Resumen
Episodio de Éaco (vv. 464-502)
Éaco pregunta quién golpea a su puerta. Dioniso dice ser Heracles y Éaco, entonces, tiene un ataque de ira: lo maldice por haberle robado a Cerbero y afirma que irá inmediatamente a buscar diversas criaturas monstruosas para vengarse. Dioniso se asusta tanto que se defeca en sus pantalones. Jantias se burla de su cobardía. El dios del vino se defiende, afirmando que un cobarde nunca habría aceptado en voz alta que se ha defecado encima. Luego le ordena que se intercambien de vestimentas. Jantias queda disfrazado de Heracles y Dioniso, de servidor.
Episodio de la criada y coro (vv. 503-548)
Una criada abre la puerta de la casa de Plutón. Se deleita al ver a Heracles. Lo invita a compartir un banquete junto a bailarinas vírgenes. Jantias le ordena a Dioniso que le lleve su equipaje. Este, indignado, obliga a su servidor a que le devuelva el disfraz de Heracles.
El coro afirma que las cosas que hace Dioniso son propias de un hombre con juicio y conocimiento, tal como Terámenes, que ha navegado mucho y se sitúa siempre a sí mismo en el lado menos sumergido de la barca.
Episodio de las despenseras, coro y regreso de Éaco (vv. 549-641)
Aparecen en escena dos despenseras. Al ver a Heracles (que ahora es, nuevamente, Dioniso) se indignan. Le reprochan haber devorado una gran cantidad de comida de sus despensas y no haberles pagado. Jantias, divertido, les da la razón y afirma que Heracles merece un gran castigo. Las despenseras van a buscar a Cleón e Hipérbolo para que estos sometan a Heracles-Dioniso a juicio.
El dios del vino le ruega a su servidor que se vuelva a poner el disfraz de Heracles. Le jura que no se lo pedirá más. Dice que si lo llegara a hacer, su castigo sería morir de la peor manera posible junto a su esposa y sus hijos. Jantias acepta: vuelve a ser Heracles.
El coro le advierte a Jantias que debe representar con honor a Heracles y no decir tonterías. Este les responde que sabe lo que tiene que hacer, y no tiene dudas de que Dioniso, si lo necesitara, le volvería a pedir el disfraz de Heracles pasando por encima de su propio juramento.
Entra Éaco en escena junto a dos esclavos. Les ordena que aten a Heracles para darle el castigo que se merece. Dioniso se burla de Jantias. Este le dice a Éaco que nunca le robó, y le sugiere que torture a su servidor (que ahora es Dioniso) para obtener de su boca la verdad. Éaco le pregunta cómo debe torturarlo y Jantias le da algunas opciones: lo puede colgar de una escalera, azotarlo con un erizo, echarle vinagre en las narices, etc.
Éaco acepta la propuesta, pero cuando sus esclavos se disponen a amarrar a Dioniso, este afirma que es un dios inmortal, hijo de Zeus, y les prohíbe que se le acerquen. Agrega que, en realidad, Jantias es su servidor. Por su parte, Jantias afirma que Dioniso miente y que él es un dios. Éaco, para comprobar quién dice la verdad, decide golpear a ambos, ya que, en teoría, los dioses no padecen dolor.
Episodio de los golpes (vv. 642-673)
Éaco golpea varias veces a Jantias y Dioniso. Los dos sufren los golpes y lanzan lamentos, aunque intentan disimular. Finalmente, Éaco se rinde. No puede discernir cuál de los dos es un dios y cuál, un impostor. Decide hacerlos entrar en la casa para que Plutón y Perséfone, que son dioses, descifren la verdad del asunto. Dioniso dice que eso le parece un buen plan y lamenta que Éaco no lo haya pensado antes de golpearlo.
Parábasis (vv. 674-737)
El coro le pide a la musa que lo inspire para entonar su canto. Luego, el corifeo toma la voz. Dice que es bueno que el coro instruya a los ciudadanos. Comparte luego sus valoraciones: afirma que todos los ciudadanos deben ser iguales entre sí, que nadie en la ciudad debería estar privado de derechos, y que aquellos que participaron en la batalla naval deberían ser perdonados por su desventura y valorados por su coraje.
Después, el coro dice que en la ciudad solo se valora a los ciudadanos de mala calaña, y se deja de lado a aquellos que son nobles, prudentes, justos y honrados. Compara esta situación con el uso de las monedas, afirmando que en la ciudad no se utilizan las monedas de oro y buena cuña, sino las de cobre, viejas y de mal cuño.
Análisis
Dioniso y Jantias se encuentran con Éaco, guardián de Cerbero y uno de los tres jueces del Hades. El dios del vino se hace pasar por el valeroso Heracles. Éaco se enfurece, ya que Heracles, como hemos dicho, y de acuerdo a la mitología griega, fue quien robó a Cerbero del inframundo. Amenaza severamente a Dioniso: “Ahora te tengo cogido por la cintura. Así te vigilan la piedra de corazón negro de la Éstige y el acantilado ensangrentado del Aqueronte y los perros que corren alrededor del Cocito y Equidna de cien cabezas, que te desgarrará tus entrañas; de tus pulmones se cogerá la murena tartesia y tus dos riñones ensangrentados, con tus intestinos, los destrozarán las Gorgonas titrasias, tras las que yo dirigiré mi veloz pie” (p. 240) [1].
Si bien al principio de la obra Aristófanes, a través de la voz de Dioniso, critica duramente las humoradas ligadas a ventosidades y otras vulgaridades, aquí recurre a una de ellas. La amenaza de Éaco es tan terrible que Dioniso se defeca en los pantalones, dando pie a una serie de bromas vulgares. Jantias lo acusa de cobarde y el dios del vino se defiende afirmando que un cobarde no diría en voz alta que se ha defecado, sino que intentaría disimular, y se limpia con una esponja mojada.
A continuación, Dioniso le exige a Jantias que cambie sus ropas con las de él, ya que no quiere ser confundido con Heracles y recibir el castigo de Éaco. Así se da inicio a una serie de episodios cómicos basados en la confusión. Dioniso y Jantias, siempre a pedido del dios del vino, intercambiarán sus ropas varias veces. Estos episodios, además de buscar las risas en el público, vuelven a señalar el sufrimiento de los esclavos, que se encuentran totalmente a merced de la voluntad caprichosa y egoísta de sus amos.
Tras el primer intercambio de ropa, se abre la puerta de la casa de Plutón, pero quien sale no es Éaco con sus criaturas monstruosas, dispuesto a castigar a Dioniso, sino una amable criada que invita a Heracles (ahora Jantias) a disfrutar un banquete junto a bailarinas “que están en la flor de la juventud y recién depiladas” (p. 242). Jantias intenta aprovechar la confusión y le exige a su amo que le lleve el equipaje. Por supuesto, esto no sucede, y Dioniso vuelve a reclamar el disfraz de Heracles.
El coro tiene entonces una breve pero interesante aparición. Loan la habilidad política de Dioniso, quien sabe adaptarse a las circunstancias, comparándolo con Terámenes. Terámenes fue un importante pensador y orador, discípulo de Sócrates. Como general, se distinguió en las batallas navales de Abidos y Arginusas. Se destacaba por su versatilidad y fácil adaptación a las diferentes coyunturas políticas. De acuerdo a los estudiosos, en la época de Aristófanes, Terámenes representaba en política lo que Eurípides representaba en literatura: ambos eran afines al cambio de valores tradicionales, al desprendimiento de la austeridad del pasado, a la búsqueda del progreso a través de nuevas formas y a la valoración de la conveniencia por sobre la verdad. Tanto Terámenes como Eurípides están ligados fuertemente a los nuevos valores democráticos. Estos valores, menos ideales y más coyunturales, son denostados por Aristófanes, quien confiaba en los valores de la antigüedad que, en literatura, eran encarnados por Esquilo. Por todo esto, se debe entender que las loas del coro a Dioniso tienen una fuerte carga irónica.
Comienza el episodio de las despenseras. Dioniso, que ha vuelto a tomar la vestimenta de Heracles, es amenazado por dos sirvientas del Hades, que lo acusan, confundiéndolo con el héroe, de ladrón de comida. Profetizándole castigos terribles, ellas llaman en su ayuda a Cleón e Hipérbolo. Estos son dos políticos de la época que ya habían aparecido en otras comedias de Aristófanes. En Los Babilonios (426 a.C.) [2], Cleón aparece como un demagogo, y es criticado fuertemente por haber ridiculizado la política y las instituciones de su país frente a los extranjeros. Hipérbolo, por su parte, es representado en Las aves (414 a.C.), y también es criticado por su demagogia. Se lo escenifica como un político de asamblea, que habla mucho y hace poco. La idea de que las despenseras van a pedirles ayuda a estos demagogos ridiculiza toda la situación. De hecho, una de las despenseras le pide a la otra que llame a su patrono Hipérbolo para que venga en su ayuda, “si es que lo encuentra” (p. 243). Da a entender que no es fácil encontrar a este político y ponerlo a trabajar. Por supuesto, tanto Hipérbolo como Cleón habían muerto cuando se representó Las ranas y por eso, se encuentran en el inframundo.
Para no sufrir el castigo, Dioniso vuelve a intercambiar sus ropas con Jantias y, tras una breve irrupción del coro, regresa Éaco. Aquí, se llega al punto máximo de la confusión. Éaco, al no poder decidirse sobre cuál de los dos es Heracles, decide golpear a ambos personajes. En teoría, los dioses no padecen el dolor físico. Uno de los recursos recurrentes para buscar comicidad en Las ranas consiste en quitarles cualidades de deidad a Dioniso. El dios del vino que aparece en esta pieza poco y nada tiene de dios, y aquí se vuelve a demostrar. Dioniso siente cada golpe de Éaco como lo sentiría cualquier mortal, incluso un esclavo sin derechos como Jantias. Finalmente, Éaco decide llevarlos ante sus amos, Plutón y Perséfone, para que descubran la identidad de los extranjeros y decidan quién es el dios y quién, el esclavo. Esta dificultad para diferenciar a un dios de un esclavo vuelve a poner sobre las gradas la idea de que todos los hombres son iguales entre sí y, por lo tanto, merecen los mismos derechos (e incluso los mismos castigos).
Comienza la parábasis. En la comedia griega antigua, la parábasis es un momento de la obra en el que todos los actores salen del escenario, quedándose solamente los miembros del coro. Estos abandonan parcial o completamente su papel dramático para hablar con el público sobre uno o varios temas que pueden estar más o menos relacionados con la obra. En el caso de Las ranas, la parábasis trata sobre algunas cuestiones relativas a la obra y otras mucho más ligadas al contexto sociopolítico que a la pieza.
En primer lugar, el coro dice: “Es justo que el coro sagrado aconseje y enseñe a la ciudad cosas útiles” (p. 247). El rol del arte en la sociedad es un tema clave de la obra. Para Aristófanes, el arte es un elemento constitutivo y fundamental de toda sociedad. De hecho, Dioniso va al inframundo a buscar a Eurípides porque la ciudad no puede sobrevivir sin un buen poeta que los guíe. En Las ranas, el arte tiene una función didáctica primordial, y eso es lo que más adelante se pondrá en juego en el concurso entre Eurípides y Esquilo.
En segundo lugar, el coro afirma que todos los ciudadanos atenienses deberían tener los mismos derechos. Esta afirmación, como hemos visto, tiene una íntima ligazón con la obra, en la que constantemente vemos el sometimiento que padece Jantias, el esclavo. Luego, el coro dice que se debería perdonar a aquellos que participaron de la batalla naval. Aquí, nuevamente, se está aludiendo a la batalla de Arginusas, en la que Atenas venció a Esparta pero una tormenta les impidió a los atenienses rescatar a los supervivientes del enfrentamiento. Los tripulantes de veinticinco flotas, que habían luchado heroicamente, murieron ahogados. El pueblo griego estalló entonces contra los militares al mando y, como consecuencia, seis de los ocho generales que estuvieron encargados de la misión fueron condenados a muerte. Así, a través del coro, Aristófanes condena el accionar de los militares, pero pide comprensión y perdón porque “… es justo que vosotros a éstos y a sus padres, que con vosotros muchas veces pelearon en el mar y están unidos a vosotros por el linaje, les perdonéis ese único suceso, si os lo piden” (p. 248).
El coro cierra la parábasis instando a los espectadores a que dejen de elegir a los peores ciudadanos para regir la ciudad, y valoren a aquellos que son nobles, prudentes, justos y honrados. Cuando Aristófanes estrena Las ranas, Grecia está atravesando una enorme decadencia, y la democracia está siendo cuestionada. La idea de que este sistema gubernamental ha fracasado, y que la oligarquía aristocrática debería volver a tomar las riendas del país y reestablecer los valores tradicionales aparece de diferentes modos en esta pieza. Como veremos más adelante, la victoria de Esquilo por sobre Eurípides responde a esta idea de que lo aristocrático es superior a lo democrático.
[1] De acuerdo a los estudiosos, estos versos parodian el estilo trágico de Eurípides, acumulando el uso de adjetivos compuestos y la enumeración de lugares y personajes del mundo del más allá.
[2] Esta obra no se ha conservado. Se conoce su argumento a través de otros textos clásicos que hacen referencia a ella.