Resumen:
Está tan lleno adentro del vagón de ganado que la gente tiene que turnarse para sentarse. Viajan durante dos días, y el calor, el hacinamiento y la falta de comida y agua se vuelven insoportables. Las restricciones sociales se eliminan y los jóvenes tienen relaciones sexuales abiertamente, y los otros hacen que no se dan cuenta. El tren se detiene en Kaschau, una ciudad en la frontera con Checoslovaquia, y todos se dan cuenta de que no se quedarán en Hungría como esperaban. Un oficial les explica que ahora están bajo la autoridad del ejército alemán. Luego toma todos sus objetos de valor y amenaza con disparar a todos los pasajeros de un vagón si una sola persona escapa del mismo.
Una mujer de unos cincuenta años, una tal señora Schächter, está en el tren con su hijo de diez años. Fue separada de su esposo y de sus dos hijos mayores, y ahora está perdiendo la razón. Comienza a gritar histéricamente sobre un fuego y un horno que dice ver en la distancia. Al principio aterroriza a la gente en su vagón, que se apresura a mirar lo que está señalando por la ventana. Después de horas de sus gritos, la gente en el tren no puede soportarlo más, y la atan, la amordazan y comienzan a golpearla para que deje de gritar. Ella se libera de las restricciones y sigue gritando, cada tanto, durante la noche, hasta que todos los demás en el tren sienten que también están a punto de volverse locos. Finalmente, los carros llegan a Auschwitz, y se les dice que es un campo de trabajo donde las condiciones son buenas. Se levanta el ánimo de la gente, aunque la señora Schächter sigue gritando. Cuando el tren se detiene en el campo, todos ven de repente las llamas y los hornos que la señora Schächter había profetizado. Cuando su visión finalmente se materializa, la señora Schächter se queda en silencio. Todos se ven obligados a bajar del tren, en medio del olor a carne quemada. Están en Birkenau, el centro de recepción de Auschwitz.
Análisis:
En esta sección de la novela, vemos por primera vez cómo cambia el comportamiento humano cuando las personas se encuentran en circunstancias extremas. Tras ser confinados en un vagón pequeño y colmado, sin comida, agua ni baños, los jóvenes se someten a sus instintos animales y copulan sin siquiera considerar a las personas que los rodean. Si las personas no son respetadas como individuos dentro de la sociedad y, en cambio, son tratadas como animales, como sucede con los judíos, entonces comenzarán a actuar como animales, sin consideración de las convenciones y responsabilidades sociales. Además de la tortura física y el exterminio a los que los nazis sometieron a los judíos, es este tipo de tortura psicológica la que puede haber resultado más dañina para los sobrevivientes del Holocausto. A través de una variedad de métodos que se detallarán en las próximas secciones del libro, los nazis negaron a los judíos (y a otros prisioneros de los campos de concentración) su humanidad, y los llevaron a comportarse de manera burda, brutal e incivilizada. Confinados en espacios pequeños y negados de su individualidad, los judíos se convierten en seres anónimos preocupados únicamente por su propia supervivencia. Ya no eran personas para los nazis, e incapaces de demostrar que no eran simplemente animales, comenzaron a actuar como si sí lo fueran. Otro ejemplo sorprendente de este es el trato que la gente le da a la señora Schächter. Aunque es una mujer de cincuenta años y obviamente no se encuentra bien, los jóvenes que intentan silenciarla la golpean repetidas veces. Y su niño pequeño no dice nada: "Le asestaron muchos golpes en la cabeza, golpes como para matarla. Su hijito se aferraba a ella, sin gritar, sin decir palabra. Ya no lloraba siquiera". Las personas en el vagón la tratan cruel e
inhumanamente, de un modo del que no lo habrían hecho en circunstancias normales, pero Wiesel no los condena por sus brutales acciones. En cambio, su tono en este pasaje es muy triste, lleno de arrepentimiento y culpa. Dado que los gritos histéricos de la señora Schächter estaban poniendo nerviosos a todos en el carro, él reconoce que era necesario, para la supervivencia colectiva, que ella fuera silenciada. Al mismo tiempo, sin embargo, parece lamentarse de que tan cruel comportamiento haya sido necesario y que todos, incluido el propio hijo de la mujer, hayan aprobado tal comportamiento violento y vicioso. En este mundo de pesadilla que los nazis han creado para los judíos, la supervivencia es la única preocupación y las emociones humanas y los vínculos afectivos se vuelven irrelevantes. El silencio es otro tema importante en la noche. En la primera sección, Wiesel está preocupado por lo silenciosos y complacientes que son los judíos previo a la deportación, y por la manera silenciosa e ingenua en la que van directo a su destino. Los judíos no creen que les pueda pasar nada malo, no se desesperan y, silenciosamente, dejan pasar oportunidades para escapar. En esta sección, sin embargo, el silencio (y el tono generalmente calmo de la novela) es violentamente interrumpido por los gritos histéricos de Madame SchaeSchächter. Sus violentos chillidos son los que destruyen finalmente la ingenuidad de los judíos y comienzan a generarles temor por lo que les va a pasar: "El calor, la sed, los olores pestilentes, la falta de aire nos ahogaban, pero todo eso no era nada comparado con esos gritos desgarradores. Unos días más y nos habríamos puesto a aullar también". Sus gritos simbolizan el mundo infernal de la locura en el que han entrado, opuesto al mundo de calma, tranquilidad y seguridad que acaban de dejar atrás. Cuando la caravana llega a Auschwitz, reciben noticias horriblemente falsas: "Había un campo de trabajo. En buenas condiciones. Las familias no serían desmembradas. Solo los jóvenes irían a trabajar a las fábricas. Los ancianos y los enfermos serían ocupados en los campos". Como pronto descubrirán, Auschwitz es uno de los más famosos campos de exterminio nazis. Este pasaje es un ejemplo de ironía dramática, en tanto los personajes piensan una cosa mientras que el lector sabe la verdad.