Eliézer Wiesel es un joven de catorce años que vive en Sighet, Transilvania, al principio de la Segunda Guerra Mundial. Es muy devoto y quiere estudiar misticismo judaico. Su padre, un líder prominente en la comunidad judía, cree que Eliézer es demasiado joven. Sin embargo, éste comienza a estudiar la cábala con Moshé-Shames, un hombre pobre y humilde que trabaja en la sinagoga jasídica. Moshé le enseña que tiene que hacer las preguntas correctas a Dios, a pesar de que nunca entenderemos las repuestas que él nos da.
A pesar de los signos ominosos, los judíos en Sighet se niegan a creer que los fascistas podrían hacerles daño. Moshé es deportado junto a otros extranjeros a un campo de concentración. Logra escaparse del campo y retorna para advertir a la gente sobre las atrocidades que ha visto. No le creen, pensando que está loco o que quiere llamar la atención. La gente continúa con su vida normal hasta 1943. En 1944, los ciudadanos, ingenuos, permanecen optimistas a pesar de que los fascistas toman el poder, Alemania invade Hungría y el ejército alemán mismo llega a Sighet. El padre de Eliézer se niega a intentar escapar del país. La persecución de los judíos comienza durante la Pascua Judía. Se les prohíbe salir de sus casas por tres días, se los obliga a llevar la estrella amarilla, y se los amontona luego en dos guetos. Incluso en los guetos, la gente prosigue con su vida normal hasta que un día citan repentinamente al padre de Eliézer a una reunión del Consejo judío. Vuelve con noticias terribles: todos los judíos serán deportados. Eliézer corre a despertar a sus vecinos, y todos empiezan a empacar, preparándose para el inminente viaje.
Al primer convoy de prisioneros deportados lo dejan detenido, con todos de pie en el centro de un patio caluroso, y Eliézer y sus compañeros corren a llevar agua a los individuos sedientos. La familia de Eliézer es asignada para salir con el último grupo, y mientras tanto son trasladados al gueto más pequeño, donde una sirvienta llamada Marta ofrece esconderlos en el país. La familia se niega a separarse, y se reúne con los otros miembros de la comunidad en la sinagoga para esperar su deportación. Al día siguiente, los prisioneros son amontonados en vagones para ganado en un tren.
El tren está tan lleno de personas que la gente tiene que turnarse para sentarse. Parejas jóvenes comienzan a copular abiertamente y los prisioneros son forzados a entregar sus objetos valiosos. Una mujer en el tren, llamada Madame Schächter, pierde la cordura tras haber sido separada de su marido y sus hijos mayores. Empieza a gritar histéricamente, refiriéndose a un fuego ardiente que dice ver en la distancia, y asusta a otros ocupantes del vagón. Intentan a callarla pegándole y amordazándola, pero sigue gritando repetidamente durante la noche. Finalmente, cuando el tren llega a Birkenau/Auschwitz, los prisioneros ven la chimenea humeante que Madame Schächter había profetizado.
Al llegar a Birkenau, Eliézer es separado de su madre y de su hermana, pero logra quedarse cerca de su padre. Los prisioneros luego marchan hacia el Dr. Mengele, oficial de la SS, que selecciona quiénes vivirán y quiénes irán al crematorio. A Eliézer y a su padre les dicen que irán al crematorio, y ellos se llenan de terror al acercarse cada vez más al hoyo ardiente. En el último minuto, la fila de hombres se aleja de las llamas. Luego se ordena a los prisioneros que se desnuden, corran, se duchen y se vuelvan a vestir mientras son aporreados por prisioneros veteranos y oficiales de la SS. Eliézer y su padre son enviados al campo de los gitanos, donde son sermoneados por un oficial de la SS. Los prisioneros marchan luego hacia Auschwitz.
En Auschwitz las condiciones son mejores, y los otros prisioneros no son tan brutales. Finalmente, a los prisioneros se les permite dormir. Eliézer se niega a comer su primera ración, un plato de sopa espesa, pero el día resulta mucho mejor, con personas sentadas y conversando al sol. Durante varias semanas los prisioneros siguen un horario estricto de comidas y pases de lista, y duermen bastante. En el campo, Eliézer y su padre se encuentran con un pariente lejano, Stein de Amberes, que busca noticias sobre su familia. Eliézer le miente, diciéndole que su familia está bien, y el hombre recupera su voluntad de vivir hasta que se da cuenta de la verdad. Los prisioneros son luego trasladados a Buna.
En Buna, Eliézer es ubicado en un buen comando de trabajo: el bloc de música. Lo único que tiene que hacer es contar accesorios electrónicos. Conoce a un violinista polaco llamado Juliek, y también se hace amigo de dos hermanos checos llamados Yossi y Tibi. Franek, el capataz, logra ubicar al padre de Eliézer en el mismo bloc. Eliézer tiene una cita con el dentista para que le saquen su corona de oro, pero finge estar enfermo dos veces y logra conservarla un tiempo. Sin embargo, Franek golpea a su padre hasta que Eliézer le termina dando su corona a cambio de unas raciones extra de comida. Un día el kapo (el encargado del bloc), Idek, tiene un ataque de ira y golpea a Eliézier. Una joven francesa que se hace pasar por aria [JC1] lo consuela en alemán. Muchos años después, Eliézer se encuentra con esta mujer en París y ella le confiesa que es judía y que nunca habló alemán con nadie en el campo de concentración aparte de él.
Otro día, Eliézer se encuentra por accidente con Idek teniendo sexo con una joven polaca. Se ríe a carcajadas, y por eso Idek lo castiga públicamente, dándole veinticinco latigazos. Un domingo, una sirena los alerta de un ataque aéreo, y los prisioneros son encerrados. Recuperan la esperanza de que los alemanes sean derrotados pronto. Dos platos de sopa quedan afuera por accidente y un hombre hambriento se arrastra hacia ellas y muere con la cara en la sopa.
La SS comienza a realizar ahorcamientos públicos durante los pases de lista. Eliézer se ve perturbado por la primera ejecución, a pesar de que el condenado a muerte permanece calmo. Luego, todos los prisioneros son obligados a pasar frente a su cuerpo colgado. La única vez que los prisioneros lloran durante un ahorcamiento es cuando un niño, “un ángel de ojos tristes” es ahorcado por conspirar para hacer explotar la central eléctrica. Todos los prisioneros lloran, y un hombre parado detrás de Eliézer se pregunta en voz alta dónde está Dios.
Eliézer se niega a celebrar Rosh Hashanah y Yom Kippur. Aunque no duda en la existencia de Dios, sí cuestiona su justicia, y lo acusa de la existencia de los campos de concentración. El padre de Eliézer tampoco quiere participar de las celebraciones religiosas, aunque la mayoría de los otros prisioneros sí lo hacen. La SS organiza una selección para los crematorios inmediatamente después del Año Nuevo. El Dr. Mengele de nuevo está a cargo de la selección, y Eliézer lo pasa corriendo tan rápido como puede para evadir el crematorio. Pasa el proceso con éxito, pero su padre no. Afortunadamente, este convence a los oficiales de la SS de que todavía es suficientemente fuerte como para vivir y así escapa de la muerte. Akiba Drumer, que fue antes un devoto místico religioso, pierde su fe y su voluntad de vivir, y va al crematorio.
Durante el invierno, a Eliézer se le hincha el pie por el frio y tiene que ir al hospital para que lo operen. El paciente de la cama de al lado le advierte que escape del hospital antes de la siguiente selección porque todos los enfermos serán enviados al crematorio. El doctor que opera a Eliézer es amable, y aunque Eliézer entra en pánico al creer que su pierna fue amputada, este le asegura que podrá caminar en un par de semanas. Pronto, sin embargo, el campo debe ser evacuado porque el ejército ruso se está acercando. Frente a la disyuntiva, Eliézer y su padre deciden ser evacuados con el resto de los prisioneros en lugar de quedarse en el hospital.
A los prisioneros se los obliga a correr más de 42 millas sin descanso. Los guardas disparan a los que se quedan atrás, y otros son pisoteados por el rebaño de personas. Cuando por fin se les permite dormir, Eliézer y su padre tienen que mantenerse mutuamente despiertos para no quedarse dormidos en la nieve y morir allí. Un hombre llamado Rabí Eliau busca a su hijo, de quien se separó accidentalmente durante la carrera. Eliézer se da cuenta de que el hombre se separó intencionalmente de su débil padre, que se había vuelto un peso para él, y le pide a Dios la fuerza para no comportarse tan insensiblemente con su propio padre.
Cuando llegan a Gleiwitz, las barracas están tan atestadas que las personas se amontonan una encima de otra. Eliézer se da cuenta de que está tirado encima de Juliek, quien había transportado su violín milagrosamente hasta allí. En medio de la noche, Juliek toca una versión conmovedora de una obra de Beethoven para una audiencia de muertos y agonizantes. Luego de tres días hay otra selección, y Eliézer crea un alboroto para que su padre no tenga que ir al crematorio. Los prisioneros son luego apiñados en vagones para ganado, a razón de unas cien personas por carro.
Dentro de su vagón, los hombres están muriendo, y Eliézer se vuelve indiferente a la vida y la muerte. El padre de Eliézer se ve casi muerto, y Eliézer tiene que impedir que lo saquen del carro cuando el tren se detiene. A los prisioneros no les dan de comer por diez días. Una vez, unos trabajadores alemanes tiran pedazos de pan al vagón para divertirse, y los prisioneros se convierten en bestias homicidas intentando atrapar la comida. Un hombre mata incluso a su propio padre por un pedazo de pan. Otra vez, una persona inesperadamente intenta estrangular a Eliézer, que es salvado por Meir Katz, quien luego pierde su voluntad de vivir.
Cuando llegan a Buchenwald, el padre de Eliézer está demasiado débil para continuar y le suplica a su hijo que lo deje dormir en la nieve. Después de discutir, Eliézer retorna a las barracas y se duerme. A la mañana busca a su padre, esperando en parte no encontrarlo. Eventualmente lo encuentra y pasa mucho tiempo cuidándolo, dándole sus propias raciones de café, sopa y pan. Sabiendo que se está muriendo de disentería, el padre de Eliézer intenta decirle dónde enterró su oro. Al padre de Eliézer sus compañeros de cama lo atacan constantemente y le roban la comida. El doctor se niega a examinarlo, y el jefe del bloc le aconseja a Eliézer que se coma las raciones de su padre. Cuando su padre llama a Eliézer para pedirle agua, un oficial de la SS le destroza el cráneo con una porra. Su padre no muere, pero su cuerpo es retirado al día siguiente, el 29 de enero 1945. Eliézer se avergüenza de sentir cierto alivio al liberarse de él.
Eliézer se queda en Buchenwald hasta el 11 de abril, y es transferido al bloc de los niños. No hay más que contar después de la muerte de su padre. Justo antes de la liberación, hay mucha confusión en el campo. Los judíos creen que los van a fusilar a todos, pero son evacuados del campo a razón de miles por día. El 11 de abril hay una batalla entre la organización de resistencia del campo y la SS, y la resistencia gana. Esa misma tarde un tanque americano entra al campo.
Después de su liberación, los prisioneros solo piensan en comida. Nadie piensa en la venganza. Eliézer es hospitalizado por dos semanas con una intoxicación. Cuando se recupera, se ve a sí mismo en el espejo por primera vez desde sus días en el gueto. Los ojos de un cadáver lo miran.