Los advertidos

Los advertidos Resumen y Análisis Segunda parte

Resumen

Al darse cuenta de que están construyendo una enorme canoa, las tribus empiezan a decir que Amaliwak está loco. No conciben cómo semejante canoa podría flotar y utilizarse para navegar por los ríos. También les llama la atención la colocación de una casa sobre la canoa gigante. El trabajo parece absurdo, pero de esa locura viven, con todo el maíz y la mandioca que puedan necesitar. El baile, las risas y los desafíos sin violencia indican que el ambiente sigue siendo de celebración y de fiesta. Cuando Amaliwak anuncia que el trabajo ha terminado, cada tribu se vuelve a su comarca con un dejo de tristeza.

Amaliwak escucha “La Gran-Voz-de-Quien-Todo-lo-Hizo”, que le dice que debe repoblar la tierra haciendo que su mujer arroje semillas de palmera por encima de su hombro. Se pregunta, entonces, por qué se le ha encomendado esta importante tarea. Una noche se oye una voz extraña, como una especie de conjuro fuerte e incomprensible. A continuación, empieza a escuchar las pisadas y los alaridos de diversos animales que llegan para embarcarse en la canoa. Cuando ya están los animales dentro, Amaliwak cierra la escotilla y se instala con su familia en lo más alto de la embarcación. Mientras el cielo oscurece, Amaliwak oye la indicación divina de taparse los oídos. A continuación, un gran estruendo da comienzo al diluvio. La lluvia es tan fuerte que no se puede respirar fuera de la canoa. La oscuridad es total durante días. Pasado un tiempo indefinido, Amaliwak siente cómo la canoa se despega del piso y empieza a flotar.

Análisis

La segunda parte de “Los advertidos” se centra en la construcción de la enorme canoa. Esta embarcación se carga de significado simbólico, en cuanto representa materialmente la versión americana del mito del diluvio. No se trata de un arca, como la de Noé, sino de una embarcación característica de las tribus indígenas de América. La canoa es descrita como “absurda, incapaz de flotar”, lo que refuerza el carácter divino de la embarcación, puesto que una canoa de ese tamaño solo podría flotar por voluntad de los dioses. La incredulidad de las tribus, que otra vez vuelven a cuestionar la cordura de Amaliwak, es confrontada con el milagro del diluvio y de la canoa que, al final de esta parte, empieza a navegar.

En esta parte del relato se produce un pasaje entre el ambiente festivo del inicio y el momento sombrío que anuncia el comienzo del diluvio. De las “grandes fiestas” que se daban “a la sombra de la Enorme Canoa” se pasa a los extraños sonidos, tanto divinos como animales, que indican que algo extraordinario está por suceder. La descripción de esta escena se carga de imágenes sonoras, con los “conjuros, inauditos, incomprensibles” de la voz divina; “la masa de rugidos, zarpazos, trompas” de los animales, y el trueno que retumba tan fuerte “que los animales de la Enorme-Canoa [quedan] ensordecidos”. Con la lluvia llega la oscuridad, que no le permite a Amaliwak distinguir los días de las noches. Esta imprecisión temporal sirve al propósito del mito de colocarse fuera del tiempo. El episodio sonoro se cierra con el “embate sordo” que hace la canoa al despegarse del piso y empezar a flotar.

Por último, cabe destacar el momento en que Amaliwak se pregunta por qué le ha tocado ser “el depositario del Gran Secreto vedado a los hombres”. Este momento de incertidumbre revela la humanidad de Amaliwak, en cuanto lo muestra como una persona que padece el peso de la enorme tarea que se le ha encomendado. Amaliwak es un elegido que obedece el mandato divino, pero que también se cuestiona el propósito de su misión, y que es capaz de padecer “tensión”, “indecisión” y “miedo”, sentimientos que se presentan en el personaje cuando la lluvia cae inundando la tierra.