En la sangre

En la sangre En la sangre y el positivismo argentino

En la sangre, de Eugenio Cambaceres, es una novela de tesis que busca demostrar las teorías sociales positivistas dominantes en su época, especialmente aquellas vinculadas con la discriminación racial y la estigmatización del inmigrante. El narrador asume una posición análoga a la de un científico que opera sobre su objeto de estudio, en este caso el personaje de Genaro, para ofrecer una supuesta “verdad científica” sobre la realidad.

El positivismo es una corriente de pensamiento del siglo XIX basada en la confianza en el progreso mediante la razón y el conocimiento científico, cuyos métodos se extienden al estudio de la sociedad y del ser humano. Dentro de este marco se aplica el darwinismo social, es decir, la adaptación de la teoría de la evolución de Darwin para justificar jerarquías sociales y raciales, bajo la idea de la “supervivencia del más apto”. Actualmente, gran parte de estos métodos se considera pseudocientífica y se califica como “cientificista”.

En la Argentina de fines de siglo XIX, el positivismo se transforma en una ciencia de Estado, utilizada para abordar los efectos no deseados de la modernización y de la inmigración masiva. Desde esta ideología, el Estado asume un rol de observador y clasificador, asociando al inmigrante con el peligro del “contagio”, como si se tratara de una bacteria o un microbio que amenaza la salud del organismo social.

En este marco, la criminología positivista, con figuras como Cesare Lombroso, sostiene que es posible identificar al “criminal oculto” en la masa anónima de la ciudad moderna a partir de rasgos físicos y biológicos. Esta corriente postula que la delincuencia es el resultado de una herencia regresiva o “atavismo”, una supuesta vuelta a estadios primitivos de la evolución, que emparenta a los criminales con animales o “razas inferiores”. El temor a la multitud –y, en particular, a la masa inmigratoria– deriva en estrategias de intervención que buscan aislar a los sospechosos (locos, atorrantes, prostitutas, invertidos sexuales, canillitas) y separarlos de los sujetos considerados normales o sanos. Así se despliega un gran sistema de clasificación que busca inscribir cada desviación en un catálogo donde se mezclan enfermedad, locura y delito.

La figura de Genaro se construye en la novela como un ejemplar de este “tipo” criminológico. Desde su nacimiento, se enfatiza la herencia negativa transmitida por su padre, un “napolitano degradado y ruin” (72). El conventillo donde crece, descrito como un espacio hacinado y corruptor, refuerza esas perversiones innatas. A lo largo del relato, Genaro va encarnando distintos tipos de criminal: es primero un muchacho callejero y tramposo, luego un estudiante atorrante e impostor, más tarde vago y derrochador.

Cuando ambiciona ingresar a la élite criolla a través de Máxima, el protagonista se convierte en acosador, y cuando es excluido del Club del Progreso su acceso se concreta por la fuerza mediante la violación, momento en el que Máxima lo acusa de “infame” y “miserable” (121). Posteriormente, ya dentro del círculo familiar, muestra su verdadera cara siendo avaro, mezquino y especulador. Su uso del patrimonio de la élite criolla, que se inicia con el robo del dinero que el padre de Máxima tenía escondido, lo marca primero como usurpador y luego como deudor y dilapidador. Hacia el final de la novela, Máxima descubre quién es su marido y le adjudica una gran cantidad de adjetivos: “falsario”, “ladrón”, “estafador vulgar”, “bribón”, “farsante” y “cínico” (150). Por último, la novela cierra sugiriendo la posibilidad de que Genaro se convierta, eventualmente, en un asesino.

De este modo, la pendiente de degradación moral de Genaro se corresponde con una serie de etiquetas que lo encasillan en distintas categorías criminales, cada vez más graves. Su trayectoria expone el peligro de la infiltración social del advenedizo que la elite criolla no logra reconocer a tiempo. Así, En la sangre pone en escena el funcionamiento del positivismo argentino: la obsesión por clasificar al inmigrante como amenaza social, pero también la impotencia de la élite para impedir que ese “otro” se convierta en su heredero y, finalmente, en su verdugo.

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