Cien años de soledad

Cien años de soledad Resumen y Análisis Capítulos 19-20

Resumen

Capítulo 19

En diciembre, Amaranta Úrsula regresa a Macondo con su marido Gastón, un elegante flamenco que la acompañó con la idea de que volverán pronto. Lejos de eso, Amaranta tiene la idea de quedarse a vivir allí, impulsada por los recuerdos felices de su infancia. Al llegar, se sorprende del deterioro de la casa y comienza a dedicar los días en restaurarla: revive las plantas, consigue trabajadores para que restablezcan paredes y pisos, y cambia el lúgubre mobiliario de su madre por muebles importados y más agradables. También le regala prendas juveniles a su sobrino y le enseña a bailar la música de moda en Europa. Amaranta Úrsula tiene la personalidad activa e indomable de Úrsula y su belleza compite con la de la propia Remedios, la bella. Su presencia alegre y moderna le da un aire nuevo al hogar.

A un año de su llegada, Amaranta sigue igual de decidida a permanecer en Macondo. Debido a ello, Gastón decide impulsar un negocio de correspondencia por aeroplano en el pueblo. Lo hace sobretodo para sortear el tedio porque ya se aburrió de la fauna, los pocos entretenimientos locales y los intentos frustrados de entablar vínculo con Aureliano, quien se muestra ensimismado y poco conversador.

El regreso de Amaranta cambia la vida de Aureliano por completo. Para entonces, él ya es libre de caminar y recorrer el pueblo a su antojo, y se la pasa en la tienda del sabio catalán donde se hizo de cuatro amigos: Álvaro, Germán, Alfonso y Gabriel Márquez. También comparte amistad con una prostituta mulata llamada Nigromanta. Pese a ello, lo cierto es que se enamoró apasionadamente de su prima desde el momento en que la vio llegar a su hogar. Para colmo, Amaranta y Gastón no pierden la ocasión de revolcarse en cualquier lugar de la casa y en cualquier momento del día, lo que lo abruma profundamente.

Despechado, Aureliano comienza a acostarse con Nigromanta, quien, cuando él le confiesa su amor por Amaranta, decide cobrarle sus servicios. También empieza a frecuentar un burdel con sus amigos. De todos ellos, es con Gabriel con quien mayor complicidad tiene, debido a que es bisnieto de Gerineldo Márquez -el mejor amigo del coronel Aureliano Buendía- y el único que le cree cuando cuenta los acontecimientos de la masacre realizada por la compañía bananera.

En esos días, aburrida por la ausencia de Gastón, quien, comprometido con su negocio de correspondencia aérea, frecuenta poco la casa, Amaranta comienza a pasar más tiempo con su sobrino. Una tarde, ella se lastima un dedo abriendo una lata de melocotón y Aureliano se apura a lamérselo. Cuando ella se inquieta por el gesto, él le revela sollozando la verdad de su amor. Ella se enoja con él y manifiesta que se irá de Macondo.

Los días siguientes, Aureliano y sus amigos comienzan a frecuentar un burdel clandestino hasta el momento desconocido por ellos, que está repleto de animales salvajes y de naturaleza. La dueña es nada más ni nada menos que Pilar Ternera, quien, luego de pasar su vida dando consejos amorosos, comenzó a hacer de su sabiduría un negocio. La mujer lo reconoce de inmediato debido a su parecido al coronel Aureliano Buendía. Además, Pilar descubre el motivo del sufrimiento de Aureliano a fuerza de haberlo visto repetido en múltiples ocasiones en la familia Buendía. Cuando él le expresa sus pesares, la mujer le dice que vaya a buscar a Amaranta, porque ella lo está esperando.

Aureliano vuelve a la casa decidido a enfrentar a Amaranta, y aprovecha que Gastón se encuentra escribiendo una carta en la habitación contigua para tener un momento a solas con ella. Una vez en el cuarto, Aureliano empieza a arrinconar y presionar a la joven para que ceda ante su lujuria. Ella se resiste en un principio, pero luego comienza a divertirse con la situación. Finalmente, el acto se consuma sin que Gastón se entere de ello.

Capítulo 20

Una tarde, Aureliano se entera de la muerte de Pilar Ternera. Su muerte coincide con el retorno del sabio catalán, el insuperable maestro de Aureliano y sus cuatro amigos, a sus tierras de origen. Tres meses después, reciben un sobre grande de él con decenas de retratos y cartas escritas en altamar. En las últimas cartas, el sabio catalán les recomienda que huyan de Macondo. Álvaro es el primero en hacerle caso. Luego lo siguen Alfonso y Germán. Por último se va Gabriel, luego de ganar un pasaje a París.

Sin más nadie cerca, Aureliano y Amaranta quedan “recluidos por la soledad y el amor” (457) en la casa de los Buendía. Para su mayor felicidad, Gastón viaja a Bruselas con el objetivo de volver a Macondo volando, cansado de esperar un aeroplano que le prometieron por correspondencia. Los amantes se hunden en una pasión tan desenfrenada que se olvidan de la realidad, mientras la casa vuelve a ser atacada por las alimañas, la naturaleza y las hormigas coloradas. Ambos quedan “flotando en un universo vacío donde la única realidad cotidiana y eterna es el amor” (460).

Finalmente, Amaranta recibe una carta de Gastón en la que le notifica que está por regresar. Ella se sincera y le responde que, aunque lo quiere, no concibe vivir sin Aureliano. En lugar de enojarse, Gastón le responde deseándoles la felicidad que él mismo conoció junto a ella. El problema se presenta cuando se les acaba el dinero que suministraba Gastón, único ingreso del hogar en el momento. Pese a sus intentos, la pobreza los alcanza sin acabar por ello con el amor y la felicidad de la pareja. Un día, Amaranta descubre que está embarazada.

Durante ese tiempo, la pareja comienza a indagar sobre el origen de Aureliano. Temen que haya nacido producto del amorío entre Aureliano Segundo y Petra Cotes, lo que los volvería a ellos medio hermanos. Luego de recabar información por la casa y el pueblo, y sin encontrar ninguna respuesta que confirme sus sospechas, deciden conformarse con la historia de la canasta de Fernanda, menos por convencimiento que para acallar sus miedos.

A medida que avanza el embarazo, la casa termina de ser consumida por la vegetación y las hormigas coloradas, y los amantes se recluyen definitivamente en el cuarto de Fernanda. Cuando intentan dormir, oyen en la casa los sonidos de todos los muertos de la familia: Úrsula entrometiéndose en todo, José Arcadio Buendía intentando comprobar la existencia de Dios, Fernanda rezando y el coronel Aureliano haciendo la guerra, entre otros. Aprenden entonces que las obsesiones prevalecen después de la muerte, y se alegran con ello porque significa que van a seguir amándose después de la muerte.

Un domingo, Amaranta da a luz a su hijo: “El único en un siglo que había sido engendrado con amor” (465). Cuando lo revisan minuciosamente, descubren que tiene una cola de cerdo, pero no se asustan porque desconocen la maldición que siempre pesó sobre la familia. La alegría les dura poco, porque Amaranta comienza a desangrarse y, pese a que hacen todo para impedirlo, muere.

Luego de vagar desolado por todo Macondo, Aureliano vuelve a la casa y se encuentra con que su hijo está muerto y se lo llevan las hormigas coloradas hacia su madriguera. En ese momento, recuerda el epígrafe de los manuscritos de Melquíades: “El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas” (469). Reconoce en el momento que en los manuscritos del gitano está escrito su destino, y corre al cuarto de Melquíades a buscarlos. A medida que los lee, se revelan frente a él todos los secretos de la familia, mientras un viento tibio que arrastra las voces del pasado comienza a arremeter contra la casa. Cuando llega al final, la lectura le muestra su propio presente. Allí dice que está previsto que la ciudad sea borrada del mundo y de la memoria de los hombres cuando Aureliano Babilonia acabe de descifrar los pergaminos, “porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (471). En ese momento, un torbellino arrasa con todo Macondo.

Análisis

Mario Vargas Llosa señala que “la historia de Macondo es la historia de la familia Buendía y al revés” (34), lo cual se comprueba definitivamente al final del último capítulo, momento en que se produce el aniquilamiento simultáneo de la ciudad y la familia. Antes del fin, la soledad predestinada para todos los integrantes de la estirpe de los Buendía se refleja también en la caída de Macondo. La ciudad, luego del apogeo impulsado por la llegada del ferrocarril y su culminación provocada por la masacre de las bananeras, se sumerge ahora en el olvido, y todos sus habitantes se marchan o mueren. Con el fin de la civilización de Macondo, el territorio vuelve al estado de naturaleza inicial, en el que las plantas y las alimañas arrasan con todo a su paso.

Todos las cuestiones analizadas en la sección "Temas" revelan aquí su protagonismo. La soledad ocupa, como dijimos, un lugar fundamental:

El aquel Macondo olvidado hasta por los pájaros, donde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar, recluidos por la soledad y el amor y por la soledad del amor en una casa donde era casi imposible dormir por el estruendo de las hormigas coloradas, Aureliano y Amaranta Úrsula eran los únicos seres felices, y los más felices sobre la tierra (457).

Sin embargo, y al igual que en otros momentos de la novela, la soledad se nos ofrece aquí con un sentido multifacético. Similar a la atravesada por José Arcadio hijo y Rebeca, o a la del mismo Aureliano Segundo con Petra Cotes, la soledad compartida por Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia tiene un carácter feliz. Es la soledad de una pareja que se desentiende del mundo para entregarse al amor. Esta se diferencia a la que transita Aureliano luego de la muerte de Amaranta, en la que ya no tiene familia ni amigos con quien llenar el vacío que le queda en su interior.

A su vez, este pasaje nos presenta la fuerza de la naturaleza, que, luego del diluvio y la sequía, ha acabado con casi todo. En este Macondo arruinado y con la casa devorada por las alimañas y las plantas, el amor entre Aureliano y Amaranta permanece inalterable. La fatalidad del amor, en este punto, se presenta como algo inevitable pese a que los amantes ignoran los estruendos que realizan las hormigas coloradas, cuya “hambre prehistórica” (465) amenaza con tirar la casa abajo.

Aquí, el funcionamiento de la naturaleza como símbolo del tiempo y su gran poder destructivo se vuelve evidente, tal como podemos comprobar en la lectura del epígrafe de los manuscritos de Melquíades: “El primero de la estirpe está amarrado en un árbol y al último se lo están comiendo las hormigas” (469). Más aún, la presencia simbólica de la naturaleza se materializa en el “huracán bíblico (...) lleno de voces del pasado” (470) que arrasa con Macondo y lo destierra “de la memoria de los hombres” (471).

A lo largo de los capítulos anteriores, analizamos cómo la vinculación del tema del progreso con el carácter lineal del tiempo hace posible una lectura de la historia de Macondo -entendida como el desarrollo de su civilización- y de la familia Buendía -entendida como la sucesión de sus siete generaciones- a través de la novela. Sin embargo, la otra faceta temporal, cíclica, termina por imponerse al final del relato. Esto se revela, sobretodo, con las apreciaciones de Pilar Ternera:

No había ningún misterio en el corazón de un Buendía, que fuera impenetrable para ella, porque un siglo de naipes y de experiencia le había enseñado que la historia de la familia era un engranaje de repeticiones irreparables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje” (448).

La caracterización del tiempo como una maquinaria giratoria ya había sido presentada con anterioridad por José Arcadio Buendía, el día en que descubrió que siempre era marzo y lunes en el cuarto de Melquíades. Este pasaje, sin embargo, anticipa el fin de esta temporalidad circular de la familia, que coincide a su vez con el borramiento de Macondo de la faz de la tierra.

Además, el pasaje pone de manifiesto la importancia del tema del conocimiento en Cien años de soledad. Pilar Ternera es una mujer de inmensa sabiduría, y su conocimiento se alimenta de dos fuentes distintas: las barajas, vinculadas al tema de lo sobrenatural, y la experiencia, vinculada al tema del tiempo. La importancia del conocimiento se presenta también en la propia figura de Aureliano, traductor de los manuscritos del mayor erudito que hubo pisado Macondo: Melquíades. El conocimiento adquirido por los manuscritos es, en el final del relato, lo que propicia el fin de la civilización macondina, fin invocado como un “huracán bíblico (...) lleno de voces del pasado” (470).

Cabe señalar, por último, que la referencia a los amigos intelectuales de Aureliano Babilonia es un homenaje a los cuatro amigos reales con los que Gabriel García Márquez compartía sus tertulias literarias, reuniones en las que se discutían cuestiones literarias y culturales de su actualidad. Estas tertulias se produjeron durante los primeros años de la década de 1950, mientras Márquez participaba en la redacción del periódico El Heraldo, en Barranquilla (Colombia). El mejor amigo de Aureliano, Gabriel Márquez, alude al autor de la novela. Los otros son Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas y Ramón Vinyes, el sabio catalán.

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