La universidad, ámbito por excelencia del ascenso social meritocrático, se convierte en la puerta de entrada para impostor (Ironía situacional)
La universidad, que en el imaginario liberal decimonónico debía representar la vía de progreso y movilidad social a través del mérito, aparece en En la sangre como un escenario degradado y corrupto. El claustro monumental, con sus “pilares enormes” como “piernas de gigante en el cuerpo de un enano” (67), transmite una grandiosidad vacía, mientras que los estudiantes, comparados con una “vegetación de enormes hongos”, estallan en un “alarido de indios, inmenso, infernal, atronador” (ibid.), reforzando la imagen de barbarie más que de civilización.
El ingreso mismo de Genaro revela esta degradación del saber: se lo admite con apenas saber “que pronombre era el que se ponía en lugar del nombre” (ibid.). En este contexto, no accede al conocimiento, sino que se adapta a través de la simulación. La ironía es que la universidad, en vez de rechazarlo, le abre sus puertas y se convierte en cómplice de su impostura, traicionando el ideal meritocrático que decía sostener.