El silencio
A lo largo de la novela Wiesel utiliza tanto el silencio literal como el figurado para connotar la falta de voz de los judíos frente a sus captores en los campos de concentración. Una de las formas en las que el silencio impregna el libro es aquella en la que Dios permanece en silencio ante la difícil situación y la violencia que sufren los judíos. Esto se hace evidente en varios momentos del libro, como cuando un prisionero se pregunta dónde está Dios durante el ahorcamiento del ángel de los ojos tristes.
Cuando el silencio se rompe, suele ser para recordarle al lector ciertos momentos de humanidad, como cuando Juliek interpreta a Beethoven en medio de la noche, recordándole al resto de los prisioneros que son seres humanos inteligentes y no animales silenciosos.
La noche
Aunque probablemente obvio considerando el título de la obra, la noche es un tema constante que aparece a lo largo del libro, principalmente para simbolizar la oscuridad en la que el mundo ha caído. La primera vez que se pone de manifiesto este tema es cuando Wiesel describe la primera noche en el campo de concentración, diciendo: "Jamás olvidaré esa noche, esa primera noche en el campo que hizo de mi vida una sola larga noche bajo siete vueltas de llave". Una noche sin fin simboliza cómo Weisel y los otros prisioneros experimentan el tiempo, en el que la violencia rutinaria gobierna sus existencias, y en el que el día no ofrece descanso alguno de la oscuridad.
La naturaleza humana
Quizás uno de los temas más prominentes es la percepción de Wiesel de la naturaleza humana. Sus descripciones plantean al lector la pregunta de dónde termina el instinto animal y dónde comienza la civilización. El colapso de la civilización ocurre muy temprano, cuando las personas son llevadas por primera vez en vagones de ganado, y algunos jóvenes comienzan a tener sexo enfrente de todos. Cuando la comodidad se sustituye por la violencia, las personas en el mundo de Wiesel son descritas frecuentemente como bestias, y sus instintos de supervivencia reemplazan sus emociones y sus lazos, incluso cuando se trata de la familia: el ejemplo más trágico es cuando un joven mata a su propio padre por un pedazo de pan. Al final del libro, el lector entiende que innumerables personas perdieron más que sus vidas: les robaron también su humanidad.
La dignidad
Relacionado tanto con la naturaleza humana como con la lealtad, la dignidad también es uno de los temas que impregna el libro. La dignidad también disminuye con el tiempo en los campos de concentración, mientras las rutinas que daban sentido a la vida se desvanecen. Uno de los ejemplos clave de esto es cuando Akiba Drummer es condenado a muerte y le pide a la gente que ore por él, que diga el kadish. Aunque se lo prometen, todos se olvidan de darle una muerte digna, porque ya no valoran el recordarse unos a otros. La dignidad de darle un sentido a la vida y al lugar uno ocupa en ella, se disipa en favor de la supervivencia.
La Fe en Dios
Un gran tema a lo largo de la obra es la cambiante relación que Wiesel tiene con Dios. El lector aprende apenas comenzado el libro que Eliézer es muy devoto y está ávido por aprender más sobre de su fe pero, a medida que pasa el tiempo, la estabilidad de su fe es desafiada. Curiosamente, no es que Wiesel deje de creer en Dios, sino que tiene un profundo resentimiento hacia un dios que ha permitido que persista semejante mal. Wiesel frecuentemente identifica el motivo de la muerte de las personas con su pérdida de la voluntad de vivir; mientras que Wiesel efectivamente pierde la fe, nunca lo hace completamente, y al lector se le hace pensar que es tal vez su sentimiento hacia Dios, incluso cuando es negativo, lo que mantiene al narrador con vida, al menos en parte.
La lealtad
Asociado los temas de la naturaleza humana y de la dignidad, las escenas y las discusiones sobre la lealtad impregnan la novela. Aunque Wiesel confía en su padre, a veces parece no confiar en sí mismo, y se condena a menudo por pensar que su vida en el campo de concentración sería más fácil si estuviera solo, sin carga de su padre. Sin embargo, luego de presenciar instancias de traición familiar en el campo de concentración, Wiesel le ruega a Dios que nunca le permita traicionar a su padre. Aunque Wiesel es fiel a su mundo, la lealtad hacia otros en el campo de concentración se va rompiendo a medida que los recursos escasean y los instintos de supervivencia reemplazan los lazos de lealtad. Eliézer no culpa a los prisioneros por romper estos lazos: en cambio, culpa a los nazis por no darles otra opción.
La libertad
Si bien un tema obvio en el libro sería la libertad de los campos de concentración, Wiesel también incluye ejemplos más subversivos de libertad. A medida que su padre se debilita, Wiesel se siente agobiado por tener que cuidarlo. Cuando este está cerca de la muerte y es llevado al crematorio, Wiesel se enoja consigo mismo por sentirse de algún modo liberado de su responsabilidad por la muerte de su padre. Wiesel también imagina la libertad no solo como ser liberado de los campos de concentración, sino en algunos casos como ser liberado de la vida misma. Wiesel describe la vida como una carga y el acto de vivirla como una tortura de la que, a veces, desearía ser liberado.