El inframundo
Antes de ir al inframundo, Dioniso visita a Heracles para que le comparta su experiencia en el Hades y le dé algunos consejos. A través de las siguientes imágenes visuales y auditivas, Heracles le presenta el paisaje del inframundo:
Después de esto, verás serpientes y multitud de animales, los más horribles [...]. Luego, gran cantidad de fango e inmundicias inagotables. En este lugar están sumergidos: el que alguna vez faltó a los deberes de la hospitalidad, el que, tras haber abusado de un muchacho, le privó del dinero, o el que maltrató a su madre, o golpeó la mejilla de su padre, o el que hizo un falso juramento [...]. A continuación, te rodeará un sonido de flautas, y verás una luz muy bella, como la de aquí, y bosquecillos de mirto y grupos bienaventurados de hombres y mujeres y oirás un gran batir de palmas (Heracles, pp. 229-230).
La empusa
Apenas llegan al inframundo, y tal como se los había advertido Heracles, Dioniso y Jantias se cruzan con una criatura monstruosa: la empusa. Jantias la describe a través de la siguiente imagen visual: "De verdad, estoy viendo una fiera enorme, por Zeus [...]. Por cierto que es de muchas formas. Unas veces es buey, ahora es un mulo, otras veces es una mujer hermosísima [...]. Mas, ya no es una mujer, sino un perro [...]. Y tiene una pierna de bronce, y otra de basura" (Jantias, pp. 234-235).
La danza de los iniciados
A lo largo de la obra, el coro de iniciados aparece de manera recurrente danzando e invocando a Yaco y Deméter. Dichas invocaciones están llenas de imágenes visuales que incrementan el carácter festivo de la danza:
iYaco! iEl más venerado!, que habitas en estas moradas, iYaco! ioh, Yaco! Ven a bailar sobre esta pradera, junto a los miembros de tu santo tíaso, agitando alrededor de tu cabeza, abundante en frutos, una corona de mirtos, golpeando el suelo con atrevido pie el desenfrenado y divertido culto, que tiene el mayor número de Gracias, sagrada, santa danza para tus piadosos iniciados [...]. iYaco! iOh Yaco!, de la iniciación nocturna fúlgido astro. Con el fuego de las antorchas brilla la pradera; se agita la rodilla de los ancianos, ellos sacuden sus tristezas y los dilatados períodos de sus viejos años a causa de tu culto santo. Tú, brillando con tu antorcha, haz avanzar hacia la llanura florida, pantanosa, a la juventud, oh bienaventurado, que forma los coros (Coro de iniciados, pp. 236-237).
Jantias, el amo
Para salvarse de ser castigado por Éaco, Dioniso se pone las ropas de Jantias y le da a este su disfraz de Heracles. Tras este intercambio de ropas, se abre la puerta de la morada de Éaco, pero quien aparece no es el juez de los muertos, sino una criada. Esta, al ver a Heracles (Jantias disfrazado), se entusiasma y lo invita a disfrutar, junto a ella y un grupo de bailarinas, un gran banquete. Jantias, por supuesto, acepta y está a punto de irse con ella, pero Dioniso lo frena. Le recuerda que, pese al disfraz, él sigue siendo su esclavo. Luego, se imagina cuán ridículo sería que Jantias fuera su amo. Para construir dicha imaginación, Dioniso recurre a diferentes imágenes visuales: "¿No sería ridículo, si Jantias, siendo un esclavo, en tapices milesios extendido, besando a una bailarina, me pidiera luego un orinal, y que yo, contemplándolo, me acariciara el miembro, y que éste, puesto que es un bribón, me viera y, golpeándome con el puño, me hiciera saltar de la mandíbula los dientes de la fila delantera?" (Dioniso, pp. 242-243).