Resumen
Capítulo 11
Petra Cotes no demuestra preocupación por el matrimonio de Aureliano Segundo. Ella es consciente de que era un muchacho tímido y retraído hasta el día en que la conoció y aprendió junto a ella a disfrutar tanto de la vida como del arte del despilfarro. Ella lo hizo un hombre y sabe que en cualquier momento va a volver a buscarla. En efecto, Aureliano Segundo vuelve a verla cuando termina su luna de miel y Petra intuye que las cosas en el lecho nupcial no andan bien entre los recién casados.
Fernanda del Carpio fue criada en una ciudad aislada y perdida en el tiempo, donde aún viven como en los tiempos de la colonia. Sus padres provienen de una familia que se enriqueció vendiendo coronas fúnebres y su bisabuela había sido reina. Aunque su familia estaba cayendo en la miseria, a ella se lo ocultaron y, desde chica, la convencieron de que su destino era ser reina como la abuela. Fernanda recibió una educación católica severa y no la dejaron tener amistades debido a las expectativas depositadas sobre su nobleza. Salió por primera vez de la ciudad el día en que unos militares llegaron a su casa y convencieron a su padre de que iban a coronarla reina, sin informarle que iba a ser en un carnaval.
Debido a su pasado de aislamiento y educación moralista y conservadora, la presencia de Fernanda en la casa de los Buendía se vuelve tensa para todos. Cuando se entera de que la relación entre Petra y Aureliano aún perdura, Fernanda intenta volver a su ciudad natal, pero Aureliano la intercepta y ella accede a volver. Con el tiempo, además, logra convencerla de que lo deje continuar con Petra Cotes, con la excusa de que la presencia de Petra impulsa la proliferación de animales de granja con la que se gana la vida. Ella accede, pero con la condición de que el día de su muerte no lo encuentre en la casa de la amante.
A medida que Úrsula envejece y pierde poder en la casa, Fernanda aprovecha para imponer sus valores y modos de vida rígidos en el lugar. Fernanda cierra las puertas de la casa históricamente abiertas para todos, establece el hábito de rezar antes de las comidas, cierra el negocio de pastelería que Úrsula y Santa Sofía de la Piedad manejaban hacía años y reemplaza la decoración alegre de la casa por simbología y adornos cristianos que su padre le envía como obsequios todas las navidades. Amaranta deja de dirigirle la palabra y el coronel Aureliano se queja de que por culpa de ella se están transformando en “gente fina” (244). La misma Úrsula, que siempre intenta sostener la armonía familiar, comienza a bromear sobre ella a sus espaldas.
Finalmente, el matrimonio concibe a su primer hijo, que Aureliano Segundo bautiza José Arcadio pese al disgusto de Fernanda. Para cuando nace la segunda, Fernanda ya había pasado demasiado tiempo en la casa como para que le arrebaten el poder de decisión y, aunque Úrsula quiere que le pongan Remedios, ella prefiere el nombre de su madre, Renata. Por último, acuerdan nombrarla Renata Remedios, aunque solo Fernanda la llame por el primer nombre y el resto del pueblo la llame Meme, el diminutivo de Remedios. En cuanto al pequeño José Arcadio, Úrsula se promete a sí misma introducirlo en la carrera sacerdotal para que sea Papa algún día, con el objeto de enderezar así el rumbo torcido de la familia.
Por esos días llega la notificación de que el presidente pretende ir a Macondo para condecorar al coronel Aureliano en la celebración del aniversario del tratado de Neerlandia. Aunque el coronel se niega a recibir la condecoración, en esos días llegan sus diecisiete hijos a la casa, impulsados por la noticia de la celebración. Aureliano Segundo aprovecha la presencia de los primos para celebrar una parranda de varios días en la que destruyen gran parte del mobiliario de la casa. Amaranta, por su parte, consigue que sus sobrinos la acompañen a celebrar el Miércoles de ceniza a la iglesia, pero cuando se realiza la liturgia y les marcan la frente con una cruz de ceniza, el signo les queda adherido en la piel y no se lo pueden sacar nunca. Finalmente, el coronel termina por disfrutar de la presencia de sus hijos y antes de que se vayan les regala un pescadito de oro a cada uno. Por su parte, Aureliano Segundo consigue que uno de ellos, Aureliano Triste, se quede a trabajar con él.
Meses más tarde, Aureliano Triste instala una fábrica de hielo en las afueras del pueblo, sueño que una vez tuvo el bisabuelo José Arcadio Buendía. Un día, mientras busca un hogar para establecerse definitivamente, se encuentra con una propiedad ganada por la naturaleza. Cuando consigue abrir la puerta, resulta que era la casa de Rebeca, quien se encuentra sentada en el interior con “el pellejo del rostro agrietado por la aridez de la soledad” (252). La mujer lo echa del lugar mostrándole un arma. Luego, cuando le habla a la familia de ella, Aureliano Segundo intenta llevarla a vivir con ellos, pero Rebeca se resiste.
Meses después, los hijos del coronel vuelven de visita y le arreglan el exterior de la casa; no así el interior, porque ella no lo permite. En esa oportunidad, Aureliano Centeno se queda en Macondo para trabajar en la fábrica de hielo con su medio hermano. Su presencia acelera tanto la producción que Aureliano Triste decide hacer llegar el ferrocarril a Macondo, con el objetivo de expandir la industria. Pasado el verano, llega el tren.
Capítulo 12
La llegada del ferrocarril cambia por completo la realidad de Macondo. La gente descubre el cine, el gramófono y el teléfono, y un sinfín de nuevos empresarios, extranjeros y comerciantes llegan cada miércoles en el tren con novedades para vender.
Un día se presenta Mr. Herbert, un gringo que ofrece un servicio de paseos en globo aerostático, pero nadie lo demanda porque es considerado un retroceso respecto a las esteras voladoras que habían traído los gitanos hacía décadas. Pese a ello, cuando Aureliano Secundo lo encuentra, lo invita a comer a la casa de los Buendía. Allí, el hombre prueba los bananos en el almuerzo y queda asombrado por su calidad, al punto de que decide construir una plantación para su comercialización.
A los pocos meses, Macondo se llena de gringos que vienen con el ferrocarril, entre los que destaca el señor Jack Brown, un acaudalado empresario socio de Mr. Herbert. Los foráneos construyen un pueblo aparte, cercado por una malla eléctrica, al otro lado de las vías. Con su presencia, modifican el régimen de lluvias, apresuran el ciclo de cosechas y mueven el río de su sitio. En esos días, otros dos hijos del coronel Aureliano se instalan en Macondo. Cuando les preguntan el motivo, responden: “Porque todo el mundo viene” (264).
La única que permanece ajena a los cambios es Remedios, la bella. Luego de que le insistan con que deje de caminar desnuda por la casa y se peine la inmensa cabellera que le llega hasta las rodillas, la joven termina por hacerse un precario camisón y raparse el pelo para evitar molestias. Sin embargo, todas las maniobras que realiza para que la dejen vivir en paz son recibidas por los hombres de Macondo como provocaciones, lo que acentúa el deseo generalizado hacia ella.
Además, Remedios despide un olor natural inconfundible que hace que todos sepan con certeza los lugares por donde ella transita. En esos tiempos, adquiere la costumbre de darse largos baños en la sala de aseo de la casa, cuyo interior se encuentra plagado de alacranes que ella aplasta por diversión. Un día, un forastero se trepa por la pared para espiarla y, cuando Remedios lo descubre, le advierte que puede caerse porque las tejas están podridas. Lejos de prestarle atención, el hombre intenta meterse al baño para alcanzarla, pero el techo cede y se rompe el cráneo contra el piso. De su herida no surge sangre sino un aceite que emana el olor de Remedios, lo que comprueba que sigue atormentando a los hombres más allá de la muerte.
Días después, Remedios sale a visitar las plantaciones de banano y su fragancia atrae a los trabajadores como “un tropel de machos feroces” (269). Afortunadamente, los cuatro hijos del coronel alcanzan a salvarla. En el proceso, uno de los hombres le llega a “agredir el vientre con una mano” (269) a Remedios. Esa noche, mientras se jacta de ello con otros sujetos, la imprevista patada de un caballo le destroza el cuerpo. A partir de entonces, comienza a circular el rumor de que Remedios posee poderes mortales.
Tiempo después, Fernanda le pide a las mujeres de la casa que la ayuden a doblar sus finas sábanas en el jardín. En ese momento, Amaranta advierte que Remedios está demasiado pálida, pero cuando le pregunta cómo se siente, la joven responde que nunca se había sentido mejor. Cuando termina de decirlo, “un delicado viento de luz” (271) arrastra las sábanas hacia el cielo y con ellas a Remedios, que aún las sostenía. Solo Úrsula llega a saludarla con la mano mientras se eleva hasta perderse “entre el deslumbrante aleteo de las sábanas” (272).
Macondo aún no termina de superar el milagro de Remedios cuando el pueblo cae a la merced tiránica de la compañía bananera, y todos los gobernantes locales son sustituidos por feroces funcionarios foráneos que responden a los intereses de los nuevos empresarios. Los policías son reemplazados por sicarios que un día asesinan a machetazos a un niño junto a su abuelo porque el pequeño había manchado accidentalmente a uno de los oficiales con refresco. Dominado por la furia, el coronel Aureliano Buendía exclama que va a juntar a sus hijos para acabar con todos los gringos que los están invadiendo.
Como consecuencia, dieciséis de los diecisiete hijos del coronel Aureliano Buendía son asesinados por criminales anónimos que les disparan en la cruz de ceniza que tienen tatuada en la frente. El coronel Aureliano se derrumba por la noticia y tiene la intención de volver a declararle la guerra a los conservadores. Cuando visita a su avejentado amigo Gerineldo Márquez, quien nunca dejó de tener contacto con la facción revolucionaria, este tiene un “estremecimiento de compasión” (279) por Aureliano, al considerar su empresa como una locura de un hombre senil.
Análisis
Luego del ascenso y la caída del coronel Aureliano, la tríada conformada por Fernanda del Carpio, Aureliano Segundo y Petra Cotes presenta el argumento principal de los acontecimientos narrados del Capítulo 11. De un modo similar al que se presentaba la relación entre Úrsula Iguarán y Pilar Ternera, Fernanda y Petra conforman un par de dobles opuestos. Fernanda se nos muestra como un personaje rígido y conservador, aferrada a la moral religiosa y proveniente de una familia aristocrática que ha caído en la miseria. Pilar representa todo lo opuesto: ella es una mujer libre moral y sexualmente, y tiene un origen humilde que vira hacia la abundancia gracias a la relación mágica que tiene con los animales, cuya reproducción extraordinaria los enriquece, a ella y a Aureliano, en pocos meses.
La presencia de Fernanda comienza disminuir la histórica hospitalidad que la casa tuvo siempre desde sus orígenes. A su vez, los regalos enviados por su padre -que eran “en realidad, los últimos desperdicios del patrimonio señorial” (246)-, transforman el hogar en una réplica de la lúgubre mansión de los del Carpio: “Poco a poco, el resplandor funerario de la antigua y helada mansión se fue trasladando a la luminosa casa de los Buendía” (246). Como consecuencia, la casa de Petra Cotes se presenta para Aureliano Segundo como el único espacio libre de la rigidez de su esposa.
El Capítulo 11 finaliza con un acontecimiento que, vinculado al tema del progreso, cambia por completo la organización social, política, económica y cultural del pueblo: la llegada de “El inocente tren amarillo que tantas incertidumbres y evidencias, y tanto halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias había de llevar a Macondo” (256). Consecuencia de su llegada, a lo largo del Capítulo 12 se produce la última etapa civilizatoria del lugar: el periodo de la compañía bananera. Macondo se transforma ahora en una ciudad.
La llegada del ferrocarril trae consigo nuevos y multitudinarios grupos de inmigrantes, quienes comienzan a convivir con los criollos, nativos y árabes que había hasta entonces en el pueblo. Entre ellos, destacan los gringos foráneos como Mr. Herbert y el señor Jack Brown, quienes empiezan a explotar los recursos naturales del pueblo para el cultivo y la comercialización del banano. Los gringos crean la compañía bananera, instalan un pueblo aparte al lado de las vías y atraen un gran caudal de inmigrantes obreros. En este sentido, la llegada del tren coincide con el periodo de industrialización de Macondo, periodo en el que se genera una nueva división social en la ciudad. De este modo, la aparición de las industrias de producción masiva, como la compañía bananera y la fábrica de hielo genera, a su vez, nuevos tipos sociales en Macondo, como el obrero y el patrón.
Los nuevos foráneos, además, se insertan en el poder político de Macondo y reemplazan a los policías locales por mercenarios violentos que solo responden ante ellos. La presencia de estos policías reaviva el espíritu revolucionario del coronel Aureliano Buendía, quien amenaza a las autoridades, desencadenando así el asesinato de la mayoría de sus hijos, con quienes había comenzado a encariñarse. La relación entre la violencia estatal y el compromiso político del coronel se vincula aquí con el movimiento cíclico del tiempo en la novela, tal cual fue analizado en el tema “El tiempo”. Recordemos, en este punto, que el coronel se había involucrado en el pasado en la guerra contra los conservadores luego de observar a un grupo de soldados asesinar a una mujer a culatazos.
A su vez, el carácter permanente de la cruz de ceniza en sus hijos posee un rasgo sobrenatural que, siguiendo la clasificación de Mario Vargas Llosa, puede ser definido como milagroso. En este punto, el milagro de la marca divina en la frente de los Aurelianos presenta un perverso costado irónico, si consideramos que son esas mismas marcas las que funcionan como blanco de tiro para sus asesinos, quienes apuntan “al centro de sus cruces de ceniza” (274).
Otros elementos sobrenaturales sobresalen en estos capítulos. En primera instancia, se presenta en el poder que tiene la compañía bananera para modificar el territorio: “Dotados de recursos que en otra época estuvieron reservados a la Divina Providencia, modificaron el régimen de lluvias, apresuraron el ciclo de las cosechas, y quitaron el río de donde siempre estuvo” (261).
Por otro lado, la mortalmente hermosa Remedios ejerce un poder sobrenatural sobre los hombres, aunque de forma inconsciente y a pesar de su propio desinterés. En este sentido, las respuestas de la joven para evitar la atracción que produce en los hombres posee nuevamente un componente irónico: cuando Remedios empieza a afearse deliberadamente para que la dejen tranquila, ellos consideran sus actos como una provocación sexual, lo que aumenta su interés hacia ella.
La hermosura de Remedios lleva a los hombres a morir de amor o a perderse en la locura, y ello arraiga en el pueblo la superstición de que “Remedios, la bella, poseía poderes de muerte” (269). Además, la joven desprende un aroma que hace fácil seguir su rastro mucho tiempo después de que se haya ido. De hecho, cuando se le parte el cráneo al hombre que intenta forzarla en el baño, el aceite que derrama su cerebro despide el mismo olor de Remedios, “que seguía torturando a los hombres más allá de la muerte” (268). Cabe destacar la presencia de los alacranes en esta escena, animales que simbolizan el mal, el peligro y, en su grado máximo, la muerte. La presencia de estos arácnidos en la novela volverá a aparecer en otras oportunidades.
Por último, el ascenso de Remedios debe ser considerado como un suceso milagroso. En este caso, su desaparición hace referencia a la asunción de la Virgen María en el imaginario católico, quien se eleva en cuerpo y alma, virgen y sin atravesar la muerte, hacia el cielo.