Resumen
Capítulo 13
Mientras prepara a Meme para que vaya a la escuela de monjas y al pequeño José Arcadio para enviarlo al seminario religioso donde finalizará su formación papal, Úrsula comienza a notar un “progresivo desgaste del tiempo” (281) que hace que no le alcancen las horas como lo hacían cuando era joven. Para entonces, Úrsula se resiste a envejecer pese a que ya perdió la cuenta de sus años y a que está casi ciega, cosa que no le confiesa a nadie para no quedar como una inútil. Para que no la descubran, entrena sus otros cuatro sentidos y con ellos adquiere tanto conocimiento sobre el orden de la casa que hasta ella misma olvida su ceguera. También descubre en esos días que todos los miembros de la familia realizan una y otra vez las mismas acciones, por lo que le resulta fácil anticipar las actividades de la casa.
Más aún, la oscuridad de la ceguera trae consigo una increíble claridad a la hora de analizar a su familia. Así descubre que el coronel Aureliano no le había perdido el cariño a todos a causa de la guerra, sino que desde siempre había sido un hombre incapacitado para el amor. En cuanto a Amaranta, aunque siempre la había tenido por una mujer amarga y de corazón frío, ahora descubre que es la mujer más tierna que haya existido jamás, aunque con una cobardía invencible. Los tormentos a Pietro Crespi y Gerineldo Márquez fueron el resultado de una batalla entre su infinita capacidad de dar amor y el propio miedo a su atormentado corazón. Pese a su nueva claridad, Úrsula se siente sola y cansada de tantos esfuerzos y recuerdos acumulados en el cuerpo a través del tiempo. Un día, el enojo la lleva a gritar “¡Carajo!” (288) a viva voz, lo que sorprende a Amaranta, que nunca la había oído insultar en su vida.
Tres meses después del establecimiento de Meme en la escuela de monjas, la casa queda a merced de las decisiones de Fernanda, quien aprovecha la vejez de Úrsula para terminar de imponerse. Para entonces, le prohíbe a José Arcadio Segundo visitar el lugar, debido a que este comienza a trabajar en la compañía bananera. En esos días, Amaranta empieza a confeccionar su propia mortaja fúnebre, luego de que la muerte se le presente y le diga que, al finalizarla, morirá.
Para escapar de Fernanda, Aureliano Segundo se establece definitivamente donde Petra Cotes, y allí renuevan las parrandas y los banquetes. También comienzan a realizarse los torneos de glotonería, donde gana quien más cantidad de comida logre ingerir. Aureliano Segundo resulta invicto en todas las competencias, hasta que llega de las afueras Camila Sagatimande, más conocida como “La Elefanta”. En una larga competencia entre ambos, Aureliano Segundo casi muere de una indigestión. Antes de perder el conocimiento, pide que lo lleven con su mujer para cumplir la promesa de no morir en el lecho de Petra. Desde entonces, comienza a pasar más tiempo con Fernanda.
La tristeza de la casa se esfuma con las primeras vacaciones de Meme, en las que llega con cuatro monjas y sesenta y ocho compañeras de clase, con lo que demuestra haber heredado las tendencias parranderas de su padre. La sobrepoblación en la casa es tal que tienen que pedir camas y sillas a los vecinos, y utilizan el cuarto cerrado de Melquíades como depósito de las bacinillas de las jóvenes.
El único que no se sorprende de que destinen la habitación para ese uso es el coronel Aureliano, ya que solo él es inmune al encanto que muestra a la habitación impecable y limpia, como si el gitano siguiera viviendo en ella. La misma falta de percepción tiene con el fantasma de su padre, que sigue empeñado en quedarse junto al castaño del jardín. Para entonces, el único contacto que tiene el coronel Aureliano con la familia es José Arcadio Segundo, con quien comparten la “impermeabilidad de los afectos” (300).
Años más tarde, el coronel Aureliano se encuentra trabajando en sus pescaditos de oro en el taller, cuando oye los sonidos de un circo que ingresa a Macondo. Luego de un paseo por el pueblo para visitar la novedad, vuelve a la casa para orinar en el castaño del jardín. Allí mismo, y luego de orinar, el coronel Aureliano muere.
Capítulo 14
El luto por el coronel coincide con las últimas vacaciones de Meme. Cuando llega, se entera que sus padres tuvieron otra hija, bautizada contra la voluntad de su madre como Amaranta Úrsula. El carácter divertido e infantil de Meme contrasta con la seriedad con la que toca el clavicordio, estudio en el que se especializó con el objetivo de que su madre, experta también en el instrumento, la deje tranquila. Desde niña, a Meme le molesta la rectitud de Fernanda y se siente más identificada con el carácter de su padre, por eso intenta consentirla lo suficiente como para que no la fastidie.
Desde su regreso, padre e hija comienzan a compartir el tiempo mientras pasean, van al cine y hacen compras juntos. Además, Aureliano Segundo consiente todos los pedidos que su hija le hace. Esto pone celosa a Petra quien, aunque nunca sintió celos por Fernanda, siente que la complicidad de Aureliano con Meme le puede hacer perder a su amante. Sin embargo, nada le interesa menos a Meme que alejar a su padre de Petra.
Una vez en Macondo, Meme entabla amistad con varias norteamericanas que viven en el barrio de los empresarios bananeros. Una de ellas, Patricia Brown, le abre las puertas al barrio cerrado y juntas comienzan a ir a los bailes que allí se realizan. Con el tiempo, Meme se forma en las costumbres e intereses de los foráneos y hasta aprende a hablar el idioma inglés.
Para entonces, Amaranta está por finalizar su mortaja fúnebre. La concentración de la empresa le hace olvidar, poco a poco, los resentimientos y nostalgias que la aquejaron durante toda su vida. Llega al punto, incluso, de olvidar el odio hacia Rebeca y la tristeza de haber rechazado a Pietro y a Gerineldo Márquez. Ello le hace comprender la obsesión que tuvo el coronel Aureliano en la producción de los pescaditos de oro: el trabajo sin distracciones les permitió a ambos acallar la amargura enquistada en su interior.
En sus últimos días, Amaranta circula el rumor de su muerte por todo Macondo para darles la oportunidad a sus habitantes de llevarle cartas y mensajes para los muertos. Con esta acción, Amaranta busca reparar una vida entera de mezquindad. Finalmente llega el día y la hora fijada, y Amaranta muere en su cama rodeada del correo para los muertos de los innumerables habitantes de Macondo. La encuentran en su cama con la venda negra aún en la mano, accesorio que la identificó durante toda su vida, y que Amaranta sostuvo como supuesta prueba de su virginidad.
Úrsula no vuelve a levantarse de la cama luego de la muerte de su hija. Sin embargo, gracias a la ayuda de Santa Sofía de la Piedad, a la ropa que le regala Aureliano Segundo y a las visitas de la pequeña Amaranta Úrsula -con quien se encariñó debido a que son muy parecidas-, no le resulta necesario salir de la habitación. Entre el silencio y la oscuridad de su ceguera, sus otros sentidos le alcanzan para saber todo lo que sucede en la casa. Así descubre, por ejemplo, que Meme tiene un amorío debido a las vueltas y caminatas sin sentido que realiza la bisnieta en la habitación contigua.
La sospecha de Úrsula sobre Meme es cierta: la joven mantiene una relación en secreto con Mauricio Babilonia, un aprendiz de mecánico que conoció en los talleres de la compañía bananera. Aunque al principio Meme recela al hombre ya que le parece arrogante, pronto se hacen inseparables y ella comienza a mentir y a dar excusas inverosímiles para encontrarse con él a escondidas. Además, cada vez que Mauricio aparece, un centenar de mariposas amarillas se presentan junto a él, fastidiando a todos los presentes. Finalmente, Fernanda sospecha de su hija y la persigue hasta el cine, donde sorprende a los amantes y luego encierra a Meme en una de las habitaciones de la casa.
Durante su encierro, Meme actúa normal y continúa negando el romance, incluso a su padre. Sin embargo, todos los días aprovecha para encontrarse a escondidas con Mauricio en la sala de aseo de la casa y con la excusa de ir a tomar un baño. Un día, desconcertada por la cantidad de mariposas amarillas que atestan el hogar, Fernanda vuelve a sospechar de su hija. Para comprobar sus sospechas, le pide a las autoridades de Macondo que pongan un guardia nocturno en el traspatio con la excusa de que un ladrón de gallinas estuvo ingresando a la casa. La tarde siguiente, mientras Meme espera desnuda en el baño rodeada de alacranes y mariposas amarillas, un guardia nocturno le dispara a Mauricio en la columna vertebral. El hombre no vuelve a levantarse. Muchos años después, muere en la soledad y en la vejez, postrado en una cama de la que nunca pudo salir y acusado públicamente por ser un ladrón de gallinas.
Análisis
A lo largo de los capítulos 13 y 14 comienza a relatarse el envejecimiento de Úrsula, proceso que ella atraviesa con frustración y enojo. Cuando siente que ya no le alcanzan ni el tiempo ni la energía para ocuparse de cosas que antes resolvía sin problemas, el sentimiento de impotencia la lleva a insultar en voz alta, provocando el siguiente diálogo con Amaranta:
—¡Dónde está! —preguntó alarmada.
—¿Qué?
—¡El animal! —aclaró Amaranta.
Úrsula se puso un dedo en el corazón.
—Aquí —dijo.
(288)
En este pasaje, Amaranta se asusta al pensar que a su madre la ha atacado un alacrán. Sin embargo, cuando le pregunta la ubicación del arácnido, Úrsula señala su propio pecho. Aquí, la mención al animal en el corazón representa metafóricamente la amargura acumulada por Úrsula a través de los años, frustraciones y enojos que siempre hubo de reprimir con el objeto de mantener a la familia a flote.
A su vez, la asociación entre los alacranes y otros acontecimientos negativos -presente ya desde el Capítulo 12 en la escena del intruso en el baño de Remedios- se nos vuelve a mostrar hacia el final del Capítulo 14: “Meme lo esperaba, desnuda y temblando de amor entre los alacranes y las mariposas, como lo había hecho casi todas las noches de los últimos meses. Un proyectil incrustado en la columna vertebral lo redujo a cama por el resto de su vida. Murió de viejo en la soledad, (...) atormentado por los recuerdos y por las mariposas amarillas” (332).
Aquí, la imagen de los alacranes se suma a la de las mariposas amarillas para representar nuevamente el tópico de la fatalidad del amor. Si los alacranes se relacionan en su grado máximo a la fatalidad -en el caso de Mauricio Babilonia: la muerte en vida-, las mariposas amarillas que siguen al muchacho vienen a representar su amor por Meme Buendía.
Las mariposas, en este punto, poseen en el vínculo amoroso de la pareja una significación positiva que debemos relacionar, a su vez, con los temas de lo sobrenatural y la naturaleza. Sin embargo, con Mauricio postrado y la pareja separada por culpa de Fernanda, las mariposas pierden ese valor positivo y se transforman ahora en una manifestación tormentosa de la soledad y el recuerdo nostálgico.
Volviendo al caso de Úrsula, pese al cansancio, a la ceguera y a la tristeza de todos los duelos acumulados en la casa a través de los años, la vejez que la aqueja trae consigo una nueva claridad sobre las cosas. En este punto, la presencia del tema del conocimiento ocupa un lugar central en los cambios que atraviesa la mujer. Por un lado, le permite advertir nuevamente la temporalidad cíclica que rige el comportamiento de todos en la casa, al punto que puede anticipar sus movimientos pese a su ceguera: “Cada miembro de la familia repetía todos los días, sin darse cuenta, los mismos recorridos, los mismos actos y casi repetía las mismas palabras a la misma hora” (283). Por el otro, la falta del sentido de la visión exterior le despierta otra forma de la vista, esta vez interior, mediante la cual logra desentrañar las verdades ocultas de sus hijos. Así descubre, por ejemplo, que Aureliano era “simplemente un hombre incapacitado para el amor” y Amaranta, pese a su apariencia amargada, “era la mujer más tierna que había existido jamás” (285).
En estos capítulos se produce la muerte de los últimos hijos vivos de Úrsula: el coronel Aureliano Buendía y Amaranta. La muerte alcanza al coronel en un momento de su vida en el que ya no le queda nada por qué vivir. Sus años de militar lo han dejado con una interioridad vacía que él llena abocándose en la producción de sus pescaditos de oro. Para entonces, el adormecimiento espiritual de Aureliano no le permite siquiera percibir los sucesos sobrenaturales de la casa que otros miembros de la familia sí perciben. Por ejemplo, no puede detectar que el cuarto de Melquíades sigue impecable como en los tiempos del gitano, ni percibir tampoco al fantasma de su padre en el castaño del jardín. De hecho, la muerte lo encuentra cuando él va a orinar al árbol donde continúa habitando el fantasma de José Arcadio.
En cuanto al fin de Amaranta Buendía, su fallecimiento es rigurosamente planificado por ella misma mientras se aboca a la tarea de elaborar la mortaja fúnebre que le solicitó la propia muerte personificada. Al igual que con “el círculo vicioso con los pescaditos de oro del coronel Aureliano Buendía” (318), el trabajo con la mortaja le permite a Amaranta hacer las paces con su pasado: “El mundo se redujo a la superficie de su piel, y el interior quedó a salvo de toda amargura” (318). La cercanía de la muerte, a diferencia de la del coronel Aureliano, tiene un efecto reivindicativo en Amaranta, efecto que le permite irse libre de resentimientos. A esta reconciliación con la vida, Amaranta le suma “un último favor al mundo” que considera puede liberarla de “toda una vida de mezquindad” (319): la entrega de la correspondencia para los muertos.
Para finalizar, cabe destacar un hecho en relación a la venda negra con la que muere este personaje. Amaranta sostiene, antes de morir, que la venda es la prueba irrefutable de su virginidad: “—Que nadie se haga ilusiones —gritó, para que la oyera Fernanda—. Amaranta Buendía se va de este mundo como vino—” (321). Esta afirmación contiene, en realidad, un elemento irónico desde el momento en que todos piensan que Amaranta muere virgen, cuando en realidad se acostó por muchos años con su sobrino, Aureliano José. En realidad, la venda negra funciona en la novela, no como una prueba de su virginidad, como ella sostiene, sino como símbolo de su interioridad dolida.