La descripción del campo de concentración: las condiciones en Auschwitz eran "buenas" (Ironía dramática)
Cuando los prisioneros llegan a Auschwitz, se enteran de que, a pesar de que se trataba de un campo de trabajo, las condiciones eran relativamente buenas; que las familias no serían separadas, y que solo los jóvenes tendrían que trabajar en fábricas. La terrible y dramática ironía en esta información es provista por el lector, que sabe por la historia que Auschwitz es uno de campos de exterminio nazis más infames. Este horrible presagio inquieta al lector, que se sienten incapaz de advertir a los personajes de su inminente perdición.
La decisión de evacuar Buna (Ironía dramática)
Una de las ironías más dolorosas del libro es que Eliézer y su padre podrían haber sido liberados mucho antes si se hubieran quedado donde estaban. Eliézer y su padre deciden ser evacuados de Buna con el resto de los prisioneros en lugar de permanecer en el hospital. Escribe Eliézer: "Después de la guerra supe la suerte corrida por aquellos que permanecieron en el hospital. Sencillamente, fueron liberados por los rusos dos días después de la evacuación". Se trata de una decisión que parece perseguir a Eliézer, ya que sus acciones resultaron en una serie de eventos que condujeron a la muerte de su padre. Esto, por supuesto, él no podía saberlo.
La estrella amarilla (Situacional)
Cuando los judíos en Sighet se enteran de que deberán usar la estrella amarilla, el padre de Weisel afirma, frente a la reacción negativa de los vecinos: "¿La estrella amarilla? De eso no se muere…”. Si bien la estrella en sí no era letal, el título que la acompañaba sí lo era. Este es otro ejemplo en el que Wiesel se basa en el hecho de que el lector comprenderá las referencias históricas y, de hecho, verá la clara ironía de algo tan banal convirtiéndose en un símbolo del holocausto.
La advertencia de Moshé-Shames (Ironía dramática)
Al comienzo del libro, Wiesel revela que, aunque la ciudad estaba al tanto de las advertencias sobre los campos de concentración de Moshé-Shames, los vecinos no creían que las horribles situaciones que este relataba pudieran ser reales. Aunque atribuyen las afirmaciones de Moshé a la locura, la ironía es que aquel de quien el pueblo cree que es está loco es quien ve con claridad. La ironía de la situación muestra dos cosas: una, que era más fácil permanecer en silencio y negarse a creer que el mundo se había vuelto tan oscuro, y dos, que esta creencia no solo era global, sino que las mismas víctimas adscribieron a ella hasta que fue demasiado tarde.