Rayuela

Rayuela Resumen y Análisis Parte 2

Resumen

Del lado de allá, Capítulo 93

Este capítulo tiene un narrador en primera persona, pero que le habla todo el tiempo a Oliveira. La tesis más aceptada es que se trata del propio Oliveira hablándose a sí mismo. La narración comienza igual que la última línea del capítulo 6: “Pero el amor, esa palabra…” (p. 50). Acto seguido, Oliveira acusa a Horacio (o sea, a sí mismo) de ser temeroso de pasiones, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres. Luego le habla a la Maga y le dice que la quiere porque no es de él, porque está del otro lado y él no llega. Al mismo tiempo, confiesa que, por momentos, lo atormenta el amor de la Maga porque no funciona como puente entre ellos (un puente no puede sostenerse de un solo lado, dice Oliveira, en relación con que la forma de quererse entre ellos no es equivalente). Horacio se lamenta de no saber cómo amar de la forma en que ella lo hace.

Luego, Oliveira explica que lo que muchas personas llaman “amar” es elegir una mujer y casarse. “Como si se pudiera elegir en el amor” (p. 457), agrega. En este punto entendemos que Oliveira está solo en su cuarto, escribiendo, por momentos a la Maga, por momentos a sí mismo. Entiende que en esta reflexión sobre el amor está recurriendo a artilugios de escriba y que se encuentra en guerra con la palabra. Oliveira esboza que tal vez la culpa de todo la tiene Morelli; en realidad, su obsesión por Morelli. Luego define París como un centro, un mandala que hay que recorrer sin dialéctica, donde las fórmulas pragmáticas no sirven para otra cosa más que para perderse. Acto seguido Oliveira rememora su primer encuentro con la Maga, cuando la vio salir de una librería y, después de cruzar un par de palabras, se fueron a tomar algo a un café. Primero describe el deseo de estar juntos que ya empezaba a insinuarse en ese primer encuentro; luego hace referencia a que cuando se despidieron eran “como dos chicos que se han hecho estrepitosamente amigos en una fiesta de cumpleaños y se siguen mirando mientras los padres los tiran de la mano y los arrastran” (p. 459). Por último, reflexiona respecto del balance del amor que ha hecho y lo define como un estado en el que ya se sabe que el juego está jugado.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 68

El capítulo 68 es una narración en tercera persona de una escena erótica en la que las palabras clave pertenecen a un lenguaje inventado por Cortázar llamado “gíglico”. El capítulo comienza de esta manera: “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes” (p. 403). Este es un claro ejemplo del juego que propone el autor con el lenguaje para este breve capítulo.

Del lado de allá, Capítulo 9

Oliveira, la Maga, Etienne y Perico caminan por París bajo la llovizna. La Maga se aprieta contra Oliveira mientras los otros dos discuten sobre la posible explicación del mundo a través de la pintura y la palabra. Oliveira, por su parte, le pasa el brazo por la cintura a la Maga y camina abstraído, pensando en que ella no comprende cuánto lo exaspera a él la obediencia del deseo.

Etienne acusa a todos de solo poder ver las cosas después de nombrarlas, y sentencia que es necesario mostrar, no explicar, las únicas justificaciones de que están vivos. Perico lo acusa de que para él solo existe el sentido de la vista, y Etienne se defiende diciendo que la pintura no es solo un producto visual, y que él pinta con todo el cuerpo. Oliveira se enoja con los dos, acusándolos de estar desarrollando un diálogo de sordos; luego pregunta si Gregorovius irá a la discada. Perico cree que sí. Etienne, por su parte, habla de Mondrian, el pintor vanguardista neerlandés. Lo compara con Klee (el pintor suizo); dice que mientras el primero pinta absoluto, el segundo juega con el azar. La Maga le pregunta a Oliveira si ha entendido algo de lo que dijo Etienne, y dice que siente que su amigo está siendo injusto con Klee. Oliveira le dice que Etienne está tratando de decir otra cosa y le pide a la Maga que no haga una cuestión personal de la discusión.

Luego Oliveira acusa a Etienne de haber dicho que una tela de Mondrian se basta a sí misma. En ese sentido asume que es lo mismo que decir que las pinturas de Mondrian necesitan más de la inocencia que de la experiencia del espectador. Por último, hace una síntesis de lo que dijo Etienne: Klee es historia; Mondrian, atemporalidad. Etienne no está conforme con la interpretación vaga y simplista de Oliveira. En medio de esta discusión, la Maga le pregunta a Oliveira qué es un absoluto. Horacio responde que es cuando algo logra su mayor profundidad, su máximo sentido, y deja de ser interesante.

Por la esquina de la rue Babylone ven aparecer a Gregorovius y a Wong. Todos se encuentran en el portal de la casa de Ronald y se saludan. También aparece un hombre llamado Guy Monod, amigo de Etienne. En el quinto piso los esperan Ronald y Babs. Mientras suben las escaleras, Wong hace una seña y todos comienzan a entonar el himno del Club de la Serpiente. Luego se meten corriendo en el departamento de Ronald antes de que salgan a quejarse los vecinos.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 104

Este capítulo se compone de una serie de definiciones respecto de qué es la vida. Para hacerlo, el narrador simplemente asocia el sintagma “La vida” a diferentes imágenes como, por ejemplo, “un ballet sobre un hecho histórico” o “posesión en las tinieblas” (p. 490), marcando claramente la búsqueda de una textura poética en las definiciones.

Del lado de allá, Capítulo 10

Este capítulo comienza con una descripción del departamento de Ronald, donde está reunido el Club de la Serpiente. En la narración se hace referencia a un ambiente sucio y descuidado, que huele a vodka y velas de cera. A partir de la descripción del departamento, nos enteramos de que Ronald es músico y Babs, ceramista. La descripción luego se centra en la música que se está escuchando: “un disco viejo con un áspero fondo de púa (…), un saxo lamentable (…), un piano cualquiera” (p. 58). Luego aparece una guitarra y, apenas después, una corneta. Se trata de la versión del tema "I´m coming, Virginia" interpretado por el cornetista Bix Beiderbecke y el guitarrista Eddie Lang. Ronald observa que los músicos modernos, como Stan Getz, tienen más tiempo para grabar y pueden dar lo mejor de sí, mientras que los viejos músicos (como Bix y Lang) se las tenían que arreglar con tres minutos y esto debía haberles traído muchos problemas. A esto, Perico responde que no cree que hayan tenido tantos problemas para grabar, y aclara que asistió a la reunión del Club de la Serpiente porque se había cansado de leer un estudio del filósofo español Julián Marías.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 65

Este capítulo es un “Modelo de ficha del Club”, es decir, una ficha técnica del personaje de Ossip Gregorovius. Se lo define como “apátrida”, y se hace referencia a que viste siempre de negro y que nunca se lo vio con un traje completo. Gregorovius dice tener cuarenta y ocho años, de profesión intelectual, y su tía abuela le envía una módica pensión para vivir. Su país de origen puede ser Borzok o Inglaterra. Gregorovius dice tener tres madres y, dependiendo del grado de borrachera, las difama a las tres.

Del lado de allá, Capítulo 11

Gregorovius bebe vodka y contempla cómo arden las dos velas sobre la repisa de la chimenea en la casa de Ronald y Babs, mientras se sigue desarrollando la reunión del Club de la Serpiente. Guy Monod está en el diván con los ojos cerrados, durmiendo o escuchando la música. La Maga se sienta en el piso con un cigarrillo en la boca; Gregorovius la compara con la luz del anochecer de una calle de Morlaix y le dice que ella es como esa luz, que se mueve todo el tiempo. La Maga, por su parte, compara esa luz con la sombra de Oliveira, a la que se le agranda y se la disminuye la nariz todo el tiempo. Gregorovius comienza a mover las manos y proyecta la sombra de un perro en la pared, lo que hace reír a la Maga. Luego, él le pregunta cómo es Montevideo y si allí es muy conocido el poeta Lautréamont. La Maga no está muy segura, pero dice que sí. Gregorovius le aclara que Lautréamont es uruguayo, aunque su nombre no lo sugiera. La Maga comienza a hablarle de Montevideo en voz baja, porque está sonando el músico favorito de Ronald. Mientras sucede esto, Ronald y Wong siguen eligiendo discos para poner después, y Babs y Oliveira fuman sentados en el piso, escuchando la música. Esta actitud pasiva de Oliveira respecto de la Maga retuerce las tripas de Gregorovius, ya que da la sensación de que Horacio le está prestando a la Maga para que juegue un rato con ella, hablando de Lautréamont y Montevideo, pero luego todo volverá a la normalidad.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 136

Este capítulo es una cita del escritor y pensador francés Georges Bataille seleccionada por Morelli. La cita corresponde a la obra Heine de la poésie (París, 1947) y plantea una reflexión sobre lo difícil que sería publicar al mismo tiempo un libro de poemas y una “denegación de la poesía” (p. 559).

Del lado de allá, Capítulo 12

Gregorovius disfruta de las reuniones del Club de la Serpiente. Le gusta la anarquía de Ronald, y la forma en que se matan minuciosamente con Babs bebiendo vodka barato, leyendo y escuchando jazz, asumiendo que los dos fracasaron en las artes. Al mismo tiempo, también le gusta Oliveira, aunque de una forma un poco más compleja: por un lado le irrita su presencia pero, por otro, pareciera estar buscándolo todo el tiempo. A Oliveira, por su parte, le causa gracia que Gregorovius esté enamorado de la Maga y que piense que él no lo sabe. La reuniones del Club mucho tienen de Oliveira y Gregorovius haciéndose los inteligentes, y la Maga observándolos con humilde desesperación por no entender de lo que están hablando.

Gregorovius hace un comentario respecto de la pésima calidad del vodka que se toma en la reunión y le pide a la Maga que continúe hablándole de su infancia en Uruguay. Ella le dice que no va a entender mejor su vida aunque ella le cuente su infancia y, además, le aclara que no tuvo infancia. Gregorovius dice que él tampoco la tuvo. La Maga le cuenta que a veces sueña con una casa con patio en donde aparece el fantasma de su padre. Gregorovius le dice que a él se le aparece su madre (la de Glasgow), pero no como un fantasma, sino más como un recuerdo mojado. La Maga recuerda un día en que estaba en su casa esperando a Oliveira y confundió la colcha arrugada sobre la cama con su padre borracho, tirado de espaldas a ella. Presa del espanto, gritó; una vecina le dio un té para tranquilizarla y Oliveira la trató de histérica. Gregorovius le acaricia el pelo a la Maga, como consolándola. Oliveira, al ver esto, entiende que Gregorovius está intentando la misma estrategia que Horacio utilizó con la Maga antes para acostarse con ella, y siente deseos de “romperle la cara” a su “pobre amigo” (p. 66).

Oliveira se queja de que están escuchando a Dizzy Gillespie, ese “mono sabio” (p. 66), según él. Mientras Ronald y Etienne discuten qué disco poner, Oliveira pasa su brazo por los hombros de Babs y se apoya en su cuerpo. Comienza a sonar un disco de Bessie Smith, y Babs se emociona hasta el punto de ponerse a llorar. Oliveira la consuela diciéndole que nada de lo que están viviendo en ese momento es verdad. Babs, por su parte, le dice que sí es verdad todo aquello, y que está triste porque todo es tan hermoso.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 106

Este capítulo se compone de dos extractos de canciones. El primero es de Johnnie Temple y fue tomado de la canción “Between midnight and dawn”. El segundo es de Merline Johnson, también conocida como “The yas yas girl”.

Del lado de allá, Capítulo 13

Ronald continúa poniendo discos en la reunión del Club de la Serpiente. Babs, por su parte, elige algunos discos, los deja sobre la mesa y se sienta sobre las rodillas de Ronald por unos instantes. Desde allí ella ve a Oliveira, perdidamente borracho, con la espalda contra la pared, fumando. A Horacio Oliveira le gusta el jazz, pero nunca podrá sumergirse en él como lo hacen Ronald o Babs; para él ese tipo de música puede juzgarse en términos binarios (bueno-malo, hot-cool, blanco-negro) y no en términos absolutos y poéticos como para sus dos amigos.

Ronald toma un disco de Louis Armstrong que eligió Babs y dice que el trompetista estadounidense tuvo su gran momento, pero que ahora está hecho un cerdo, al igual que Picasso. Etienne dice que a ellos ya no les molesta porque han sabido pegarles “un tiro en el momento justo" (p. 70). Si bien está de acuerdo con esto, Oliveira hace referencia a que Armstrong ha ido por primera vez a Buenos Aires hace poco y que fueron a verlo miles de cretinos creyendo que estaban escuchando lo mejor del mundo. Luego dice que Argentina es un “puro refrito” (p. 70). “Empezando por ti” (p. 71), le dice Perico, y luego hace referencia a que Oliveira llegó a París siguiendo el modelo de otros compatriotas argentinos que fueron a la capital francesa para hacer su “educación sentimental” (p. 71). Oliveira, con cierta nostalgia, le da la razón.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 115

Este capítulo es otra morelliana, es decir, otra reflexión literaria del escritor Morelli que los integrantes del Club de la Serpiente analizan. Aquí se plantea que la novela que le interesa a Morelli no es la que va colocando a los personajes en situación, sino la que instala la situación en los personajes. De esta forma, dice Morelli, los personajes se convierten en personas.

Análisis

El capítulo 93 posee un narrador ambiguo: se trata de un narrador en primera persona que le habla directamente a Oliveira; la teoría casi unánime respecto de este narrador es que es el propio Horacio hablándose a sí mismo, a la manera de un monólogo interior. Rayuela es un texto que busca permanentemente esquivar los moldes, los encasillamientos, las formas tradicionales del género, y esta alternancia de narradores que va proponiendo la novela es un buen ejemplo de ello. Propone un universo caótico, plagado de voces, de juegos del lenguaje, de arbitrariedades; así y todo, lejos de percibirse como un texto anárquico y confuso, la novela deja en claro que su orden es, justamente, la libertad creativa absoluta, y que su principal objetivo es ser una “contranovela”, en términos del propio Cortázar.

En este capítulo 93 también aparece con mucha fuerza el tema del amor. Horacio busca "(...) un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver" (p. 456), es decir, un amor práctico. Luego, como si le estuviese hablando directamente a la Maga, Oliveira (o el narrador haciéndose pasar por él) dice: "(...) tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado" (p. 456). De esta forma, queda claro que Horacio es consciente de que su forma de amar no coincide en absoluto con la de la Maga, y que solo se concentra en los aspectos pragmáticos de su amor. A Oliveira, por un lado, lo atormenta el amor de la Maga por ser tan distinto al suyo, pero, por otro lado, lo necesita, ya que le resulta práctico.

Más allá de esto, Horacio cuestiona el concepto tradicional del amor: “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio” (p. 457). Esta observación de Oliveira critica ciertas formas tradicionales de concretar el “amor”, ya que en ellas pareciera haber una cuestión más bien burocrática o autómata, que nada tiene que ver esa esencia “fulminante” que tiene el amor para él. En esta reflexión de Horacio vuelve a ponerse de relieve el espíritu crítico que existe en Rayuela respecto de la aceptación pasiva y conformista de las formas tradicionales, ya sea en la literatura como en el amor. Por otro lado, también podemos identificar una perspectiva machista en la concepción idealizada que Oliveira tiene del amor. Horacio, en tanto hombre machista, tiene una concepción hiper-romántica y estereotipada. En ese sentido, como ya hemos mencionado, esta idealización se circunscribe a un plano discursivo y no tiene su correlato en las acciones del propio Oliveira. Dicho de otra forma, Horacio narra de una forma poética y estereotipada su relación con la Maga, pero cuando interactúa con ella, parece aflorar el lado más sórdido de su lógica patriarcal, hasta el punto de maltratarla y hacerla sentir inferior. Al mismo tiempo, queda expuesta cierta ingenuidad por parte de Olievira en su crítica al amor pragmático: su reproche está dirigido a aquellas instituciones que, en última instancia, reflejan en el funcionamiento social lo que ideológicamente el propio Oliveira sostiene con su discurso idealizado y romántico del amor.

En Rayuela también encontramos un trabajo bastante lúdico respecto del lenguaje. El capítulo 68 está escrito en gíglico, un lenguaje inventado que suelen utilizar la Maga y Oliveira para referirse a cuestiones sexuales o íntimas. El gíglico es como un dialecto de amantes, sumamente musical, anárquico por momentos, pero que, al igual que Rayuela, crea sus propias condiciones de existencia, sus reglas, y propone un juego entre morfología y campo semántico, entre sonoridad y sugestión: "Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa" (p. 403). En ese sentido, el gíglico es un ejemplo más no solo del espíritu lúdico de la novela, sino también de la voluntad de Cortázar de dislocar las expectativas de los lectores que, quizás, esperan encontrarse con una novela tradicional.

París está enquistada en el inconsciente colectivo como “la ciudad de la luz”, por su fama como centro de las artes y la educación; y como “la ciudad del amor”, por su atmósfera romántica. Al mismo tiempo, París fue la capital mundial de la Ilustración durante el siglo XVIII. En ese sentido, podemos decir que el contexto favorece al desarrollo de los temas fundamentales que trata Rayuela. En el capítulo 9, por ejemplo, Oliveira, la Maga, Etienne y Perico están caminando por las calles de París, filosofando respecto de si el mundo puede ser explicado a través de la pintura y la palabra. La ciudad funciona como un espacio de reflexión filosófica para los personajes de Rayuela. En el caso de Horacio, esa pulsión desenfrenada por racionalizarlo todo hace que tome distancia de sus emociones, y que conciba el amor en términos puramente discursivos o utilitarios.

En esta parte, también se pone en relieve el tema del arte. Nos enteramos de que Etienne es pintor; Ronald, músico, y Babs, ceramista. En el departamento de Ronald accedemos a una descripción minuciosa de la música que están escuchando desde la subjetividad de Oliveira. La mayoría de las piezas musicales que se escuchan durante las reuniones del Club de la Serpiente son de jazz, género que Cortázar asocia con su búsqueda literaria por la vasta libertad creativa que se encuentra en los pasajes de improvisación. De la misma forma en que existe una descripción minuciosa de la ciudad de París, también vamos a encontrar, a lo largo de toda la novela, un análisis bastante exhaustivo de diferentes piezas de jazz. Con esto, además de caracterizar el universo intelectual de los personajes, Cortázar propone una relación entre el espíritu libre y trasgresor del jazz, y lo que él pretende de su propia escritura.

El Club de la Serpiente se reúne en casa de Ronald a escuchar discos y beber vodka. Ronald sentencia que la época dorada del trompetista Armstrong ya pasó, y que ahora está hecho un cerdo. Oliveira recuerda cuando Armstrong fue a Buenos Aires y mucha gente fue a verlo como si fuera algo de otro mundo, cuando no era más que un refrito. En ese sentido, Perico acusa a Horacio de ser él mismo un ejemplo de refrito, ya que, como muchos otros argentinos, fue a París para hacer su "educación sentimental" (p. 71). Oliveira, con cierta nostalgia, le da la razón. Aquí podemos apreciar dos cuestiones relacionadas con los temas que explora la novela: por un lado, la crítica a la falta de riesgo en la creación artística, que es lo que le reprochan a Armstrong en su última etapa como músico; por otro lado, esa búsqueda que Oliveira ha emprendido al trasladarse a París. Horacio no sabe exactamente qué busca, pero está permanentemente buscando. Quizás se trate del sentido de su propia existencia; quizás, simplemente, esa búsqueda sea una forma de combatir el absurdo existencial. Lo cierto es que luego de que Perico lo acusa de estar repitiendo lo que tantos compatriotas de él hicieron, Oliveira dice que debería estar en Buenos Aires, jugando al truco con su amigo Traveler, y enseguida se da cuenta de que nadie puede comprenderlo. "Yo en realidad donde debería estar es jugando al truco con Traveler. Verdad que no lo conocés. No conocés nada de todo eso. ¿Para qué hablar?" (p. 71). En la nostalgia con la que responde Horacio puede apreciarse un síntoma de su soledad. Si parte de la búsqueda de Oliveira está relacionada con su lugar en el mundo, es decir, con su sentido de pertenencia, está claro que hasta ese momento no lo ha encontrado. El lector siente que Horacio está constantemente fuera de lugar, casi por decisión propia. La soledad de Oliveira es compleja: por un lado, parece ser parte de su voluntad; por otro lado, potencia ese sentimiento de angustia existencial y lo confina a una indiferencia, por momentos, odiosa.

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