Cosas pequeñas como esas

Cosas pequeñas como esas Las lavanderías de la Magdalena

Entre los siglos XVIII y XX, en Europa, Norteamérica y Australia, existieron sistemas de asilo a mujeres, supervisadas por órdenes religiosas, en las que se obligaba a las internas a realizar trabajos forzados. En Irlanda, funcionaron desde la década de 1920 las denominadas “lavanderías de la Magdalena”, y se extendieron por más tiempo que en otros países, llegando incluso hasta la década de 1990. Eran dirigidas principalmente por órdenes católicas, en connivencia con el gobierno irlandés, como parte de un programa político que se esforzaba por forjar una nación de fuerte moral católica. Parte de este trabajo implicaba reformar a las llamadas “mujeres caídas”. En efecto, estos asilos recibieron ese nombre en referencia al personaje bíblico de Santa María Magdalena, a quien se la interpretó como a una mujer caída reformada por la fe cristiana.

Muchas de las mujeres y niñas allí internadas eran madres solteras, enviadas por sus propias familias. Muchas eran reclutadas por reformadores o traídas de burdeles o barrios pobres; otras recurrían voluntariamente por ser indigentes, y algunas eran llevadas por la policía o por tribunales, como alternativa a la prisión. Bajo la supervisión de monjas católicas, estas mujeres y niñas eran obligadas a realizar trabajos físicos forzados y no remunerados, como una penitencia por violar códigos morales. A pesar de constituirse como organizaciones benéficas, las órdenes religiosas a cargo de las lavanderías las administraban como negocios con fines de lucro.

Las mujeres que trabajaban en las lavanderías denunciaron haber sufrido graves abusos. En Cosas pequeñas como esas, Keegan retrata una de las violaciones más feroces que sufrieron estas mujeres: luego de parir, las madres eran separadas de sus bebés, que en muchos casos eran dados en adopción. Sin embargo, también hay constancia de que muchos de esos bebés murieron por causas evitables. La investigadora Catherine Corless revisó registros antiguos de su ciudad natal, Tuam, en el condado de Galway, y descubrió el dato de una fosa común de niños hallada en el antiguo pozo séptico de un hogar materno-infantil. Corless descubrió que, entre 1925 y 1961, 796 niños murieron en el Hogar Materno Infantil Santa María, dirigido por monjas de la orden Bon Secours. Si bien no es seguro que ese pozo fuera usado como tumba, Corless encontró certificados de defunción sin registro de enterramiento que abonan esa posibilidad.

Al hacerse pública, la investigación de Corless enfrentó un silencio generalizado incómodo que reveló el secretismo y la vergüenza que rodea el escándalo de estos asilos. Pasó bastante tiempo hasta que se pudiera reconocer públicamente la connivencia del Estado irlandés y las instituciones religiosas con los abusos sufridos por madres e hijos. La novela de Keegan se encarga de representar ese secretismo en las advertencias que Furlong recibe de Eileen y de Mrs. Kehoe, que lo instan a no involucrarse en los asuntos del convento, y en la desaprobación que Furlong percibe en sus vecinos mientras conduce a Sarah hacia su casa.

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