"Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaba por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo".
Este fragmento corresponde al primer párrafo de la novela, momento en el que se presenta Macondo con la llegada de sus primeros fundadores: Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía. La cita es relevante porque ofrece una imagen de Macondo antes de las múltiples transformaciones que ocasiona el progreso sobre el paisaje. La aldea se presenta como un lugar sin historia ni pasado -de aquí la referencia a los ‘huevos prehistóricos’- en la que el matrimonio Buendía puede comenzar de cero, escapando de la culpa del incesto y el asesinato de Prudencio Aguilar en manos de José Arcadio.
Este paisaje remite a la idea del paraíso de la tradición judeocristiana, en el que aparecen la primera mujer y el primer hombre, Eva y Adán. Bajo esta perspectiva, la mención a las cosas que carecen de nombre refiere al Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento, en el que Adán tiene que nombrar a los animales por primera vez. El tema del tiempo, como vemos, aparece tematizado desde el comienzo de la novela al presentar Macondo como el punto cero desde el cual se desarrollará toda una civilización.
"Al conocer el nombre de la novia, sin embargo, José Arcadio Buendía enrojeció de indignación. «El amor es una peste», tronó".
José Arcadio Buendía se indigna ante la noticia de que su hijo Aureliano pretende casarse con Remedios, la hija del corregidor don Apolinar Moscote, un funcionario público que había mandado el gobierno. Aunque Remedios Moscote es tan solo una niña, no es eso lo que molesta a José Arcadio. Lo que verdaderamente le indigna es el hecho de que está enemistado con Moscote debido a que pretendía imponer una ley externa en un pueblo que había sido creado sin ayuda del gobierno y donde todos vivían pacíficamente.
Más allá de lo mencionado, la cita es relevante porque ilustra el tema de la fatalidad del amor, una constante a lo largo de toda la novela: tiempo después de casarse, la pequeña Remedios muere “envenenada por su propia sangre con un par de gemelos atravesados en el vientre” (107).
A su vez, este pasaje parece anticipar otros sucesos de la novela en los que el amor conduce inexorablemente hacia un destino trágico: paralelamente a la muerte de Remedios, el amor por Amaranta lleva al suicidio a Pietro Crespi. Todos los hombres que intentan ganarse el amor de Remedios, la bella, mueren en forma imprevista. Mauricio Babilonia termina postrado en soledad y de por vida por encontrarse en secreto con Meme Buendía. Su hijo, Aureliano Babilonia, compara su amor por Amaranta Úrsula con un “terrible animal parasitario” (446). Más aún -y entre otros ejemplos-, el fin de la estirpe de los Buendía se encuentra predestinado como consecuencia de las relaciones incestuosas entre miembros de la familia.
"El padre Nicanor, que jamás había visto de ese modo el juego de damas, no pudo volverlo a jugar. Cada vez más asombrado de la lucidez de José Arcadio Buendía, le preguntó cómo era posible que lo tuvieran amarrado a un árbol.
—Hoc est simplicisimum —contestó él—: porque estoy loco.
Desde entonces, preocupado por su propia fe, el cura no volvió a visitarlo".
Luego de conocer a José Arcadio en la casa de los Buendía, el padre Nicanor Reyna comienza a visitarlo en el castaño donde lo tienen amarrado. Rápidamente, los hombres comienzan a entablar una amistad, producto del interés del padre en convertirlo al cristianismo y de la afinidad intelectual entre ambos. Un día, al percatarse de la inteligencia de José Arcadio, se produce el fragmento citado en el que José Arcadio le responde en latín -la lengua en que se dictan las misas cristianas- que está atado a causa de su locura. La respuesta le hace pensar al padre Nicanor que quizá él mismo esté también loco, motivo por el cual deja de visitar a su amigo.
El fragmento es relevante porque tematiza el vínculo entre conocimiento y locura que, llevado a su grado más extremo, produce la aniquilación de la fe, en el caso de Nicanor Reyna, y de la cordura, en el caso de José Arcadio Buendía. A su vez, la cita presenta una tensión, aún vigente, que tiene un gran protagonismo en las corrientes de pensamiento occidental durante los últimos siglos: la oposición entre religión y ciencia. Cabe destacar que esta cita no representa la única instancia de tematización de esta oposición en el personaje de José Arcadio. Desde la llegada de Melquíades a Macondo, José Arcadio siempre intenta utilizar las innovaciones tecnológicas para probar la existencia de Dios, sin resultados que la confirmen.
"Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para su ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas (...). Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro".
Este pasaje se produce luego de la muerte de José Arcadio Buendía y presenta una entre tantas instancias en las que la naturaleza responde en forma inaudita a los acontecimientos que atraviesan los personajes. Tal como analizamos en el símboo “La naturaleza”, la presencia del entorno natural en Macondo no solo opera como un marco espacial del relato, sino que representa en forma simbólica el paso del tiempo y su potencial destructivo. En este punto, la cita reúne varios temas en forma simultánea: la naturaleza, en primera instancia; lo sobrenatural, si entendemos la lluvia de flores como un suceso inaudito; y el tiempo, si consideramos la muerte como aquella marca temporal que pauta el fin de la vida.
La correspondencia entre la vejez y la naturaleza no se agota, sin embargo, en este fragmento citado, sino que se reitera en varias oportunidades a través de la novela. Unas páginas antes, cuando lo ingresan agonizante a la casa, se nos ofrece la siguiente imagen: “Un tufo de hongos tiernos, de flor de palo, de antigua y reconcentrada intemperie impregnó el aire del dormitorio cuando empezó a respirarlo el viejo colosal macerado por el sol y la lluvia” (164).
"Mientras los Aurelianos eran retraídos, pero de mentalidad lúcida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico".
Úrsula reflexiona en este pasaje acerca de la repetición cíclica de personalidades entre los integrantes de la familia. La reflexión se produce a razón del nacimiento del primer hijo de Aureliano Segundo, a quien deciden bautizar bajo el nombre de José Arcadio. Esta elección le produce a Úrsula “un vago sentimiento de zozobra” (211), ya que su experiencia le hace temer por el destino del niño que portará ese nombre.
Lo que prevalece aquí es la relación entre los temas del tiempo y de la estirpe familiar. En el tema “El tiempo”, analizamos el modo en que Cien años de soledad discurre en distintos niveles temporales, siendo el tiempo cíclico uno de ellos. El carácter cíclico del tiempo se expresa en la repetición de personalidades y sucesos en la historia familiar de los Buendía, repetición que finaliza con la aniquilación de Macondo en el capítulo final.
Cabe destacar que el caso de los gemelos José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo no parece respetar la regla de la repetición mencionada por Úrsula. Sin embargo, ello se explica en el hecho de que, de niños, los gemelos jugaban a intercambiar sus identidades para confundir al resto, llegando incluso a confundirse ellos mismos. La mezcla de identidades se restablece en el momento de sus muertes, cuando les intercambian accidentalmente las tumbas.
"El inocente tren amarillo que tantas incertidumbres y evidencias, y tantos halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias había de llevar a Macondo".
En este pasaje se narra la llegada del primer ferrocarril a Macondo, luego de que Aureliano Triste cayera en la cuenta de que necesitaba expandir su fábrica de hielo hacia otras poblaciones: “Fue entonces cuando concibió el paso decisivo no solo para la modernización de su industria, sino para vincular la población con el resto del mundo” (255).
La llegada del ferrocarril supone un antes y un después en la organización social, política, económica y cultural Macondo, debemos analizarla haciendo foco en el tema del progreso. Su presencia arrastra consigo un nuevo afluente de inmigrantes que comienzan a convivir con los criollos, nativos y árabes que había previamente en el pueblo. Entre los nuevos inmigrantes, destacan los gringos foráneos que descubren el potencial de la tierra para el cultivo del banano. Al tiempo de su llegada, los gringos se establecen en un pueblo aparte al lado de Macondo, crean la compañía bananera, se involucran con el poder político de la ciudad y, finalmente, son responsables de la matanza de huelguistas conocida como la ‘Masacre de las bananeras’.
"Meme lo esperaba, desnuda y temblando de amor entre los alacranes y las mariposas, como lo había hecho casi todas las noches de los últimos meses. Un proyectil incrustado en la columna vertebral lo redujo a cama por el resto de su vida. Murió de viejo en la soledad, (...) atormentado por los recuerdos y por las mariposas amarillas".
Aquí, el tema de la fatalidad del amor se nos muestra asociado al de la naturaleza mientras se narran las consecuencias de los encuentros amorosos que tenían a escondidas Meme Buendía y Mauricio Babilonia. En este caso, la presencia simbólica y maravillosa de la naturaleza se vincula con dos figuras distintas: por un lado, las mariposas amarillas, esos insectos que anticipan la llegada de Mauricio y se relacionan con el amor de la pareja; por el otro, tenemos los alacranes, esos arácnidos que aparecen en varios momentos de la novela asociados a la muerte o a la fatalidad.
Nuevamente, la soledad como un destino ineludible cae sobre la estirpe de los Buendía y aquellos que, como Mauricio, se atreven a amar a los integrantes de la familia. Mauricio muere solo y atormentado por las mariposas que, antes del disparo, acompañaban la pasión de los amantes. Meme, por su parte, deja de hablar cuando se entera de lo sucedido con Mauricio, y termina enclaustrada y sola, por obra de su madre, en un convento de monjas en las afueras de Macondo.
"Una semana después seguía lloviendo. La versión oficial, mil veces repetida y machacada en todo el país por cuanto medio de divulgación encontró el gobierno a su alcance, terminó por imponerse: no hubo muertos, los trabajadores satisfechos habían vuelto con sus familias, y la compañía bananera suspendía actividades mientras pasaba la lluvia".
Durante el Capítulo 15 se desarrolla con mucho detalle la violencia estatal que, promovida por los intereses económicos de la compañía bananera, se ejerce contra los trabajadores del banano en Macondo, y que culmina con la masacre de los huelguistas en la plaza central de la ciudad. Esta cita ejemplifica el modo en que dicha violencia se perpetúa, más allá del asesinato de los trabajadores, a partir del borramiento de la injusticia realizada por el ejército de la memoria del pueblo de Macondo.
Más allá de la centralidad del tema del conocimiento -presentado aquí como la oposición entre el recuerdo de la masacre y su olvido masivo-, podemos encontrar otros temas presentes en la cita.
Por un lado, tanto el cambio en el orden económico de Macondo, impulsado por la aparición de la compañía bananera, como la presencia de la figura de los ‘medios de divulgación’ se vinculan, en este punto, con el tema del progreso. Es decir, ambas transformaciones se producen como consecuencia del desarrollo tecnológico y la apertura de Macondo hacia el mundo generada a partir de la llegada del ferrocarril.
Por otro lado, cabe mencionar que la compañía bananera tiene la capacidad de incidir en la geografía de Macondo de un modo casi sobrenatural: “Dotados de recursos que en otra época estuvieron reservados a la Divina Providencia, modificaron el régimen de lluvias” (261). De este modo, podríamos considerar que ese largo diluvio no es más que otra de sus estrategias para mantener la calma luego de la matanza.
"No había ningún misterio en el corazón de un Buendía que fuera impenetrable para ella, porque un siglo de naipes y de experiencia le había enseñado que la historia de la familia era un engranaje de repeticiones irreparables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje".
Pocos pasajes ilustran como este el carácter cíclico que posee el tiempo en Cien años de soledad. La cita se produce cuando Aureliano Babilonia conoce a Pilar Ternera y le termina confesando el amor que siente por Amaranta Úrsula, su tía. Lo que él desconoce es que Pilar no solo está mejor informada que él acerca de la historia de su familia, sino que también es su tatarabuela.
La caracterización del tiempo como una maquinaria giratoria ya había sido presentada con anterioridad por José Arcadio Buendía, el día en que descubre que siempre era marzo y lunes en el cuarto de Melquíades. Ese descubrimiento lo lleva a volverse loco, motivo por el cual termina atado hasta el día de su muerte en el castaño de la casa. La cita, por su parte, anticipa el fin de esta temporalidad circular, que coincide con el borramiento de Macondo de la faz de la tierra. Por último, este pasaje pone de manifiesto la importancia del tema del conocimiento en la novela. Pilar Ternera es una mujer de una inmensa sabiduría que se alimenta de dos fuentes distintas: las barajas, vinculadas al tema de lo sobrenatural, y la experiencia, vinculada al tema del tiempo. En este último aspecto, su sabiduría se asemeja a la de Úrsula Iguarán, a quien la experiencia la lleva a mencionar en múltiples oportunidades el carácter cíclico de la historia y el destino repetitivo en los distintos integrantes de la familia.
"El aquel Macondo olvidado hasta por los pájaros, donde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar, recluidos por la soledad y el amor y por la soledad del amor en una casa donde era casi imposible dormir por el estruendo de las hormigas coloradas, Aureliano y Amaranta Úrsula eran los únicos seres felices, y los más felices sobre la tierra".
Este pasaje nos ofrece una imagen de Macondo en sus últimos días. Para entonces, la fuerza destructiva de la naturaleza, encarnada primero por un diluvio de años y luego por una extensa sequía, ha acabado con casi todo. En medio de la degradación del pueblo, con la casa de los Buendía devorada por las alimañas y las plantas, el amor entre Aureliano y Amaranta permanece inmune a las inclemencias del paisaje.
Aquí, la alianza entre los temas del tiempo y la naturaleza ocupa un lugar central: los pájaros, que al comienzo de la novela atraían a los gitanos con sus cantos, han olvidado a Macondo pese a los intentos de Amaranta Úrsula de repoblar la ciudad con ellos. Por otro lado, las hormigas se presentan como una amenaza cada vez más urgente, sin fastidiar por ello la indiferencia de los amantes.
Este fragmento pone de manifiesto también una relación que a primera vista parece contradictoria: la de la soledad y el amor. Pese a ello -y tal como analizamos en el tema “La soledad”-, la tematización de la soledad en la novela presenta diferentes matices y son muchas las veces en las que se manifiesta positivamente en los personajes. Otras parejas transitan también la soledad y el aislamiento como una forma de dedicación exclusiva al amor: Petra Cotes y Aureliano Segundo, y José Arcadio y Rebeca son ejemplos de ello. Además, personajes como el coronel Aureliano Buendía, Amaranta y José Arcadio Segundo solo alcanzan la paz interior cultivando una soledad sin reparos.