Resumen
Episodio preagonal (vv. 830-894)
Eurípides le dice a Dioniso que no dejará el trono. Afirma que es superior a Esquilo, y que este es un artífice de personajes feroces y de lenguaje audaz, invencibles en el parloteo y chapuceros de palabras pomposas. Esquilo, indignado, trata a Eurípides de coleccionista de parloteos y poeta de mendigos. Dioniso les advierte a ambos que refrenen su ira. Esquilo se queja de que la contienda no es justa, ya que su poesía no ha muerto, mientras que la de Eurípides ha fallecido junto a él y, por ende, para este será más fácil recitar sus versos. Dioniso afirma que será un juez justo e imparcial.
El coro invoca a las nueve musas. Las invita a presenciar desde lo alto la competición entre los dos poetas. Esquilo le reza a Deméter, pidiéndole inspiración. Eurípides, por su parte, invoca a Éter.
Comienzo de la contienda y coro (vv. 895-1118)
El coro dice que está listo para escuchar a los sabios poetas enfrentándose con agudeza e ingenio.
Eurípides afirma que su estrategia se basará en demostrar que Esquilo es un charlatán que engañaba a sus espectadores. Dice que este, a menudo, colocaba personajes silenciosos sobre el escenario solo para generar expectativa e impresionar. Luego, a mitad de la obra, estos personajes se lanzaban a hablar con pompa y solemnidad. Utilizaban palabras desconocidas, altisonantes o complejas de entender solo con el fin de confundir a los espectadores.
Esquilo trata de ignorante a Eurípides, y después le pregunta sobre qué escribía él. Eurípides afirma que cuando él heredó el arte de la tragedia, esta estaba hinchada de términos jactanciosos y palabras pesadas. Entonces, lo primero que hizo fue adelgazarla, quitarle esa solemnidad excesiva. Luego, dice que él no escribía cosas al azar, ni embrollaba todo según se le iba ocurriendo (como sí hacía Esquilo). Además, él no ponía personajes vacuos en el escenario. Todos sus personajes participaban democráticamente en la acción: la mujer, el esclavo, el amo, la doncella y la vieja. Así, les enseñó a los espectadores a hablar, discurrir, ver, entender y pensar de manera analítica. Él colocó en el escenario asuntos cotidianos y los trató con un lenguaje simple, sin utilizar fanfarronadas grandilocuentes.
El coro invita a Esquilo a responder. Le pide que no se deje llevar por la ira.
En primer lugar, Esquilo dice que está enfurecido por tener que discurrir con Eurípides, un poeta que no es de su talla. Luego, le pregunta a este por qué cualidades se debe admirar a un poeta. Eurípides afirma que los poetas admirables son aquellos que, con su inteligencia y sus consejos, hacen mejores a los hombres de las ciudades. Esquilo, entonces, dice que Eurípides ha empeorado a las personas. Cuando él estaba vivo y en las ciudades reinaba su tragedia, los hombres eran nobles y de elevada estatura, no ciudadanos corruptos, ni charlatanes, ni estafadores. Él, por ejemplo, en “Los siete contra Tebas” y “Los persas”, incitaba a los espectadores a convertirse en grandes guerreros, en ciudadanos modelo. Según Esquilo, los poetas deben tratar grandes asuntos y construir grandes héroes para que los ciudadanos quieran imitarlos. Por eso él, a diferencia de Eurípides, no ponía sobre las gradas a prostitutas ni a mujeres enamoradas que dieran malos ejemplos.
Eurípides le pregunta, entonces, si hablar de Licabetos o enseñar las grandezas de Parnasos con lenguaje elevado es útil. Esquilo le responde que, para construir pensamientos elevados, se precisa utilizar palabras elevadas. Además, según él, es natural que los semidioses hablen de esa forma, pues son superiores a los mortales.
Durante toda esta discusión, Dioniso se burla de ambos poetas y los invita a responder al agravio del prójimo.
Interviene el coro. Este también invita a los poetas a responder con agudeza cada agravio. Luego, les dice que no deben temer que los espectadores no los comprendan, pues estos han participado en campañas militares y, por lo tanto, están formados.
Episodio de los prólogos (vv. 1119-1197)
Eurípides analiza el prólogo de Orestíada, obra de Esquilo. Afirma que está lleno de errores de lógica y de redundancias. Por ejemplo, en la línea que dice: “Hermes ctónico, que proteges los dominios paternos" (p. 263), Eurípides afirma que hay un error, ya que cuando el padre de Hermes murió a manos de su esposa, este no lo protegió. Esquilo se defiende afirmando que él hablaba de otro Hermes.
Luego, Eurípides recita unas líneas de su prólogo de Edipo. Esquilo lo ataca. Dice que la línea “Era Edipo al principio un hombre feliz” (p. 264) es incorrecta, ya que Edipo era infeliz desde el momento de su nacimiento, pues Apolo ya le había profetizado que mataría a su padre.
Episodio del frasquito (vv. 1198-1247)
Esquilo afirma que va a destruir todos los versos de Eurípides utilizando un frasquito. Dice que Eurípides compone de tal forma que se puede adaptar cualquier cosa a sus versos. Lo insta a citar.
Eurípides recita: “Egipto, como cuenta la leyenda más extendida, con sus cincuenta hijos, abordando las costas de Argos con una tabla marinera…” (p. 265). Esquilo lo interrumpe para agregar: “Perdió un frasquito” (p. 265). Eurípides continúa: “Dioniso, que, vestido con tirsos y con pieles de cervatillo entre antorchas, salta danzando…” (p. 265), y Esquilo lo vuelve a interrumpir: “Perdió un frasquito”. Esto sucede seis veces más, con diferentes citas iniciadas por Eurípides.
Episodio de los cantos (vv. 1248-1364)
Eurípides afirma que Esquilo siempre compone de la misma manera. Cita varios ejemplos al respecto: “Aquiles ptíota, ¿por qué al oír este homicida golpe, iay!, no vienes en socorro? A Hermes, como fundador de nuestra raza, honramos los que vivimos alrededor del lago, golpe, iay!, ¿no vienes en socorro?” (p. 267); “El más glorioso de los aqueos, hijo de Atreo, soberano de un pueblo numeroso, aprende de mi golpe, iay!, ¿no vienes en socorro?” (p. 267); “Guardad silencio. Las Melisas están a punto de abrir el templo de Ártemis golpe, iay!, ¿no vienes en socorro?” (p. 267).
En su defensa, Esquilo argumenta que sus versos provienen de un lugar superior. Según él, las líneas de Eurípides, al igual que las de Frínico, provienen de las canciones de las prostitutas. Luego, Esquilo le pide a la musa que toque la lira, y se luce citando algunos de sus versos.
Episodio de la balanza e irrupción de Plutón (vv. 1365-1416)
Dioniso les pide a los poetas que dejen de recitar. Los conduce hasta una balanza y afirma que los pesará por si, en algún momento, debe vender su arte como se vende el queso en el mercado.
Ambos poetas suben a la balanza, y cada uno de ellos recita un verso de alguna obra de su autoría. Eurípides habla: “Ojalá la nave de argos no hubiera pasado volando” (p. 270), y Esquilo recita: “iOh río Esperqueo y dehesas donde pacen los bueyes!” (p. 270). La balanza se inclina a favor de Esquilo. Según Dioniso, eso es porque un río es mucho más pesado que un verso en el que algo vuela. Ambos poetas recitan dos versos más. La balanza se inclina siempre a favor de Esquilo.
Plutón le exige a Dioniso que emita un juicio.
Episodio de la salvación de la ciudad, veredicto y coro (vv. 1417-1499)
Dioniso aún no puede dar un veredicto. Entonces, les pregunta a ambos poetas qué opinión les merece Alcibíades. Eurípides responde que odia al ciudadano que se muestra lento en servir a su patria pero que es rápido, en cambio, para ocasionarle grandes males. Esquilo dice que no es conveniente criar a un león en la ciudad, pero que, en tal caso, hay que adaptarse a sus maneras.
Dioniso es afín a ambas opiniones. Les pregunta a los poetas qué harían ellos para salvar a la ciudad. Eurípides replica que se debe desconfiar de los ciudadanos en los que se confía, y confiar en aquellos de los que se desconfía. Esquilo afirma que el problema es que la ciudad desprecia a los buenos y disfruta con los malos.
El dios del vino llega a un veredicto: elige como vencedor a quien está en su corazón: Esquilo. Eurípides se enfurece. El coro felicita al vencedor.
El éxodo y coro (vv. 1500-1533)
Plutón se despide de Esquilo. Le pide que salve la ciudad con su sabiduría. Luego, le da una espada para que se la entregue a Cleofonte, una cuerda para los administradores, y una copa con cicuta para Arquenomo. Le encarga que les diga que deben ir al inframundo de inmediato. Esquilo acepta los recados y le pide a Plutón que le entregue su trono a Sófocles, para que lo cuide durante su ausencia, y que de ninguna manera permita que Eurípides ose tomar el cetro.
El coro le desea buen viaje a Esquilo, anhelando que este libere la ciudad de lamentables enfrentamientos armados.
Análisis
En el final de su viaje al inframundo, Dioniso cumple con su misión de llevar a un poeta de regreso a la tierra de los vivos, aunque ese poeta no es el que él esperaba. El dios del vino no volverá con Eurípides, sino con Esquilo. A lo largo del concurso entre estos dos grandes poetas trágicos, Dioniso comprende cabalmente qué tipo de artista precisa Atenas para restaurarse.
Eurípides y Esquilo, junto a Sófocles, son los poetas trágicos más importantes de la Grecia Antigua. Esquilo nace en el año 525 a.C. y muere en el año 456 a.C. A lo largo de su vida, compone ochenta obras, de las cuales se conservan solamente siete. Los persas (472 a.C.), Los siete contra Tebas (467 a.C.) y la trilogía Orestiada (458 a.C.) son algunas de sus obras más destacadas. Los personajes de Esquilo suelen ser héroes de la guerra, reyes y dioses mitológicos. En general, se los presenta como seres rectos e infalibles. A través de sus grandes personajes, Esquilo pone en escena temas morales, y busca instruir a la audiencia acerca de cómo deben comportarse. Eurípides nace en el año 484 a.C. y muere en el 406 a.C. (un año antes de la presentación de Las ranas). Su obra se compone de noventa y dos obras, de las cuales se conservan solamente diecinueve. Medea (431 a.C.), Las troyanas (415 a.C.) y Las bacantes (405 a.C.) son algunas de las piezas más importantes de este dramaturgo. Eurípides, nacido más de cuarenta años después que Esquilo, es un poeta mucho más moderno. En sus tragedias, los personajes suelen ser apasionados e imperfectos. Además, es frecuente la aparición de personajes extraídos de la vida común y corriente, y el tratamiento de temas cotidianos, que no reflexionan directamente sobre la moralidad y la ética ciudadana.
En el comienzo del concurso, Aristófanes explota al máximo la contraposición entre estos dos poetas trágicos, sumamente populares en su época, para generar comicidad. Eurípides acusa a Esquilo de ser un “artífice de caracteres feroces, de audaz lenguaje, con boca sin freno, incontrolable, sin barreras, invencible en el parloteo, chapucero de palabras pomposas” (p. 253). Además, arguye que él se encargó de quitarle exageración y solemnidad a la tragedia, y de volverla accesible para todos los espectadores. Así, ha enseñado al vulgo a pensar racionalmente. Por su parte, Esquilo considera que Eurípides vulgarizó la tragedia, convirtiéndola en un mal ejemplo para los ciudadanos. Afirma que sus propios espectadores, a diferencia de los de Eurípides, eran “nobles y de elevada estatura, y no ciudadanos que no quieren contribuir a las cargas del Estado, ni charlatanes ni estafadores, como los de ahora, ni bribones, sino apasionados por las lanzas y las picas y los cascos de blanca cimera y los yelmos y las grebas, y corazones de siete pieles de buey” (pp. 258-259).
Pese al tinte cómico de la discusión entre Eurípides y Esquilo, logrado a través de discursos hiperbólicos e insultos cruzados, aquí se hace evidente que, desde la óptica de Aristófanes, el arte es trascendental dentro de la sociedad. La discusión entre los poetas va mucho más allá de lo estético: ambos dan por hecho que, a través de sus tragedias, han educado a los ciudadanos atenienses, de una o de otra forma. Como hemos dicho previamente, el arte se presenta en Las ranas como un elemento didáctico fundamental para la sociedad, y, como tal, es inescindible de la política. Entonces, Dioniso no deberá solamente decidir, a lo largo de este concurso, cuál es el mejor poeta trágico del inframundo, sino cuál de los dos modelos de pensamiento es el indicado para sacar a Grecia de su decadencia actual.
Según los estudiosos, el conflicto planteado en la obra entre Esquilo y Eurípides es una expresión poética del conflicto que existía en la Grecia de aquel tiempo entre los valores de la vieja y la nueva política. La poética de Esquilo está ligada a los valores aristocráticos clásicos, mientras que la poética de Eurípides se vincula íntimamente a los nuevos valores democráticos.
A lo largo del concurso entre los poetas, esto se evidencia de diferentes modos. Ya hemos visto, por ejemplo, que Esquilo es burlado por Eurípides por construir personajes rimbombantes que dictaminan grandes verdades, mientras que Esquilo acusa a Eurípides de haber vulgarizado la tragedia griega. En este caso, la solemnidad de Esquilo se conecta a la idea aristocrática de que existen hombres superiores que han de guiar a las masas. En las obras de Eurípides, por el contrario, esos grandes hombres ya no parecen existir: vemos en escena a humanos atravesados por las pasiones, es decir, personajes que pueden parecerse a los espectadores.
En la discusión acerca del lenguaje y los temas de las obras también está de fondo el debate entre aristocracia y democracia. El lenguaje de las obras de Esquilo es elevado, y sus temas son nobles. Según Esquilo, el lenguaje mundano de Eurípides proviene de canciones que cantan las prostitutas, y sus temas cotidianos vulgarizan la inteligencia de los ciudadanos griegos. Eurípides, fiel a su espíritu democrático, se jactará de utilizar un lenguaje comprensible para todos (en contraposición al de Esquilo, que considera incomprensible) y de haberle enseñado al vulgo a razonar sobre sus asuntos cotidianos.
En definitiva, el concurso entre Eurípides y Esquilo es un debate político atravesado por dos concepciones teatrales opuestas. Esto evidencia hasta qué punto es íntima la ligazón entre arte y política en la Antigua Grecia. La decisión final de Dioniso de dar como ganador a Esquilo es, asimismo, una proclama política por parte de Aristófanes, que, desencantado del devenir de Grecia bajo la tutela democrática, pugna por el regreso de la aristocracia y de sus clásicos valores.
Pero no nos adelantemos. Continuemos analizando lo que sucede en el concurso. Como hemos dicho previamente, Aristófanes mezcla con maestría el tratamiento de asuntos serios con lo cómico e, incluso, lo absurdo y desopilante. En este sentido, se debe destacar el episodio del frasquito, uno de los más hilarantes de la obra. Aquí, Esquilo se burla del modo en que Eurípides compone sus versos. Le dice: “Con ayuda de los dioses, aniquilaré tus prólogos con un pequeño frasquito” (p. 261). Luego, interrumpe siete veces a Eurípides mientras este cita prólogos de sus diferentes obras, introduciendo, precisamente, “un frasquito”. Por ejemplo, Eurípides se cita a sí mismo diciendo: “Egipto, según fama más divulgada, con cincuenta hijas en un barco de remos arribando a Argos…” (p. 262), y Esquilo lo interrumpe: “Perdió un frasquito” (p. 262).
Tal como señalan los críticos, en este momento del concurso, la discusión entre los poetas deja de centrarse sobre el contenido y se enfoca en la forma. De hecho, luego de que Esquilo se burle de Eurípides usando “el frasquito”, este se vengará de Esquilo citando fragmentos de sus obras e introduciendo el “Toflatozrat”: “Como el poder de doble trono de los aqueos, de la juventud helena, toflatozrat, toflatozrat, envía la esfinge, perra prítane de aciagos días, toflatozrat, toflatozrat” (p. 263). “Toflatozrat” es un término que no tiene sentido alguno. Eurípides lo utiliza como un elemento musical, para demostrar que los versos de Esquilo tienen una cadencia y un ritmo absolutamente predecible.
Incapaz de decidir quién es el ganador, Dioniso decide llevar a los poetas a una balanza, para “pesar, como si fuera queso, el arte de los poetas” (p. 264). Hemos destacado previamente que uno de los recursos humorísticos recurrentes de Aristófanes (no solo en esta pieza, sino en su obra en general) consiste en mezclar lo solemne con lo cotidiano. En el episodio de la balanza, tal como puede verse en la cita, Aristófanes mezcla literalmente lo alto con lo bajo, lo abstracto con lo material. Tal como se hace en el almacén con el queso, los poetas se suben a la balanza y recitan sus versos, y Dioniso, de acuerdo al pesaje, decide cuáles son mejores. Esta mezcla de lo solemne con lo burdo debe comprenderse dentro de la pérdida de fe y confianza en los valores tradicionales que azota a la Grecia de aquella época. En la Grecia que Aristófanes anhela, la vieja Grecia de Esquilo, este tipo de chanzas con lo sagrado (las deidades, el arte) no habrían tenido lugar alguno. Curiosamente, Aristófanes escribe sus obras desde la decadencia y contra la decadencia.
Pese a que la balanza se inclina a favor de Esquilo, Dioniso no se atreve a lanzar un veredicto definitivo. Sabe que tiene en sus manos recae una gran responsabilidad política. Por eso, antes de decidir quién es el ganador, decide abordar la cuestión política directamente, ya no a través de los valores que reflejan las obras y las estéticas de los poetas, sino preguntándoles a estos qué opinan de Alcibíades.
Alcibíades (450 a.C.-404 a.C.) es un estadista y orador griego contemporáneo de Aristófanes. Ejerce un importante papel en la Guerra del Peloponeso. Si bien se lo considera responsable de varias derrotas griegas, también es el artífice de numerosas victorias bélicas. Se destaca por su ambición y su uso de tretas y traiciones para obtener los fines que desea. Por esto, es una figura que genera opiniones encontradas: algunos lo consideran un genio y otros, como Aristófanes, un hombre sin valores, producto de la nueva Grecia democrática.
En este punto, ambos poetas están de acuerdo: Alcibíades es un sujeto peligroso, al que no se le debería haber dado poder. Según los estudiosos, Aristófanes decidió hacer coincidir a los poetas para no dejar asomar ni un atisbo de bondad hacia Alcibíades. Si bien Eurípides es presentado en la obra como un poeta nacido en la democracia, con valores menos sólidos que los de Esquilo, sigue siendo, en definitiva, uno de los grandes poetas trágicos de Grecia, y habría sido un elogio para Alcibíades poner buenas palabras en su boca.
Eurípides también demuestra buen tino y tiene una opinión similar a la de Esquilo acerca de lo que se debe hacer para salvar la ciudad. Es decir, cuando los poetas son interrogados directamente sobre política, sin pasar por el filtro de la literatura, las grandes diferencias no salen a la luz. En cambio, sus opiniones se complementan y llegan a los espectadores como un mensaje unificado que pondera la bondad, la lealtad y la paz.
Finalmente, Dioniso elige a Esquilo como vencedor. Así, si al comienzo de su viaje, el dios del vino iba rumbo al inframundo a buscar a Eurípides, luego advierte que Esquilo representa mejor los valores de la Antigua Grecia, y será más útil para la nación. Dice Plutón: “Vamos, Esquilo, parte gozoso y salva nuestra ciudad con buenos consejos e instruye a los insensatos: son legión” (p. 269). De este manera, mucho más que como un mero poeta, Esquilo es presentado como un sabio que, con su palabra, podrá devolver el antiguo esplendor a Grecia. La comedia termina así, sin risas, y con un mensaje moral que invita a los espectadores a ser críticos con la realidad política y a recuperar los antiguos valores aristocráticos.