Resumen
Episodio de entrada (vv. 1-20)
Entran en escena Dioniso y Jantias, su servidor. Dioniso está disfrazado de Heracles. Jantias monta en un asno llevando el equipaje de su amo. Le pregunta a este si debe decir alguna frase típica de comedia para hacer reír al público o si, en cambio, debe lanzar alguna ventosidad. Dioniso le prohíbe ambas cosas. Afirma que cuando él asiste a una comedia en la que sucede eso sale del teatro un año más viejo. Jantias protesta: está molido por el peso que está llevando y ni siquiera se le permite hacer bromas como las que hacen Frínico, Licis y Amipsias cada vez que en sus comedias alguien carga con el equipaje.
Episodio paródico (vv. 21-34)
Dioniso y Jantias debaten sobre quién está más fatigado. El dios afirma que debería ser él quien monte el asno, en lugar de su sirviente. Este, por su parte, asevera que, aun montando el asno, es él quien está llevando el equipaje, ya que él lleva al asno. Luego, vuelve a decir que tiene el cuerpo molido por el peso y se lamenta de no haber participado en la batalla naval (alude a la batalla de Arginusas).
Episodio de Heracles (vv. 35-169)
Dioniso golpea la puerta de la casa de Heracles. Este abre y, al ver a Dioniso disfrazado, tiene un ataque de risa. Luego le pregunta dónde ha estado. El dios del vino afirma que estuvo combatiendo en la batalla naval junto a Clístenes. Juntos hundieron una docena de naves enemigas. Jantias interrumpe para afirmar que esto, en realidad, fue un sueño de Dioniso. El dios del vino continúa con su relato: afirma que en medio de la batalla fue asaltado por un repentino deseo. Heracles se burla de él: le pregunta si deseaba a una mujer o a un muchacho. Luego, sugiere que Dioniso tuvo relaciones carnales con Clístenes.
Tras las burlas, el dios del vino le dice a Heracles que desea ir al inframundo para buscar a Eurípides. Necesita un buen poeta, pues ya no queda ninguno vivo en Atenas. Heracles le pregunta si Yofonte no le basta, pero a Dioniso este poeta no le convence. Según él, no es lo que parece. Entonces, Heracles le sugiere que busque a Sófocles, que es superior a Eurípides. Dioniso se niega y afirma que Eurípides es más listo y se las ingeniará para escapar del inframundo, mientras que Sófocles es demasiado tranquilo. Heracles le pregunta por Agatón, Jenocles y Pitángelo. Ninguno convence al dios del vino. Mientras se da esta conversación, Jantias se queja una y otra vez porque le duele el cuerpo, pero a nadie le importa.
Finalmente, Dioniso le explica a Heracles por qué lo ha ido a visitar: necesita que él, que tiempo atrás fue al inframundo en busca de Cerbero, le indique cómo puede hacer para llegar allí. Heracles le sugiere diferentes formas de morir: puede ahorcarse, tomar cicuta o saltar de un edificio. Dioniso rechaza estas opciones. Quiere ir por el mismo camino por el que fue Heracles.
Este finalmente le da las indicaciones: primero, llegará hasta una gran laguna y, en una barquita muy pequeña, por el precio de dos óbolos, lo cruzará un anciano barquero. Al llegar al otro lado de la laguna, se encontrará con bestias espantosas, y luego verá un fangal inmundo en el que están sumergidos todos los mortales que cometieron faltas. Entonces oirá flautas y verá la luz del sol: esos serán los iniciados, que le dirán todo lo que necesita saber para su viaje.
Dioniso se despide de Heracles. Le ordena a Jantias que tome el equipaje nuevamente. Este le sugiere que el equipaje debe ser llevado por cualquiera de los hombres que están por ser enterrados en ese momento.
Episodio del muerto (vv. 170-179)
Entra en escena un muerto. Dioniso le pregunta si puede llevarle el equipaje al inframundo, y el muerto le pide dos dracmas. El dios del vino le ofrece nueve óbolos. No se ponen de acuerdo.
Episodio de Caronte (vv. 180-208)
Aparece en escena Caronte con su barca. Dioniso le pide que los lleve del otro lado, pero el barquero se niega a llevar a Jantias, argumentando que él no cruza esclavos que no han luchado en la batalla naval. Jantias se ve obligado a bordear la laguna corriendo. Luego, Caronte obliga a Dioniso a remar. Le advierte que durante el recorrido aparecerán unas ranas que le cantarán unas bellísimas canciones.
Coro de ranas y llegada al inframundo (vv. 209-284)
Un grupo de ranas salta al barco y comienza a cantar una canción sin sentido. Según ellas, esa canción se la entonaban a Dioniso en los pantanos, durante las fiestas de las ollas. Mientras ellas cantan, el dios del vino se queja de los dolores corporales que le genera la acción de remar. Les pide una y otra vez a los animales que dejen de cantar, hasta que, finalmente, decide cantar lo mismo que ellas, con el fin de ganarles por cansancio.
Dioniso llega al otro lado de la laguna. Se reencuentra con Jantias. Este le dice que deben avanzar rápido porque en ese lugar, según Heracles, han de encontrarse con terribles fieras. El dios del vino afirma que eso es una invención de Heracles, y que le gustaría toparse con algún monstruo para realizar un combate digno.
Análisis
La obra comienza con la aparición en escena de Dioniso y Jantias, protagonistas de Las ranas a lo largo de toda la pieza, exceptuando el concurso de poesía en el que Eurípides y Esquilo toman el protagonismo. Dioniso, dios griego de la fertilidad y el vino, aparece disfrazado ridículamente de Heracles [1], mientras que Jantias, su servidor, monta en un asno llevando a cuestas el equipaje de su amo. Ambos personajes forman de inmediato un primer cuadro de gran fuerza cómica basado en el contraste y la exageración [2]. Por un lado, en lugar de ser una figura respetable, el dios griego es un sujeto irrisorio. Por otro lado, el pobre esclavo está a punto de ser aplastado por el equipaje.
Tras recorrer el escenario durante unos instantes y dejar que el público se familiarice con ellos, los personajes tienen un diálogo metateatral: Jantias, dado que es el personaje de una comedia, pretende emprender una acción típica de este género: expresarse en lenguaje vulgar o lanzar alguna ventosidad, tal como se hace en las piezas de Frínico, Licis y Amipsias. Estos son, junto a Aristófanes, los comediógrafos más importantes de la época.
Es fundamental destacar que Las ranas es representada por primera vez en las Leneas, festival teatral que se llevaba a cabo todos los años en Atenas (precisamente, en honor a Dioniso). En dicho evento, la obra de Aristófanes gana el primer lugar, superando a Las musas, de Frínico. Es decir, en esta primera escena, Aristófanes utiliza la metateatralidad para burlarse de los comediógrafos con los que está compitiendo y despreciar su arte. De hecho, Dioniso le prohíbe a Jantias utilizar esos recursos, típicos de los otros autores, diciendo: “Yo, cuando como espectador veo alguno de esos artificios, salgo un año más viejo” (p. 224). Como veremos a lo largo de la obra, Aristófanes utilizará reiteradas veces el recurso de la metateatralidad en pos de criticar la calidad artística de sus competidores (sobre todo de Frínico [3]) y ensalzar su propia comedia.
Una de las características fundamentales de la obra de Aristófanes es la crítica y la burla a personajes contemporáneos de la época. Aquí, tras burlarse de los comediógrafos en el episodio de entrada, en el episodio paródico se mofa de los sofistas. Dioniso y Jantias debaten filosóficamente acerca de quién está llevando el peso del equipaje: el asno o el esclavo (el equipaje está en las espaldas de Jantias, pero Jantias está sobre el asno). El efecto cómico de esta conversación ridícula se acentúa porque Jantias constantemente siente que va a desfallecer a causa del peso que está cargando. Así, Aristófanes parodia las discusiones de los sofistas, quienes argumentaban en pos de encontrar la verdad y la esencia acerca de diferentes cuestiones: el bien, el mal, la ética, la moral, etc. Cabe destacar que esta no es la única obra en la que Aristófanes se mofa de los filósofos. En Las nubes (423 a.C.), Sócrates aparece representado como un charlatán que pretende enredar con sus discursos intrincados a las personas sin instrucción, y se explaya filosóficamente sobre asuntos que carecen de importancia alguna.
Al final del episodio paródico, Dioniso impone su “verdad” en el debate, asevera que es el asno el que carga el equipaje y obliga a Jantias a seguir camino. El esclavo, entonces, dice: “¡Ay desgraciado de mí! ¿Por qué no habré participado en la batalla naval?” (p. 226). Otra de las características fundamentales de las obras de Aristófanes es su estrecha relación con el contexto político y social. Las ranas es escrita y está ambientada durante la Guerra del Peloponeso, conflicto bélico que comienza en el año 460 a.C. y termina en el 404 a.C., un año después de la presentación de esta obra. El lamento lanzado por Jantias hace alusión a la batalla de Arginusas. Esta batalla tuvo un gran costo político para el gobierno ateniense. Pese a haber ganado, los mandatarios fueron muy criticados por el pueblo porque no pudieron rescatar a sus héroes de guerra: una tormenta les impidió a los atenienses ayudar a los sobrevivientes del enfrentamiento bélico a volver a su hogar. Los tripulantes de veinticinco flotas, que habían luchado heroicamente, murieron ahogados. Entre estos tripulantes había una gran cantidad de esclavos. A estos se les había prometido libertad a cambio de luchar por Atenas. El lamento de Jantias tiene dos posibles interpretaciones. Por un lado, se puede argumentar que el esclavo se lamenta por no haber combatido y haber perdido toda potestad para revelarse ante un amo que, como Dioniso, lo explota. Por otro lado, se puede argumentar algo más simple: Jantias está tan cansado que preferiría haber muerto en la batalla naval en lugar de seguir cargando el equipaje.
Tras el episodio paródico, los protagonistas llegan a la casa de Heracles. Los espectadores comprenden entonces cuál es el argumento central de la comedia: Dioniso siente que en Atenas no queda ni un solo buen poeta vivo y pretende ir al inframundo (también llamado Hades) a buscar a Eurípides. Cabe destacar que Eurípides había muerto en el año 406 a.C., es decir, un año antes de la representación de Las ranas. ¿Por qué Dioniso le pide ayuda a Heracles? La respuesta es simple: este héroe ya tiene experiencia en ir al Hades. De acuerdo a la mitología griega, Heracles fue al inframundo, donde encadenó a Cerbero, el perro de siete cabezas que custodiaba las puertas del Hades, y se lo llevó a la tierra de los mortales.
En el episodio de Heracles, Aristófanes, además de mofarse de poetas trágicos contemporáneos a su época, como Jenocles y Pitángelo, para generar comicidad, expresa una preocupación genuina: se pregunta cómo puede estar bien su ciudad si no hay un buen poeta vivo que guíe a sus habitantes. Así instala en la obra uno de sus temas principales: el rol del poeta en la sociedad. Este tema será fundamental, sobre todo al final de la pieza, en la competencia entre Eurípides y Esquilo.
Comienza el viaje al inframundo. En el breve episodio del muerto (quien, según los estudiosos, probablemente aparecía en escena siendo llevado en su féretro), Aristófanes hace una broma relativa al dinero. El muerto, pese a su particular condición, se niega a llevar el equipaje de Dioniso por menos de dos dracmas [4]. Este tipo de humoradas relativas a la codicia y el poder del dinero son constantes en la obra de Aristófanes. De hecho, en el episodio de Heracles, cuando este le dice a Dioniso que debe pagarle dos óbolos [5] a Caronte para que lo transporte en su barca, el dios del vino responde: “¡Ay! Cuánto poder tienen en todas partes los dos óbolos!” (p. 229). La comicidad de esta línea nace del absurdo de que el dinero tenga importancia en el inframundo.
Luego del episodio con el muerto, comienza precisamente el episodio de Caronte. De acuerdo a la mitología griega, Caronte es el barquero encargado de transportar las almas a través de los pantanos del Aqueronte hasta el inframundo. Él conduce la barca, pero no rema. Son las almas las que deben encargarse del trabajo pesado. Aquí, Dioniso, un holgazán de raza, se lamenta por tener que hacerse cargo de tal labor.
En este episodio sucede algo muy interesante: Caronte no le permite a Jantias subir a la barca, argumentando que no participó en la batalla naval, es decir, la batalla de Arginusas. Dice: “Yo no llevo a un esclavo, si no ha luchando en el mar por sus carnes” (p. 231). Como hemos dicho previamente, los esclavos que luchaban en dicha batalla obtenían su libertad. Jantias no luchó, no es un hombre libre y, por lo tanto, no merece ser tratado como tal. Deberá atravesar la laguna corriendo por la orilla. El padecer físico de Jantias por su condición de esclavo es constante a lo largo de la obra. Poniendo en escena su sufrimiento, Aristófanes procura hacer reír a los espectadores, pero también expone de manera crítica el sometimiento que padecen los esclavos griegos. Recordemos que, tras ganar el festival teatral con Las ranas, Aristófanes recibió una corona de olivo, símbolo de la paz, como reconocimiento por los versos que les dedica a los hombres y a las mujeres atenienses que carecían de derechos.
Tras el episodio con Caronte, Dioniso comienza a remar y aparece el famoso coro de ranas con su extraño canto: “Brekekekex koax koax Brekekekex koax koax” (p. 232). La singular aparición de las ranas (que, además, le dan título a la obra) ha merecido diferentes interpretaciones por parte de los estudiosos. Mayoritariamente, se considera que las ranas son fantasmas que representan los horrores del Hades. De hecho, estas atormentan a Dioniso con su canto mientras él rema con esfuerzo, aunque al final el dios del vino logra acompasar su canto con el de ellas y llegar al inframundo sano y salvo.
[1] Según los estudiosos, el disfraz de Heracles constaba de una túnica de color azafranado cubierta por una piel de león. En la mano, Dioniso-Heracles llevaba una gran maza.
[2] La dupla Dioniso-Jantias ha sido comparada frecuentemente con la dupla Don Quijote-Sancho Panza. De hecho, se estima que es posible que Cervantes se haya inspirado en Las ranas para componer a los protagonistas de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
[3] Las obras más importantes de Frínico son Las musas (414 a.C.) y El solitario (405 a.C.). Ambas fueron derrotadas en los festivales teatrales por piezas de Aristófanes. Las musas, como hemos dicho, obtuvo el segundo puesto detrás de Las ranas, mientras que El solitario obtuvo el tercer puesto detrás de Las aves, de Aristófanes.
[4] Si bien por cuestiones temporales el cálculo es muy complejo, algunos historiadores y economistas han estimado que un dracma correspondía a unos veinticinco dólares actuales.
[5] Un óbolo equivalía a la sexta parte de un dracma, es decir, a unos cuatro dólares actuales.