Resumen
Del lado de acá, Capítulo 52
En la primera parte del capítulo, se reflexiona sobre el hecho de que Oliveira no puede contarle nada a Traveler sobre lo que vivió en Europa porque eso implicaría que salieran demasiadas cosas afuera. Luego, se hace referencia a que las primeras noches en la clínica fueron tranquilas. Cuca Ferraguto vigila atentamente al personal, en especial a Traveler y Oliveira, mientras su esposo se encarga de las cuestiones administrativas. Horacio y Traveler se relacionan con un médico de la clínica y suelen jugar al póker en su consultorio.
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 89
En este capítulo se hace referencia a dos cartas escritas por un licenciado llamado Juan Cuevas. En la primera, se desarrolla una exposición poética de lo que Cuevas denomina “soberanía mundial". En la segunda, critica duramente a los gobernantes del mundo, a los integrantes de la ONU y a la Iglesia.
Del lado de acá, Capítulo 53
Traveler, Talita y Oliveira ya están instalados en la clínica. Poco a poco se van adaptando a sus nuevas tareas. Horacio tiene buena relación con Remorino, al que ayuda a juntar los piyamas que los internos se han sacado y a convencerlos de que se los tienen que poner de nuevo. Un martes por la noche, Remorino va a buscar a Oliveira y Traveler por orden de Ovejero para informarles que el paciente 56 ha muerto. Los tres, junto con el paciente 7 –que hace las veces de camillero– lo llevan a la morgue de la clínica. Una vez allí, Remorino le pide al 7 que saque una cerveza de una de las heladeras de la morgue, y les explica a Horacio y Traveler que de vez en cuando se toman una cervecita ahí. Los cuatro se ponen a beber y a contar chistes.
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 66
Este capítulo es una breve reflexión sobre apuntes de Morelli en donde aparecen algunos dibujos al margen, como si él hubiera querido ilustrar ciertas ideas. De todas formas, el narrador dice que esos dibujos son pésimos, como una “Repetición obsesiva de una espiral temblorosa” (p. 400). Por último, dice que Morelli proyecta uno de los tantos finales de sus libros inconclusos en una página en la que solo está escrita la frase “En el fondo sabía que no se puede ir más allá porque no lo hay” (p. 400).
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 149
Este capítulo es un famoso poema del escritor mexicano Octavio Paz que comienza con el verso: “Mis pasos en esta calle”.
Del lado de acá, Capítulo 54
Oliveira está en su cuarto del segundo piso, observando por la ventana la rayuela dibujada en el piso del patio. El paciente 8 juega todos los días y es imbatible. Sobre la mesa Horacio tiene una carta de Gekrepten en la que le dice que no está dispuesta a que solo se vean los domingos. Oliveira le responde en otra carta diciéndole que es solo por unas semanas, hasta que se organicen en la clínica. Luego Horacio ve salir a Talita del pabellón de la izquierda, detenerse a mirar la rayuela del patio y seguir. Luego aparece una mujer vestida de rosa que se pone a jugar a la rayuela. Oliveira ve en esa mujer a la Maga, pero al poco tiempo descubre que es Talita. Talita, por su parte, levanta la vista y ve a Oliveira, intercambian impresiones sobre la noche, y ella se va del patio.
A las once de la noche, Oliveira releva a Traveler en la guardia nocturna. A las doce de la noche, Horacio se toma unas ginebras con Remorino y charlan de caballos y de fútbol, hasta que este último se va a dormir. Oliveira da un par de vueltas por la clínica y se sienta en el pasillo, con la espalda apoyada contra una pared. Talita llega con un vaso de limonada, y Horacio le cuenta que antes la confundió con la Maga. Talita le dice que ella no es el “zombie de nadie” (p. 346). De repente, escuchan el ascensor montacarga y encuentran en él al señor López con su paloma entre las manos. Lo mandan a dormir.
Oliveira dice que va a bajar a la morgue a ver si hay algún otro paciente haciendo lío, y Talita dice que lo acompaña. Cuando llegan a la morgue, notan que la heladera donde está el cadáver del paciente 56 está abierta. Horacio la cierra y en ese momento comienza a rememorar a la Maga. Oliveira la invita a beber una cerveza allí en la morgue, pero ella no quiere permanecer allí; de hecho, le dice que pueden beber y seguir hablando arriba. Horacio sonríe, se acerca a ella y la besa.
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 129
Traveler se despierta luego de tener una pesadilla y nota que Talita no está en la cama. Se sirve un vaso de caña y comienza a estudiar un texto de un hombre llamado Ceferino Piriz (un paciente psiquiátrico que participó de un concurso literario de la UNESCO en el que Cortázar era jurado y que, si bien no ganó, el escritor de Rayuela quiso homenajearlo incluyéndolo en su novela por la originalidad de su texto). Mientras está haciendo esto, Traveler escucha pasos en el pasillo; se asoma y no ve a nadie, por lo que deduce que Talita debe haber vuelto a su farmacia.
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 139
Este capítulo es un comentario anónimo sobre una pieza de música clásica del compositor austríaco Alban Berg.
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 133
Traveler continúa examinando el texto de Ceferino Piriz. Ya lleva varios vasos de caña cuando decide ir a ver dónde está Talita. Así y todo, está tan borracho y compenetrado en Ceferino que no logra desprenderse del texto. Finalmente es Talita la que aparece en la habitación antes de que él la salga a buscar.
Talita está cansada y se tira en la cama mientras Traveler continúa comentando con fascinación las cosas que va revisando del texto de Ceferino. Luego de un rato, Talita se dispone a dormir y Traveler se acuesta al lado de ella. En este momento, Talita le confiesa que Oliveira ha visto a la Maga en ella, y que la ha besado en la morgue. Traveler, lejos de enojarse y más allá de la borrachera, reacciona con sobriedad frente al relato. Talita se corre un poco en la cama y se apoya contra él.
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 140
En este capítulo se cuentan algunas actividades que se realizan en la farmacia una vez que la Cuca Ferraguto se ha ido a dormir. Talita, por ejemplo, pega etiquetas o consulta el Index Pharmacorum Gottinga. Oliveira y Traveler traducen “con inversión maniquea” (p. 565) algunos versos de un famoso soneto, leen algunas hojas de la libreta del propio Traveler o bien se dedican a crear un sistema coherente y satisfactorio a partir de la premisa “La perceptible homosexualidad de Cristo” (p. 566).
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 138
Oliveira narra en primera persona un hábito que solían tener con la Maga. De vez en cuando, cuando estaban un poco deprimidos por la atmósfera parisina, se ponían a hablar mal de sus familiares que estaban en Sudamérica. Horacio, por ejemplo, hablaba pestes de sus tíos. Así y todo, Oliveira tenía buenos recuerdos de ellos y los quería. La Maga no entendía por qué habla tan mal de ellos, y Horacio le explicaba que sus tíos eran unos argentinos perfectos como se entendía en 1915, o sea: antisemitas, xenófobos y amantes de todo lo militar. Luego de esta explicación, la Maga se animaba a hablar mal de su madre, pero al poco tiempo de haber comenzado, rompía en llanto y ya no podían seguir. La única forma de cortarle la angustia casi siempre era haciendo el amor.
De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 127
Oliveira, Traveler y Talita siempre tratan de hacer que la Cuca se vaya de la farmacia para poder realizar sus actividades tranquilos. Traveler y Horacio discuten sobre el sistema de Ceferino Piriz y las ideas de Morelli. Descubren también que Remorino, que siempre pasa a la hora del mate y de la caña, es un gran entendido de Roberto Arlt, y durante una semana charlan solo de este escritor argentino. Talita, Traveler y Oliveira varias veces se sorprenden mirándose con una complicidad especial entre los tres, como si estuvieran jugando a las cartas.
Análisis
Oliveira no puede hablarle a su amigo Traveler sobre su experiencia en París, no por temor a quedar expuesto, sino porque asume que su discurso no reflejará la totalidad de esa experiencia:
Porque en realidad él no le podía contar nada a Traveler. Si empezaba a tirar del ovillo iba a salir una hebra de lana, metros de lana, lanada, lanagnórisis, lanatúrner, lannapurna, lanatomía, lanata, lanatalidad, lanacionalidad, lanaturalidad, la lana hasta lanáusea pero nunca el ovillo. Hubiera tenido que hacerle sospechar a Traveler que lo que le contara no tenía sentido directo (¿pero qué sentido tenía?) y que tampoco era una especie de figura o de alegoría. La diferencia insalvable, un problema de niveles que nada tenían que ver con la inteligencia o la información (...) (p. 336).
Aquí otra vez nos encontramos con esa problemática que está presente a lo largo de toda la novela: el lenguaje no da cuenta de la verdadera esencia de las cosas. En la cita podemos apreciar cómo el lenguaje se deforma, evoluciona en palabras que contienen, en mayor o menor medida, la palabra "lana", hasta la descomposición de la idea, que se aleja cada vez más del "ovillo", es decir, de la realidad fundacional de ese discurso. Al mismo tiempo, en la cita podemos apreciar que esa alteración se lleva a cabo de una manera lúdica, o sea, poniendo en relieve el concepto de juego a través del lenguaje. Rayuela está plagada de guiños lúdicos respecto del lenguaje; sin ir más lejos, el gíglico, ese idioma inventado por la Maga y Oliveira, es otro ejemplo de esto.
En el capítulo 66 aparece una frase atribuida a Morelli: “En el fondo sabía que no se puede ir más allá porque no lo hay” (p. 400). Si consideramos que Rayuela fue escrita en un periodo en el que la corriente filosófica del existencialismo estaba en boga, podemos interpretar ese "más allá" como "el sentido de la vida". Dicho de otra forma: no se puede ir más allá de la propia existencia, en busca de ese propósito esencial que la justifique, porque dicho propósito no existe. De ahí la angustia existencial de Oliveira y los existencialistas. A modo de anécdota, cabe mencionar que en la cita anterior aparece "lanáusea", casualmente el título de la novela filosófica de Jean-Paul Sartre publicada en 1938 (La náusea), que da cuenta de varios de los preceptos fundamentales del existencialismo.
Con respecto al poema de Octavio Paz incluido en el capítulo 149, vale la pena mencionar que entre el poeta mexicano y Cortázar existió una profunda relación de amistad y admiración mutua, y que Paz contribuyó de una forma determinante en la adaptación de Cortázar a la vida parisina. A propósito de esto, el autor de Rayuela dijo en una entrevista que la escritura de Octavio Paz había sido como "una luz latinoamericana en tierras europeas".
En el capítulo 54 aparece de manera explícita el juego que da nombre a la novela: la rayuela. Oliveira primero ve a Talita contemplando la rayuela; luego, ve a la Maga jugando; por último, reconoce que la Maga era, en realidad, la mujer de su amigo. Quizás este sea el primer indicio concreto de locura en Horacio; locura en términos de una disasociación de la realidad. Al mismo tiempo, es significativo que ese indicio de locura parta de un juego. En ese sentido, así como antes establecimos una relación entre locura y muerte, aquí podríamos establecer otra entre locura y juego. Juego entre orden y caos, entre sueño y realidad, entre vida y muerte; juego entre el lenguaje y eso que pretende nombrar. La rayuela, con su tierra y su cielo, con su Talita y su Maga, es un territorio en el que se debate la estabilidad psíquica de Oliveira. Luego, hacia el final del capítulo, Horacio piensa otra vez en la Maga y besa a Talita. La escena tiene algo perturbador: están en la morgue, Oliveira acaba de cerrar la heladera con el cadáver del paciente 56, es de madrugada. Así y todo, con absoluta naturalidad (incluso, con la impunidad de la locura, podríamos decir) Horacio besa a la mujer de su amigo. Daría la impresión de que Oliveira no se toma nada en serio, de que todo es como un juego para él. Y esto es así quizás por esa sensación de absurdo existencial que acompaña a Horacio durante toda a novela y que se acrecienta en estos últimos capítulos. Es decir, si nacemos sin un propósito concreto y vivimos atrapados en el absurdo de una existencia sin sentido, tal vez la única forma de sobrellevar dignamente nuestra realidad tenga que ver con eso que pensaba el propio Oliveira en el capítulo 22: "Quizás vivir absurdamente para acabar con el absurdo (...)" (p. 119).
Con respecto al capítulo 129, es importante entender el gesto de Cortázar no tanto como un reconocimiento hacia Ceferino Piriz (aunque, de alguna manera, lo sea), sino fundamentalmente como una observación sobre la importancia de la originalidad en el arte en general, y en la literatura en particular. Dicho de otra forma, Piriz representa la sed de originalidad que todo artista debería tener al momento de emprender su búsqueda artística.
En el capítulo 133, Talita le confiesa a un borracho Traveler que Oliveira la ha besado. Primero le dice que Horacio la confundió con la Maga, y que él quedó sorprendido por la confusión. Traveler, por su parte, le responde: "Oh, vos sabés, Horacio arma los líos y después los mira con el mismo aire de los cachorros cuando han hecho caca y se quedan contemplándola estupefactos" (p. 554). A partir de esta cita entendemos que el nivel de comprensión que tiene Traveler hacia Oliveira alberga una mezcla entre condescencia y compasión, propia de la que se le tiene a los inimputables. Talita luego se explaya sobre lo ocurrido con Horacio, pero lo hace también desde la compasión.
Cree que está muerta, Manú, y al mismo tiempo la siente cerca y esta noche fui yo. Me dijo que también la había visto en el barco, y debajo del puente de la Avenida San Martín... No lo dice como si hablara de una alucinación, y tampoco pretende que le creas. Lo dice, nomás, y es verdad, es algo que está ahí. Cuando cerró la heladera y yo tuve miedo y dije no sé qué, me empezó a mirar y era a la otra que miraba. Yo no soy el zombie de nadie, Manú, no quiero ser el zombie de nadie (p. 555).
El hecho de que ni Talita ni Traveler le den demasiada importancia al beso está relacionado con el hecho de que ambos entienden que Oliveira está cada vez menos sujeto a la realidad. En esta cita, Talita define parte del problema de Horacio cuando explica que él habla de la Maga no como una alucinación, pero tampco como una realidad; hace referencia a ella como algo que está ahí, que es verdad simplemente porque está ahí. De alguna manera, lo verdadero para Oliveira es la conjunción perfecta entre lo alucinatorio y lo real.
En el capítulo 140 aparece nuevamente el arte, y en particular la literatura, como el punto de encuentro entre Oliveira y Traveler. Más allá de lo disfuncional que pueda ser Horacio desde un punto de vista social, el hecho de tener un bagaje intelectual tan vasto le posibilita mantener una relación de amistad con Traveler, ya que su amigo también encuentra en el arte una forma superior de comunicación humana. Y la forma de abordar esta interacción otra vez vuelve a poner de relieve la cuestión de lo lúdico: la llevan a cabo traduciendo caprichosamente un soneto con "inversión maniquea", es decir, con una tendencia reduccionsita a oponer radicalmente lo bueno y lo malo, o construyendo un sistema coherente a partir de la premisa "La perceptible homosexualidad de Cristo” (p. 566)". Vale la pena mencionar que, más allá de la cuestión lúdica, también se pone de manifiesto la naturaleza trasgresora que el arte debería tener, y que queda expuesta en la impunidad con la que Traveler y Oliveira construyen el relato sobre la sexualidad de Jesús, algo que podría ser ofensivo para los creyentes de la religión cristiana.
Con respecto al capítulo 127, vale la pena hacer una observación sobre la decisión de Cortázar de incluir al escritor argentino Roberto Arlt como eje de las conversaciones literarias que tenían Traveler, Talita y Oliveira con Remorino. Arlt fue un escritor que, desde el punto de vista de algunos críticos y otros escritores, fue siempre injustamente desvalorizado. En este capítulo, Cortázar busca otorgarle un lugar de privilegio respecto del canon literario argentino. Sin ir más lejos, varios años después de la publicación de Rayuela, el propio Julio Cortázar escribirá un prólogo para las obras completas de Roberto Arlt (publicadas en 1981 por la editorial Carlos Lohlé), que cerrará primero con una cita de Balder, el protagonista de la novela El amor brujo de Arlt, y luego con una conclusión personal respecto de lo que la cita explica del escritor que está prologando: «Mi propósito es evidenciar de qué manera busqué el conocimiento a través de una avalancha de tinieblas y mi propia potencia en la infinita debilidad que me acompañó hora tras hora» De esa incoherencia, de esas debilidades, nacerá siempre la interminable, indestructible fuerza de la gran literatura".