Resumen
Los cinco años que Genaro pasa en los estudios preparatorios son descritos como años completamente perdidos. En lugar de dedicarse a estudiar, Genaro se dedica a engañar a su madre y evadir la escuela, prefiriendo la compañía de una pandilla de muchachos callejeros, con los que se la pasa jugando, y llegando incluso a empeñar los libros de estudio para salvar algún gasto. También se convierte en un revendedor de entradas de teatro para jóvenes más adinerados.
A pesar de esta vida de libertad y holgazanería, Genaro no deja de sufrir humillaciones y momentos amargos. Un día, un pescador que conoce a su familia lo reconoce en el mercado y lo llama “tachero”, el apodo de su padre, revelando su origen humilde a sus compañeros. Este incidente le causa una profunda vergüenza y mortificación, y el apodo se le queda de por vida, convirtiéndose en una profunda herida para su orgullo.
La burla del apodo provoca un cambio drástico en Genaro, despertando en su alma “gérmenes malsanos” y “bajas pasiones” bajo la influencia “de las sugestiones imperiosas de la sangre” (72). Desarrolla un odio profundo hacia su padre y su origen humilde, sintiéndose predestinado a ser menos que los demás y avergonzado de ser hijo de un “napolitano degradado y ruin” (ibíd.). Aunque la idea de una vida de humillación parece inevitable, su orgullo lo impulsa a luchar para demostrar que él vale mucho más que aquellos que lo desprecian y que lo han herido.
Alentado por su nueva determinación de superación, Genaro se consagra al estudio con una determinación sin precedentes, abandonando a sus antiguos compañeros de diversión. Se esfuerza incansablemente, sacrificando descanso y comidas, para memorizar lecciones y superar sus deficiencias académicas. Sin embargo, esta dedicación lo lleva a un nuevo tipo de tormento: el despecho al reconocerse inferior a los demás. Se percibe a sí mismo como un “espíritu vulgar”, un “estudiante ramplón y adocenado” que apenas logra disimular su “indigencia intelectual” (75). Le cuesta comprender los textos y se distrae con facilidad; las palabras de los libros le resultan incomprensibles. Reconoce que otros estudiantes poseen una inteligencia natural que los exime de tanto esfuerzo, mientras que él solo tiene la “astucia felina de su raza” (76) para engañar a los demás acerca de su talento.
El examen final de física del año se convierte en una cuestión de vida y muerte para Genaro. Siente una aversión profunda por el tema del coeficiente de dilatación de los gases, que se negó a estudiar, lo que aumenta su nerviosismo. Es presa de supersticiones, al ver que aquel tema es el número trece de la materia, siendo él el número trece en la lista y aquel día del examen, un viernes trece. Considera no presentarse para evitar el bochorno, pero el miedo a ser tildado de cobarde lo refrena.
El día del final llega temprano a la universidad y descubre que la puerta a la sala de exámenes está abierta y sin vigilancia. Al ver la urna con las treinta y seis bolillas del programa, Genaro empieza a concebir la idea de robar la que correspondía al tema que había estudiado a fondo. A pesar de las dudas morales iniciales, su necesidad de venganza lo lleva a cometer el acto, ocultándose rápidamente después de lograrlo.
Durante el examen, Genaro se muestra seguro y elocuente, y, a pesar de la superficialidad de su conocimiento, obtiene la más alta calificación, felicitaciones del tribunal y el aplauso general de sus compañeros, incluso de aquellos que antes lo despreciaban. Genaro siente una orgullosa alegría al ver su nombre, el del “hijo del gringo tachero” (85), asociado al prestigio, lo que para él es la culminación de su venganza, superando todos los sufrimientos y humillaciones pasadas.
Genaro y los demás estudiantes se van al Café de los Tres Billares a celebrar el fin de los exámenes. Allí, Genaro es instado a hablar como el héroe de la jornada, pero se siente completamente incapaz de improvisar, percatándose de su “impotencia” intelectual (88). Para evitar ser expuesto, simula estar ebrio y logra escapar del lugar sin ser visto. La huida de Genaro no se debe a las bromas de sus amigos, sino a que la alegría sincera de sus compañeros le causa un profundo dolor. Su corazón solo alberga la envidia y la rivalidad, por lo que la felicidad genuina de los otros lo sofoca. A pesar de sus deseos de cambiar, reconoce que sus tendencias son fatales, transmitidas por la herencia “como de padre a hijos se transmite el virus venenoso de la sífilis” (91). Esta dolorosa revelación lo sume en la desesperación.
Con el tiempo, Genaro acepta sus incapacidades, lo que lo lleva a un profundo desaliento e indiferencia. Abandona la carrera de derecho y centra su ambición en la riqueza y el ascenso social, soñando con vivir lujosamente, ser socio de clubes exclusivos y mezclarse con la gente decente de Buenos Aires. Sin embargo, su origen social, y en particular su madre, se presentan como obstáculos insalvables para sus aspiraciones. Es entonces cuando decide deshacerse de ella. Utiliza la excusa de su enfermedad para convencerla de viajar a Italia. La madre, por su amor y el absoluto dominio que Genaro ejerce sobre ella, finalmente cede, a pesar de su tristeza.
Análisis
Estos capítulos de En la sangre, centrados en los años universitarios de Genaro, revelan cómo el resentimiento y la humillación social marcan definitivamente su personalidad. El insulto de “tachero”, que lo asocia a la figura degradada de su padre, se convierte en el motor de su deseo de revancha a través de la búsqueda del ascenso social. Pero este ascenso no se sostiene en la virtud ni en el mérito personal, sino en la astucia y el engaño.
En esta parte de la novela la narración empieza a emplear con más frecuencia el estilo indirecto libre, haciendo que el narrador hable por boca de Genaro: “Él los había de poner a raya, los había de obligar a que se dejaran de tenerlo para la risa… les había de enseñar a que lo trataran como a gente… ¡[…] les había de probar él que, hijo de gringo y todo, valía diez veces más que ellos!” (73) Sin abandonar el punto de vista omnisciente que refiere a Genaro en tercera persona, el narrador incorpora expresiones propias del protagonista, revelando así sus pensamientos vengativos. Es un procedimiento que utiliza el autor para sustentar la ideología positivista de la obra, demostrando desde una perspectiva aparentemente objetiva las inclinaciones perversas e inmorales del hijo del inmigrante.
La violencia de Genaro, que antes aparecía como producto de un hogar marcado por el maltrato y la degradación del ambiente, se traslada en estos capítulos al plano social. Su odio hacia quienes lo superan y su envidia por el éxito ajeno revelan que su identidad se estructura sobre la base de la agresión y la venganza. Estos rasgos del personaje no son individuales, sino el resultado de una fatalidad hereditaria, que también se percibe en su incapacidad para el estudio. Por más que lo intente con esfuerzo, Genaro se ve impedido de acceder al conocimiento por sus limitaciones mentales. Se compara su actitud con la “tesón de buey”, y sus incapacidades con “plantas que se arrastran” o “parásitos de la ciencia” (75), lo que enfatiza su vinculación con lo animal y lo biológico, vinculación recurrente en la visión positivista del inmigrante. Ante la falta de aptitud intelectual, Genaro recurre a la “astucia felina” (76) y a su “instinto de zorro” (p.85) para engañar y simular talento.
En estos capítulos también empieza a delinearse una crítica a la élite, en cuanto se expone el mecanismo por el cual personajes como Genaro logran ingresar en sus círculos. La mediocridad intelectual y la ausencia de méritos no son impedimentos, porque la sociedad legitima el ascenso de quienes saben aparentar y manipular. El sistema educativo, que descuidadamente permite que Genaro robe la bolilla que le garantiza el éxito en el examen, termina premiando la trampa. Esto revela que la élite no filtra ni logra resistir la llegada de los advenedizos.
Por último, la decisión de Genaro de deshacerse de su madre marca un punto de inflexión clave en su desarrollo. Le permite borrar la marca de un origen vergonzoso, eliminando los obstáculos que se interponen a sus ambiciones. La manipulación afectiva y el abandono de la madre enferma refuerzan la imagen de Genaro como un sujeto guiado por instintos de posesión, resentimiento y cálculo interesado. Con la desaparición de la madre, Genaro se desprende de la única figura que le demostró amor genuino, lo que lo habilita a llevar más fácilmente una vida de apariencias que lo conducirá por un camino de ascenso social y degradación moral.