En la sangre

En la sangre Resumen y Análisis Capítulos 1-8

Resumen

En la sangre inicia con la presentación del padre del protagonista, don Esteban, un inmigrante italiano conocido como el “tachero” por su oficio de reparador de ollas y metales. Se lo describe de facciones rudas, mirada “aviesa” y con una “resignación de buey” en su andar (51). Se lo ve llevando su vida de trabajador ambulante hasta que llega a un conventillo en la calle San Juan, un lugar al que el narrador describe como hacinado e insalubre. Allí, entre el humo de la grasa, el chirrido de una sartén y los cuchicheos de los vecinos, está dando a luz su esposa, retorciéndose de dolor. La escena del parto es caótica, con la partera gritando y la madre gimiendo, mientras el padre, imperturbable, se sienta fuera a trabajar con un balde.

Así nace Genaro. Sus primeros años de vida crece “haraposo y raquítico, con la marca de la anemia en el semblante” (53). A los cinco años, su padre lo obliga a trabajar en la calle, lo que lo expone a las perversiones de aquel medio. Genaro se une a una pandilla de muchachos callejeros que realiza changas y revende entradas y cigarrillos a las puertas del teatro Colón. Estos jóvenes, en su precaria existencia, juegan a los hombres y las mujeres revolcándose en el piso, imitando así lo que ven en los cuartos de los conventillos.

Gracias a su tenacidad y su avaricia, el tachero logra acumular una pequeña fortuna, con la que consigue un casucho en el barrio de San Telmo, donde instala una hojalatería. A pesar de esta mejora económica, don Esteban continúa manteniendo un régimen de vida austero y miserable, sometiendo a su hijo y a su esposa a privaciones y azotes. La madre, de salud débil, desea que Genaro sea enviado a la escuela, pero el padre lo ve como un gasto innecesario. Sin embargo, la madre reúne dinero para comprarle ropa y libros a su hijo y lo manda a la escuela sin que el padre se entere.

Cuando Genaro cumple diez años, su padre muere repentinamente. La madre reacciona con desesperación y llanto, mientras los vecinos acuden a la casa. Encuentran el cuerpo del tachero en su catre, con la mano aferrada a la llave del mostrador. Genaro, que se encontraba durmiendo en un colchón en el piso, se despierta y reacciona con completa indiferencia ante la muerte de su padre. Lo único que piensa es que este ya no lo va a castigar ni maltratar. Durante el velorio, donde la gente se amontona sin mucho respeto al muerto, se pone contento pensando que al día siguiente le darán día libre en la escuela. Luego, en el funeral, Genaro observa la tierra caer sobre el ataúd sin dolor ni opresión.

Dos días después del funeral, un agente de negocios judiciales visita a la viuda para proponerle la liquidación de la herencia. Ella decide consultar a su abogado, quien se ofrece a llevar el caso. Al retirarse, la viuda menciona a su hijo, Genaro, y el abogado, que justamente necesita un escribiente, le ofrece un puesto en su estudio. La sucesión del "tachero" se resuelve rápidamente, revelando una fortuna de casi cuatrocientos mil pesos. La viuda invierte gran parte en títulos públicos y compra una casita, donde se instala con Genaro. A pesar de sus sufrimientos físicos, ella está contenta, sintiéndose libre de la amenaza de la miseria. Abriga la ambición secreta de hacer de Genaro un señor, un hombre rico de levita, y el abogado le sugiere que lo matricule en la universidad, para que se forme como médico o abogado.

La madre lleva a Genaro a la Universidad, imaginándolo como un abogado prestigioso, un gran médico o, incluso, ministro o “presidente de Buenos Aires” (65). Pero Genaro se ha vuelto perezoso y consentido desde la muerte de su padre, y no le agrada nada el cambio de colegio. Se lo somete a un examen de ingreso que Genaro pasa fácilmente, al responder que el pronombre remplaza el nombre. Pero, en su primera clase de latín, se distrae con los insultos escritos en los bancos y las paredes. En el recreo intenta entablar amistad con sus compañeros, pero estos lo hostigan y se burlan de él.

Análisis

El protagonista de En la sangre es Genaro, y los primeros capítulos siguen su vida desde su nacimiento hasta su ingreso en la universidad. Sin embargo, el primer personaje en presentarse no es él, sino su padre: un inmigrante italiano que repara metales y vive en un conventillo. Así, la novela comienza poniendo el foco en la procedencia del protagonista, describiendo el carácter de su progenitor y el ambiente en el que nace. Esto introduce un tema central en esta obra de ideología positivista: la herencia y el determinismo.

Genaro aparece condicionado biológicamente por la fisonomía y la moral de su padre “tachero”, animalizado en la narración como un hombre con “capacidad de buitre” y “resignación de buey” (51). También se retrata su forma de expresarse en cocoliche (“¿componi calderi, tachi, siñora?”, 51), habla típica de los inmigrantes italianos en Buenos Aires durante esta época, que mezcla su lengua materna con el español. Este rasgo, asociado a las clases bajas, se introduce como un elemento de estigmatización del inmigrante.

La descripción del conventillo donde nace Genaro refuerza el determinismo del medio: la mezcla de olores, ruidos y personas configura un ambiente insalubre y degradado, que deja su huella en la fisonomía y en la moral del protagonista. El conventillo era un tipo de vivienda, subdividida en cuartos pequeños, en la que convivían numerosas familias inmigrantes. Estos espacios surgen en la Buenos Aires de fines del siglo XIX, con la llegada masiva de europeos de bajos recursos, principalmente italianos y españoles, que buscaban trabajo en la ciudad, pero terminaban habitando estos lugares hacinados, carentes de higiene y servicios básicos. La precariedad del conventillo se refleja en el cuerpo de Genaro: “haraposo y raquítico, con la marca de la anemia en el semblante, con esa palidez amarillenta de las criaturas mal comidas, creció hasta cumplir los cinco años” (53).

La narración avanza mediante saltos temporales (del nacimiento a los cinco y luego a los diez años), señalando momentos que parecen fijar para siempre el destino de Genaro. En la sangre no es una novela de aprendizaje, sino de marcas indelebles que delinean un trayecto regido por el determinismo. Desde sus primeros años, la educación formal queda corrompida: sus aprendizajes provienen de la calle y del conventillo, donde incorpora los vicios del mundo adulto, como el comercio ilícito de entradas o los juegos sexuales con sus amigos.

La muerte del padre revela otra faceta: la indiferencia afectiva de Genaro. Cuando la policía acude y un médico –figura recurrente del naturalismo– examina el cadáver, diagnostica “un caso de vicio orgánico” (58). El velorio y el funeral refuerzan la idea de un medio degradado: el ritual se ve envuelto en un clima de injuria y descuido hacia el muerto.

En estos capítulos también se plantea la relación entre ascenso social y degradación moral. El padre logra reunir una modesta fortuna gracias a su avaricia, pero esa misma tacañería somete a su familia a privaciones extremas, impidiendo, incluso, que Genaro vaya a la escuela. En contraposición, la madre sueña con un futuro de prestigio para su hijo, imaginando que podría llegar a ser “Ministro, Gobernador y acaso hasta Presidente de Buenos Aires” (65). Esta fantasía desmesurada, teñida de ignorancia y enfermedad (la madre padece una “calenturienta exaltación de tísica”, ibíd.), también condiciona a Genaro, que se vuelve un joven malcriado, ocioso y sin voluntad.

La aspiración de ascenso de Genaro es puramente material. Comparte con su padre la avaricia y la valoración del dinero por encima de todo. Aunque le atrae la idea de ser universitario, rechaza el esfuerzo que ello implica. Su ingreso a los altos estudios es una farsa: le basta con saber que “pronombre era el que se ponía en lugar del nombre” (67) para ser aceptado. En la escuela, el contacto con la multitud se repite, pero ahora en forma de compañeros, descritos con tintes monstruosos y animalizados. Genaro se siente atraído por sus aspectos más bajos y picarescos, pero también sufre el abuso del novato, puesto que es objeto de burlas y hostigamientos. Este rol de alumno relegado, ajeno al espacio que ocupa, se perfila como otra marca temprana de su destino.