor, producto, en parte, de un retraso madurativo que padece. Remedios no sabe leer, escribir ni usar correctamente los cubiertos en las comidas. Además, se pasea desnuda por la casa, ajena a toda convención social. Mientras que Úrsula lo considera como una pureza simple, el coronel Aureliano Buendía cree que ella es tan lúcida que recibe toda la información del mundo “más allá de cualquier formalismo” (229).
En esos días, se festeja el primer carnaval de Macondo, donde coronan a Remedios, la bella, como reina. Aunque el coronel Aureliano intenta pasar su vejez dedicado al negocio de pescaditos de oro, el gobierno sospecha que el carnaval es una excusa para reavivar la llama de la subversión. En un momento del carnaval, una comparsa multitudinaria se aparece llevando a cuestas a otra mujer, comparable a Remedios en hermosura: Fernanda del Carpio. Finalmente, cuando la fiesta parece haber alcanzado su punto más álgido, alguien grita: “¡Viva el partido liberal! ¡Viva el coronel Aureliano Buendía!” (232). En ese momento, la fiesta se transforma en una batalla sangrienta que deja varios muertos en la calle.
Aureliano Segundo logra salvar a Remedios y a la otra mujer, a quien habían llevado a Macondo con la promesa de convertirla en reina de Madagascar. Seis meses después de este episodio, Aureliano Segundo y Fernanda del Carpio contraen matrimonio.
Análisis
El Capítulo 9 marca el fin de la carrera militar del coronel Aureliano Buendía. Su paso por la guerra lo ha dejado sin motivaciones y con un vacío interior tan grande que lo lleva a decirle a su madre: “Perdone, es que esta guerra ha acabado con todo” (203). A partir de este momento, las referencias al estado de ánimo del coronel tienden a caracterizarlo a partir de su soledad e incapacidad de evocar momentos felices de la vida. Para ello, Gabriel García Márquez se sirve de distintos procedimientos literarios.
Uno de ellos, particularmente ilustrativo, es la imagen sensorial del frío interior que lo aqueja hasta el final de sus días, y que representa la apatía que la guerra, la traición a sus ideales y la soledad han grabado en su corazón. En este sentido, aunque su retorno a Macondo lo encuentra convertido en héroe para la sociedad, su apreciación subjetiva no se condice con la mirada del resto y el frío que lo aqueja es un síntoma de ello.
Durante la guerra, por otro lado, el estado anímico del coronel se expresa mediante metáforas espaciales en las que la soledad y la tristeza asemejan vastos espacios en los que él se pierde sin remedio: “Extraviado en la soledad de su inmenso poder, empezó a perder el rumbo” (195). Este pasaje, por ejemplo, ilustra el modo en que su gloria militar se presenta como la contracara de una interioridad socavada por la guerra. A esta metáfora la acompañan otras, como en las que se muestra a Aureliano intentando romper “la dura cáscara de su soledad” (198), en las que busca en “su corazón el sitio donde se le habían podrido los afectos” (202), o en las que reflexiona sobre los encuentros carnales de la guerra -que le han dejado diecisiete hijos- como si conformaran “un desierto de amor” (202) en su conjunto. Más aún, estos capítulos narran también el momento en que a Aureliano lo abandona la clarividencia que lo había de caracterizarlo cuando era joven, síntoma de una espiritualidad que ya no posee.
Se comprende, en suma, su decisión de traicionar al partido liberal cuando comprende el sinsentido de una guerra donde los bandos enemigos parecen coincidir en todo y se vuelven contra sus propios ideales. Pese a ello, luego de enfrentarse a los suyos en la celebración del tratado de Neerlandia, Aureliano intenta suicidarse para acabar con la humillación de su traición. Esta decisión, sin embargo, deriva en una consecuencia irónica, puesto que su suicidio es tomado por los liberales como un acto de honor que le reestablece la gloria.
Úrsula es la única que, gracias a su profundo conocimiento de la familia, es capaz de comprender hasta qué punto se ha transformado Aureliano. Su decepción es tal que, cuando descubre la intención del coronel de fusilar a su amigo Gerineldo, le dice que no dudará en vengarlo si comete esa atrocidad: “—Es lo mismo que habría hecho si hubieras nacido con cola de puerco” (198). Aquí -y tal como analizamos en el símbolo “El niño con cola de puerco”-, el significado de niño deforme como una forma de representación externa del mal interior se vuelve evidente: para Úrsula, la crueldad que demuestra su hijo es una forma más de la monstruosidad.
Otro elemento de relevancia en estos capítulos se nos presenta cuando Úrsula reflexiona acerca de la repetición cíclica entre las distintas generaciones de los Buendía: “Mientras los Aurelianos eran retraídos, pero de mentalidad lúcida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico” (211). Este pasaje ilustra la íntima relación que se produce entre los temas de la estirpe y el tiempo en el seno de la familia. En el tema “El tiempo” reflexionamos acerca de las distintas temporalidades que se presentan en Cien años de soledad, entre las que destaca el tiempo cíclico, caracterizado como la repetición de sucesos y personalidades a través de la familia.
Cabe destacar, en este punto, que la repetición de personalidades en función de los nombres parece no respetarse en el caso de Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo. Esto sucede, sobretodo, a partir del momento en que Aureliano Segundo demuestra ser afín al derroche y a las juergas, característica que no coincide con la típica personalidad de los Aurelianos. Sin embargo, tal como advierte Vargas Llosa, “ocurre que los gemelos tienen caracteres y nombres trastocados, y que, en realidad, Aureliano Segundo es José Arcadio Segundo” (2007:36). Esta equivocación se produce a partir de las jugarretas que los gemelos realizaban de niños para confundir a las personas y que, según Úrsula, podría haberlos hecho confundirse a ellos mismos.
Haciendo esta salvedad, es notorio el modo en que hasta los recuerdos y experiencias se reiteran en el tiempo a través de la genética de los Buendía. Por ejemplo, cuando Aureliano Segundo se encuentra al fantasma de Melquíades, lo reconoce de inmediato aunque nunca lo haya conocido en vida, y revive en el cuarto los tiempos que el abuelo había compartido con el gitano. Esto sucede “porque aquel recuerdo hereditario se había transmitido de generación en generación, y había llegado a él desde la memoria de su abuelo” (214).