El inmigrante
En En la sangre, la figura del inmigrante –representada por el protagonista, Genaro, hijo de un italiano– se construye como una amenaza para la estabilidad de la familia criolla tradicional y, por extensión, para el orden social de la Argentina de fines del siglo XIX. El inmigrante, concebido como un “tipo social” propio de los sectores de escasos recursos, es visto por la élite como un elemento perturbador del statu quo, especialmente cuando busca superar su condición proletaria y ascender socialmente. Desde la perspectiva del narrador, esa ambición encierra un peligro: la posibilidad de que un grupo considerado “ajeno” y culturalmente inferior llegue a ocupar espacios de poder o prestigio, alterando las jerarquías sociales establecidas. De esta manera, la novela traduce en clave literaria el miedo de las clases dirigentes ante las transformaciones demográficas y culturales provocadas por la inmigración masiva.
Herencia y determinismo
En la sangre insiste en que la conducta de Genaro está determinada por las leyes de la herencia y la influencia del medio y de las circunstancias. Su “esencia” –y, por extensión, la del inmigrante, según la óptica positivista del narrador– se vincula con lo animal y lo biológico, con lo que se lleva “en la sangre”.
En un pasaje que revela la mirada positivista de la novela, el narrador afirma que “las malas, las bajas pasiones de la humanidad hicieron de pronto explosión” en el alma de Genaro, como resultado de “las sugestiones imperiosas de la sangre, de la irresistible influencia hereditaria, del patrimonio de la raza que fatalmente con la vida, al ver la luz, le fuera trasmitido” (72). Esta concepción se alinea con la perspectiva determinista del naturalismo y con las teorías positivistas de la época, que postulaban que el destino individual estaba predeterminado por factores biológicos y raciales. Esto redunda en que la posibilidad de cambio o superación personal queda, para el protagonista, anulada, y el relato confirma que, más allá de las circunstancias, la “naturaleza” heredada termina por imponerse.
La educación y las limitaciones intelectuales
La novela aborda el papel de la educación en el proceso de ascenso social, mostrando sus límites cuando se enfrenta a lo que considera una incapacidad innata. La madre de Genaro deposita en la educación universitaria la esperanza de que su hijo se convierta en un “señor” y un profesional prestigioso. Sin embargo, lejos de ser un camino de superación, la formación académica se presenta como un obstáculo para él: su paso por la universidad revela una pobreza intelectual que lo incapacita para un aprendizaje genuino. Su estudio es mecánico, basado en la repetición y la memorización, sin comprensión ni reflexión, lo que expone su falta de aptitudes y, en el marco ideológico de la novela, confirma la idea de que esa limitación es congénita. Finalmente, Genaro abandona los estudios, renunciando al esfuerzo y refugiándose en una actitud cínica y perezosa. De este modo, el relato vincula el fracaso educativo con la imposibilidad de que ciertos sectores sociales –en especial los inmigrantes o sus descendientes– accedan legítimamente a posiciones de prestigio intelectual.
El conflicto de clases
La novela refleja el desdén y la discriminación que enfrenta Genaro debido a su origen humilde. El estigma de su procedencia lo acompaña incluso en los espacios a los que logra acceder, donde se lo identifica con el apodo de “tachero”, referencia peyorativa que marca su condición social. En la universidad, la hostilidad y las burlas de sus compañeros lo convierten en un blanco permanente de humillación, reforzando en él un profundo resentimiento. Este desprecio no solo alimenta su odio hacia la clase que lo margina, sino también hacia su propio origen, impulsándolo a distanciarse de su medio social de pertenencia. En este sentido, En la sangre plantea que el ascenso de un individuo procedente de sectores populares no anula las barreras de clase, sino que, en muchos casos, intensifica las tensiones y los conflictos derivados de la desigualdad social.
Ascenso social y degradación moral
La trama de En la Sangre sigue el ascenso social de Genaro, marcado por un paso abrupto de los sectores populares a las altas esferas de la sociedad. Este movimiento, lejos de representar un progreso legítimo, se presenta como una irrupción que altera y desestabiliza el orden establecido. Genaro alcanza este lugar mediante la simulación y el engaño, ocultando su origen y sus verdaderas intenciones detrás de una astucia calculadora. Así, su movilidad social no se traduce en una mejoría ética: a medida que asciende, su integridad moral se erosiona, pierde toda noción de remordimiento y adopta una conducta oportunista, dispuesta a recurrir a cualquier medio para alcanzar sus objetivos. La novela asocia así la ambición y el ascenso de ciertos sectores –en especial, de origen inmigrante– con la corrupción personal y la degradación de los valores que sostienen la estructura social.
El matrimonio
En la novela de Cambaceres, el matrimonio no aparece como una unión basada en el afecto, sino como un recurso calculado para asegurar riqueza y prestigio social. Genaro, movido por la ambición, convierte la búsqueda de una esposa adinerada en el centro de su proyecto vital. El vínculo con Máxima, hija de un hombre acaudalado, es concebido como un medio para consolidar su posición y acceder a los beneficios de una familia influyente. La relación se construye sobre la manipulación y el interés económico, evidenciando cómo el casamiento puede funcionar como una transacción que mezcla la esfera privada con estrategias de poder y movilidad social.
La violencia intrafamiliar y de género
La novela muestra cómo las relaciones de poder y la violencia atraviesan tanto el ámbito familiar como el conyugal. Desde su infancia, Genaro crece en un entorno donde los malos tratos de su padre hacia él y su madre naturalizan la brutalidad como forma de vínculo. De adulto, reproduce esas dinámicas en sus relaciones, desplegando conductas posesivas, amenazas y agresiones físicas. Su relación con Máxima está marcada por la coerción y un ejercicio de poder que convierte el contacto sexual en un acto de dominio violento, sellando el vínculo mediante un embarazo no deseado. La narración sugiere que el odio y la venganza forman parte constitutiva de su carácter, evidenciando cómo la violencia de género se alimenta de estructuras culturales y experiencias tempranas que legitiman la subordinación y el control sobre la mujer.
La élite
La novela asigna a la élite porteña una gran responsabilidad por permitir que individuos como Genaro penetren en sus círculos sociales. Esta permisividad se evidencia de manera decisiva cuando el embarazo no deseado de Máxima obliga al matrimonio, consolidando la presencia de Genaro en la familia y en el patrimonio que esta posee. Lejos de controlar o impedir la infiltración de alguien con un origen y conducta cuestionables –lo que sucede, en un principio, cuando no se le permite ingresar al Club de El Progreso– la élite termina por facilitar su ascenso social, exponiéndose a sufrir las consecuencias de esta decisión.
Genaro, una vez integrado, se muestra dispuesto a dilapidar la fortuna familiar, poniendo en riesgo la estabilidad económica y social de la familia de Máxima. Así, Cambaceres critica duramente la debilidad y superficialidad de la clase dominante, que descuida sus valores y su propia preservación como grupo.