Cosas pequeñas como esas

Cosas pequeñas como esas Citas y Análisis

En octubre hubo árboles amarillos. Después, se atrasó la hora de los relojes y los prolongados vientos de noviembre llegaron, soplaron y desnudaron los árboles.

Narrador, Capítulo 1

Las primeras líneas de la novela evocan directamente el paisaje natural otoñal de New Ross, en Irlanda. La primera frase, en particular, tiene un aire poético que llama la atención por su brevedad, un rasgo muy distintivo de la escritura de Keegan. Esto crea un efecto rítmico de balanceo o cascada que contrasta con la descripción que hace una segunda frase más larga. Este fragmento sitúa temporalmente los hechos narrados a través de la descripción de los vientos invernales de noviembre, a los que da un rol activo. En efecto, la presencia agobiante de la naturaleza será una constante en la novela, acompañando las acciones de los personajes y afectando sus vidas. De hecho, en esta temporada, los personajes deberán enfrentarse a la crudeza del clima y soportarlo tristemente, mientras, en paralelo, sobreviven a la crudeza de la situación económica que los aqueja.

Furlong había venido de la nada. De menos que la nada, diría alguno. Su madre, a los dieciséis años, había quedado embarazada, cuando trabajaba como empleada doméstica para Mrs. Wilson, la viuda protestante que vivía en una casona a unos pocos kilómetros del pueblo. Cuando se supo el problema de su madre, y la familia dejó en claro que ya no tendrían más que ver con ella, Mrs. Wilson, en lugar de despedirla, le dijo que debía quedarse y seguir trabajando. La mañana en que Furlong iba a nacer, fue ella quien la llevó al hospital, y la que los trajo de vuelta a la casa.

Narrador, Capítulo 2

Estos antecedentes de la madre de Furlong revelan que escapó al destino de muchas mujeres irlandesas solteras que en esa época quedaban embarazadas. Como la novela se abre con una dedicatoria a las mujeres y niños que sufrieron en las lavanderías de la Magdalena y en los hogares materno-infantiles, está claro que estas instituciones desempeñarán un papel central en el libro. La expresión "quedar embarazada" se hace eco de un signo de época que condena a las mujeres que mantienen relaciones sexuales fuera del matrimonio. Además, hace recaer exclusivamente la responsabilidad en la mujer, eludiendo cualquier responsabilidad del padre no identificado del protagonista. De hecho, como rasgo de esta misoginia generalizada, la familia de la madre de Furlong la abandona por incumplir los deberes morales de una adolescente.

En efecto, las mujeres y los niños en estas situaciones solían ser tratados como ciudadanos de segunda clase. Por eso el fragmento afirma que Furlong "había venido de la nada", en alusión a su origen indigno, de acuerdo a los valores de esta sociedad. Por suerte para él, Mrs. Wilson no adscribe a esa creencia y acoge a su madre y a él mismo, siendo un bebé. Crecer bajo el ala de Mrs. Wilson protege así a Furlong, en gran medida, de la discriminación y los abusos extremos.

Los tiempos eran duros, pero eso hacía que Furlong estuviera aún más determinado a seguir adelante, a mantener la cabeza baja y permanecer del lado correcto, y a seguir manteniendo a sus hijas, verlas progresar y completar su educación en St. Margaret’s, la única buena escuela para niñas en el pueblo.

Narrador, Capítulo 2

La alusión a tiempos duros evoca las penurias emocionales y físicas que sufre la gente como consecuencia de la pobreza y la inestabilidad económica en la novela. Estas líneas demuestran que, ya desde el comienzo, Furlong navega en un delicado equilibrio entre seguir su brújula moral intrínseca y mantenerse "del lado correcto", según lo que dicta la moralidad generalizada. Sin embargo, en este punto temprano de la novela, Furlong todavía mantiene la convicción de que, para sobrevivir en esta comunidad, es necesario adoptar esa actitud sumisa, respetuosa de lo que en esa comunidad es lo correcto. En este punto, lo que alienta al personaje a proceder de esa forma es la posibilidad de garantizar que sus hijas tengan una buena educación en St. Margaret's.

Pero la aclaración de que Margaret's es la única escuela para niñas buena de la ciudad configura un presagio del principal conflicto de la novela. Entregado a su dilema moral, Furlong deberá enfrentarse a los riesgos y las perjudiciales consecuencias para su familia que sus pensamientos y acciones pueden llegar a tener. Su dilema sobre si denunciar o no la trama de explotación que oculta el convento traerá la amenaza de que sus hijas se queden fuera de la única escuela capaz de garantizarles un progreso.

Pero, aun así, le dolió ver a una de sus hijas tan alterada por la visión de lo que otros niños ansiaban y no pudo evitar preguntarse si ella sería lo suficientemente valiente o capaz para lo que el mundo le tenía reservado.

Narrador, Capítulo 3

En esta cita, la novela revela los padecimientos interiores de Furlong. Específicamente, lo vemos sufrir cuando una de sus hijas llora luego de ver a Papá Noel, algo que otros niños anhelan. Esto demuestra hasta qué punto Furlong se preocupa por el bienestar de sus hijas. Les muestra amor y ternura, pero comprende que deben ser capaces de soportar obstáculos difíciles e implacables en sus vidas. Furlong se esfuerza por proporcionar cuidado y seguridad a sus hijas, pero lo atormenta saber que no puede protegerlas para siempre.

Una vez más, esta preocupación funciona como un anticipo dramático de lo que vendrá. Si bien la novela se cierra antes de conocer cuáles son las consecuencias del accionar de Furlong, el lector comprende que el enfrentamiento con el convento traerá para su familia, especialmente para sus hijas, mucho sufrimiento.

—Pero, si nos ocupamos solo de lo que tenemos aquí y nos mantenemos del lado correcto y no aflojamos, ninguno de nosotros tendrá que soportar jamás lo que les pasa a esas chicas. Las pusieron allí porque no tenían ni un alma en este mundo que las cuidara. Lo único que hicieron sus familias fue dejar que se convirtieran en salvajes y luego, cuando se metieron en problemas, les dieron la espalda.

Eileen, Capítulo 4

Eileen expresa su simpatía por las niñas que sufren en las lavanderías y en los hogares materno-infantiles, pero en última instancia insiste en que Furlong, ella y sus hijas no se involucren en los asuntos del convento. Mantenerse en el lado correcto y seguir adelante, tal como en capítulos previos sostenía Furlong, requiere para Eileen acatar una complicidad silenciosa, ignorando ciertos asuntos para poder seguir con la vida. Para ella, esta postura sumisa es la única capaz de garantizar la seguridad de la familia. En ese sentido, Eileen parece culpar a las familias de esas niñas por haberles dado la espalda y haber permitido que cayeran en desgracia.

Esto demuestra que el alcance de las preocupaciones de Furlong y Eileen son diferentes. Furlong se ocupa del sufrimiento ajeno, mientras que Eileen permanece ferozmente centrada en su propia familia.

—¿No te parece que las preocupaciones de Mrs. Wilson eran muy diferentes de las nuestras? —dijo Eileen—. Sentada en esa casona, con su pensión y una granja, y tu madre y Ned trabajando para ella. ¿No era una de las pocas mujeres en esta tierra que podía hacer lo que quisiera?

Eileen, Capítulo 4

En las líneas finales del cuarto capítulo, Eileen complejiza la idea que Furlong tiene de la responsabilidad personal y comunitaria al argumentar que la clase social limita enormemente, y hasta cercena, la propia capacidad de acción. En otras palabras, la riqueza es necesaria para ir contra la corriente en un entorno comunitario. Eso es, según Eileen, lo que le permitió a Mrs. Wilson acoger a la madre de Furlong, contra la moralidad imperante. Contrariamente, Eileen no cree que ella o su marido deban involucrarse en los asuntos del convento, porque esto podría amenazar su endeble posición económica. Además, oponerse a las monjas podría afectar las relaciones de los Furlong con otros habitantes del pueblo, y hasta revocar el derecho de las niñas Furlong a estudiar en St. Margaret's. Por miedo y respeto, nadie se opone directamente a las monjas o a otras personas en posiciones de poder. Hacerlo podría llevar a ser rechazado por la comunidad y eso es, según ella, solo un privilegio que puede darse alguien acomodado económicamente.

Últimamente, se inclinaba a imaginar otra vida, en otro lugar, y se preguntó si eso no era algo que había en su sangre; ¿no habría sido su propio padre uno de los que, de repente, se habían tomado el barco para Inglaterra? Parecía apropiado y al mismo tiempo profundamente injusto que gran parte de la vida quedara librada al azar.

Narrador, Capítulo 5

A pesar del agotador horario de trabajo de Furlong, sigue dedicando mucho tiempo a sus recuerdos y a su imaginación. Esto demuestra una rica vida interior, así como, quizás, cierta ansiedad respecto al sentido de la vida en general. El término "últimamente" indica, aquí, que Furlong no siempre se dedicó a este tipo de pensamientos, lo cual da cuenta de la crisis de identidad que el personaje está experimentando en esta etapa específica de su vida.

En esta cita, a las preguntas existenciales sobre su vida se superponen las dudas por la propia identidad. En efecto, la preocupación por su origen, por la identidad de su padre, y, en consecuencia, por el sentido de pertenencia que ese origen determina alimentan constantemente la lucha interior de Furlong. Mientras que Eileen parece afrontar la vida con un sentido pragmático, y defiende con determinación la necesidad de seguir adelante y no pensar para triunfar en la vida, Furlong se entrega a una reflexión que indaga en el significado profundo de las cosas y su rol en ellas.

—¿Qué tendría yo contra las niñas? —continuó—. Mi propia madre alguna vez fue una niña. Y me atrevo a decir que lo mismo debe ser cierto para usted y para la mitad de todos nuestros parientes.

Furlong, Capítulo 5

Esta cita corresponde al tenso diálogo que tienen Furlong y la Madre Superiora luego de que el primero descubra a la muchacha encerrada en condiciones inhumanas en el cobertizo del convento. En esa escena, Furlong está dispuesto a incomodar a la monja, a sabiendas de que ella está intentando manipularlo para que no revele el secreto.

Como parte de la estrategia agresiva de la Madre Superiora, ella le dice a Furlong que debe estar decepcionado por tener solo hijas mujeres y no contar con un hijo varón que perpetúe el apellido familiar. Con irreverencia, Furlong desafía los prejuicios de la Madre Superiora contra las niñas, señalando que ella también fue una. El comentario de la Madre Superiora revela una misoginia profundamente arraigada en esa sociedad, que es defendida hasta por mujeres. Su desprecio a priori por las niñas sugiere que ellas son, bajo su mirada, inherentemente impuras e inmorales. Además, revela su hipocresía, pues ella aprovecha su autoridad en la orden religiosa, no para cuidar y perdonar, sino para explotar y discriminar.

En esta escena, Keegan juega con los conceptos de género y poder al retratar a un hombre que utiliza su poder como tal para enfrentarse a la misoginia de una mujer.

... cuando la consagración terminó y llegó la hora de subir a recibir la comunión, se quedó obstinadamente donde estaba, de espaldas a la pared.

Narrador, Capítulo 6

Durante la misa, la aguda sensibilidad de Furlong ante la hipocresía (tanto en lo que respecta a sus propias acciones como a las del pueblo en su conjunto) le impide subir a comulgar. La comunión es un ritual físico que supone establecer un vínculo con Jesucristo. En él, el sacerdote les da a los participantes pan y vino, alimentos que evocan el cuerpo y la sangre de Cristo.

A nivel personal, Furlong no soporta recibir alimento espiritual porque se siente un hipócrita. Sabe que no intervino en favor de Sarah en el convento porque no preguntó por su bebé, como ella le pidió, y porque la abandonó allí, sabiendo que sigue en peligro. Este es el primer caso en el que Furlong contradice públicamente su ya mencionada determinación de seguir adelante, mantener la cabeza baja y permanecer en el lado correcto. Su acción es descrita como obstinada, dando a entender que Furlong está actuando deliberadamente, dispuesto a abandonar la actitud pasiva y sumisa que su entorno le exige.

A medida que avanzaban y se topaban con más personas que Furlong conocía y que no conocía ni reconocía, se preguntó qué sentido tenía estar vivo sin ayudarse los unos a los otros. ¿Era posible seguir adelante a lo largo de todos los años, de décadas, de toda una vida, sin ser lo suficientemente valiente como para ir en contra de lo establecido y, sin embargo, llamarse cristiano, y enfrentarse al espejo?

Narrador, Capítulo 7

En esta cita, Furlong resuelve una de las cuestiones que lo han atormentado a lo largo de la novela: ha conseguido hacer aquello que le permitirá enfrentarse a su propio reflejo, es decir, lo que es más fiel a su identidad y forma de pensar. Para llegar a este momento, Furlong toma una decisión en medio de un dilema moral que supone, en cualquiera de sus alternativas, un sacrificio. Ayudar a Sarah probablemente significará condenar a sus hijas a atravesar penurias, porque la Madre Superiora ha amenazado con negarles el derecho a estudiar en la única escuela femenina de calidad del pueblo. La alternativa a ello, es decir, el otro término de ese dilema, sería dejar a Sarah a merced de las monjas, lo cual contradice los valores más profundos de Furlong. Este sabe que no podría vivir con esta última decisión, pues comprende que el sentido de la vida se asocia a la solidaridad y la comunidad. Finalmente, las reflexiones que aquejaron a Furlong a lo largo de toda la novela se resuelven en esta acción final.