Para construir su propia versión del mito del diluvio en “Los advertidos”, Carpentier se inspiró en las versiones de diferentes mitologías: la venezolana, la bíblica, la china, la griega y la mesopotámica. Es interesante recuperar cómo se relatan estas historias en cada cultura para saber qué tomó y qué modificó Carpentier, consiguiendo que los héroes de estos mitos converjan en su relato.
En la mitología de los pueblos indígenas Tamanaco y Caribe de Venezuela, Amaliwak o Amalivaca es un dios creador. El diluvio se desata por la furia contra los hombres de la serpiente Lalikilpará, que habitaba las profundidades de las aguas. Solo unas pocas personas lograron sobrevivir refugiándose en las montañas. Amalivaca llegó en su canoa junto a su hermano Uochi para restaurar el mundo: sembró el moriche, de cuya semilla nacieron nuevos hombres y mujeres, devolvió los ríos a su cauce, trajo de vuelta los animales y enseñó a cultivar la tierra. Al partir, prometió a los hombres la inmortalidad, pero una anciana dudó de su palabra y él, enfurecido, revocó su promesa, decretando la mortalidad para todos antes de desaparecer en su canoa hacia el otro lado del mar, a donde viajan las almas de los que fallecen.
Según el relato de la Biblia, Dios decidió castigar la maldad de la humanidad enviando un diluvio universal. Advirtió a Noé, un hombre justo, y le ordenó construir un arca en la que debía refugiarse junto con su familia y una pareja de cada especie animal. El diluvio duró cuarenta días y cuarenta noches, cubriendo toda la tierra. Cuando la lluvia cesó, Noé envió una paloma, que regresó con una rama de olivo, señal de que las aguas estaban bajando. Al tocar tierra firme, Noé ofreció sacrificios a Dios, que prometió no volver a destruir el mundo con agua y selló su pacto con el arcoíris.
En vez de un diluvio, en la mitología china se cuenta la historia de una gran inundación, que se desata por una batalla entre el dios del agua y el dios del fuego. Para contener las aguas, el emperador Yao ordenó a Gun detener la catástrofe. Tras años de fracasos, Gun fue encarcelado y ejecutado, pero su cuerpo permaneció incorrupto hasta que, al ser abierto, dio nacimiento a su hijo Yu. A diferencia de su padre, Yu comprendió que no bastaba con contener las aguas, sino que debía guiarlas. Así, con la ayuda de seres celestiales, excavó canales para drenar la inundación y, después de trece años de arduo trabajo, logró restaurar el equilibrio en la tierra. Yu fue recompensado convirtiéndose en el primer emperador de la dinastía Xia.
En la mitología griega, Zeus decidió exterminar la humanidad por su corrupción y envió un diluvio, dando fin a la Edad de Bronce. Prometeo advirtió a su hijo Deucalión, quien construyó un arca, junto con su esposa Pirra, para salvarse del diluvio. Después de nueve días de lluvia, el arca quedó en la cima del monte Parnaso. Deucalión y Pirra consultaron a un oráculo, que les dijo que debían repoblar la tierra arrojando los huesos de su madre por encima de los hombros. Al comprender que la madre era la tierra y sus huesos, las piedras, Deucalión y Pirra realizaron el mandato. Las piedras lanzadas por Deucalión se convirtieron en hombres y las de Pirra, en mujeres.
En el mito del diluvio mesopotámico que se relata en el Poema de Gilgamesh, los dioses deciden destruir la humanidad con un diluvio. El dios Ea, compadecido, advierte a Utnapishtim y le ordena construir un barco para salvarse junto con su familia y animales. La tormenta dura seis días y seis noches, hasta que el barco se posa en el monte Nisir. Para saber si las aguas habían bajado, Utnapishtim liberó una paloma y una golondrina, que regresaron, pero cuando soltó un cuervo, este no volvió, indicando que la tierra comenzaba a secarse. Al salir, ofreció un sacrificio con maderas aromáticas, cuyo humo complació a los dioses. Como recompensa por su obediencia, los dioses le concedieron a Utnapishtim la inmortalidad.