El viento (Imágenes visuales)
En la novela, el viento es representado en varias ocasiones como una fuerza omnipresente que acompaña a los personajes, condicionando y afectando su día a día. Efectivamente, la novela comienza con la imagen de fuertes vientos de noviembre que desnudan árboles amarillos: "En octubre hubo árboles amarillos. Después, se atrasó la hora de los relojes y los prolongados vientos de noviembre llegaron, soplaron y desnudaron los árboles" (8). Esto no solo le confiere al viento una cualidad activa y algo violenta, sino que los padecimientos que trae acompañan los padecimientos económicos que la comunidad de New Ross experimenta. El inminente invierno, anticipado por la caída de las hojas otoñales, genera condiciones climáticas difíciles. Sin embargo, la gente del pueblo no puede dejar de hacer sus tareas porque tienen que sobrevivir a la pobreza y la crisis. El hecho de que la novela se abra con esta imagen anticipa la presencia activa de la naturaleza en la novela.
Más adelante, cuando Furlong evoca los últimos días de Mrs. Wilson en el hospital, recuerda también la presencia potente de los vientos de abril: "... más allá de los enormes cristales transparentes, una ventisca de flores blancas era arrancada de los castigados cerezos y volaba" (24). Una vez más, el viento es representado mediante imágenes visuales que dan cuenta de su ferocidad y su omnipresencia, pues tanto en noviembre como en abril es un elemento común en New Ross.
El humo de las chimeneas de New Ross (Imagen visual)
Como parte del paisaje de New Ross, abundan las referencias a las chimeneas de las casas, con las que las familias soportan el crudo otoño. Ya desde el primer párrafo de la novela se describe el humo con la siguiente imagen: "En el pueblo de New Ross, de las chimeneas salía humo que se disipaba y desvanecía en extensos hilos desmelenados antes de dispersarse por los muelles" (8). Para representar cómo el humo de cada chimenea se disuelve en el aire, el narrador recurre a una metáfora, que asemeja la forma que asume el humo con un conjunto de hilos desmelenados. Podemos imaginarnos, así, cómo el humo sale de las chimeneas y, al entrar en contacto con los fuertes vientos ya descritos, su densidad se va diluyendo en el cielo, como un tejido blanco deshilachado.
Las paredes del convento (Imagen visual)
Cuando Furlong hace una de las entregas de carbón al convento, nota que el alto muro que separa el convento de St. Margaret's está cubierto de cristales rotos: "la parte superior del alto muro que separaba al convento de St. Margaret’s estaba rematada con vidrios rotos" (39). Con esta imagen, el paisaje hasta entonces bello, digno de una postal, se transforma y asume un rasgo violento. Ese mecanismo de control asemeja al edificio más con un espacio carcelario que con un lugar de refugio. Además, el hecho de que este rasgo alarmante se encuentre en el límite que separa el convento de la escuela funciona simbólicamente, mostrando que St. Margaret's y el destino de las muchachas que allí se forman está en peligro y al acecho de los abusos que las monjas avalan en su convento. Luego de que Furlong descubra a las muchachas que son explotadas allí, el lector asume que los cristales rotos se pusieron arriba de los muros para impedir que las internas intenten escapar.
El encuentro de Ned con una figura no humana (Imagen visual)
En el capítulo sexto, Furlong recuerda que una vez Ned le contó una experiencia extraña. Ned venía robándole a Mrs. Wilson para ayudar al burro hambriento de un vecino desesperado. Lo hizo en varias oportunidades, ocultando su delito con vergüenza. Sin embargo, una noche, cuando iba por el camino dispuesto a un nuevo robo, Ned se topó con "algo que no era humano, una cosa fea sin manos salió de la zanja y me bloqueó" (68). Esta imagen produce un extrañamiento en la narración, porque parece introducir un elemento fantástico, que ni Ned ni Furlong intentan explicar. El efecto es siniestro y oscuro.