Rayuela

Rayuela Resumen y Análisis Parte 13

Resumen

Del lado de acá, Capítulo 56

Oliveira está en su habitación del segundo piso de la clínica, atando hilos al picaporte y disponiendo palanganas con agua en el piso para protegerse de Traveler. Horacio está convencido de que su amigo está furioso con él porque besó a Talita y que va a ir a buscarlo. El paciente 18, que sigue despierto, se empeña en hacerle compañía mientras Oliveira continúa desplegando las operaciones defensivas. A eso de las dos de la mañana, mientras el 18 va a buscar unos rulemanes para disponer en el piso como trampas, Horacio va a despertar a Remorino para que lo releve en la guardia. Luego de pasarle un informe falso sobre cómo están los pacientes, Oliveira vuelve a su cuarto y continúa poniendo trampas para cuando llegue Traveler. Fuma todo el tiempo y cada vez que se termina un cigarrillo, se asoma a la ventana y lo tira abajo, tratando siempre de que caiga en la rayuela pintada en el piso del patio.

El 18 regresa con los rulemanes y dice que acaba de ver a Remorino muy ocupado atendiendo a diferentes pacientes. Luego de atar los diferentes piolines por todas partes, de ubicar las palanganas con agua en varias líneas y de que el 18 disponga los rulemanes de la forma más conveniente, Oliveira le pide al 18 que se vaya a dormir. El 18 quiere quedarse con él, pero Horacio no lo deja.

A las tres de la mañana, Oliveira termina de atar todos los piolines. Se da cuenta de que ha quedado atrapado entre todo su sistema de trampas y la ventana. Se sienta en el escritorio y se pone a fumar, mirando por la ventana. Luego apaga la única luz del cuarto y continúa fumando y tirando los cigarrillos a la rayuela.

A las cuatro menos diez de la mañana, Oliveira va a sentarse en la barandilla de la ventana. Piensa que Ferraguto podría ingresarlo en el manicomio por todo lo que está haciendo. Mientras piensa en esto, se hamaca peligrosamente en la barandilla de la ventana, dándole la espalda al patio. Oliveira ve a la Maga (que en realidad es Talita) en el patio. Ella le pide que cierre la ventana, pero Horacio se niega. En ese momento, entra Traveler a la habitación y cae en varias de las trampas que ha dispuesto Oliveira. Traveler se enoja con Horacio, lo llama "infeliz" y le pregunta si quiere que el señor Ferraguto los eche a todos. Talita le vuelve a gritar desde el patio que cierre la ventana. Oliveira no da señales de querer a hacerlo. Traveler decide cerrar la puerta con traba. Mientras avanza por la habitación, se saca los piolines que se le pegan en la cara y mete una zapatilla en una palangana llena de agua. Insulta a Oliveira porque tener las zapatillas mojadas es lo que más odia en el mundo. Acto seguido le pide explicaciones sobre toda esa situación absurda que Horacio ha montado.

Oliveira y Traveler se prenden un cigarrillo cada uno y se echan a reír. Traveler lo acusa de loco, le dice que estar vivo siempre parece ser el precio de algo, pero que Horacio no quiere pagar nada; por último, le da a entender que, de alguna manera, lo admira por nunca haberse suicidado. Oliveira insiste en que Traveler ha ido hasta su habitación para vengarse porque Horacio besó a Talita. Traveler, por su parte, le explica que está ahí porque está preocupado por él, que nada tiene que ver el beso.

Afuera de la habitación, empiezan a golpear la puerta. Traveler les explica que están los dos bien y que no es necesario que hagan tanto alboroto. Al poco tiempo, se puede ver a Ferraguto y Ovejero en el patio, junto con Talita y algunos pacientes. Talita le pide a Oliveira que Traveler se asome a la ventana, pero Horacio ignora el pedido, les da la espalda y se pone a hablar con Traveler. Le dice que si quiere ir hasta la ventana, no tiene que pedir permiso, pero Traveler le pide que le prometa que si él va hasta la ventana Oliveira no se va a tirar. Horacio le dice que la Maga abajo está pensando lo mismo, y Traveler le hace notar que la que está abajo no es la Maga, sino Talita. Luego le pide que se baje de la barandilla de la ventana y que lo deje hablar con Ovejero, ya que está convencido de que todavía se pueden evitar represalias por el escándalo que Oliveira está montando.

Ni bien Traveler da un paso para delante, Oliveira se echa un poco hacia afuera de la ventana. Ante los gritos de Talita y la Cuca Ferraguto, Horacio se endereza y les hace una seña de que no tienen de qué preocuparse. Oliveira luego le habla a Traveler; le dice que lo considera su “doppelgänger”, es decir, su doble, pero que de ese lado en el que está Traveler (es decir, del lado de adentro de la habitación y, por ende, del lado de la vida), Oliveira ya no puede estar porque las cosas se le van de las manos. Traveler manda a callar a las personas que volvieron a golpear la puerta de la habitación. Luego le dice a Oliveira que, más allá de todo, esta vez se le está yendo de las manos la situación ya que, entre otras cosas, Horacio va a hacer que el señor Ferraguto los eche a todos.

Oliveira le dice a Traveler que tiene que prestarles atención a los del patio, y su amigo decide dejarlo solo en la habitación. Antes de salir, le recomienda que le eche la traba a la puerta porque seguro los de la clínica van a intentar entrar. Horacio lo hace y, cuando regresa a la ventana, ve a Traveler abrazando a Talita por la cintura. Todas las personas que están allí lo miran. Ovejero le ofrece un café y la Cuca Ferraguto pone énfasis en que habrá también medialunas fresquitas. Talita la acusa de idiota por pensar que una estrategia tan obvia podría funcionar con Oliveira. Horacio, por su parte, se balancea en la ventana.

Oliveira observa que Talita está parada en la casilla tres de la rayuela, y Traveler con un pie metido en la seis. Horacio los saluda y piensa que en ese momento terriblemente dulce lo mejor sería inclinarse hacia afuera y dejarse ir.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 135

Este capítulo es una breve conversación entre Gekrepten y Oliveira mientras comen tortas fritas y toman mate. Por la charla entendemos que Horacio tiene dos compresas de agua fría en los ojos, y que ella se las va a cambiar antes de cebarle otro mate.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 63

Este capítulo es otra conversación breve, esta vez entre Oliveira y Talita. A partir del diálogo, nos enteramos de que Talita le está colocando las compresas de agua fría en los ojos y que a Horacio le molestan. Cuando ella quiere cambiarle la almohada porque está demasiado baja, él le dice que no es un problema de la almohada, sino que la cirugía es demasiado reciente.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 88

Este capítulo es una breve conversación entre Oliveira y Traveler. Mientras su amigo trata de rascarle por dentro del yeso con una aguja, le pide a Horacio que no se mueva, ya que podría clavársela en las costillas sin querer. Oliveira, por su parte, le pide a Traveler que le continúe explicando lo del colorado del amarillo y da a entender que continúa con los ojos tapados. Mientras Traveler trata de explicárselo, le aplica agua destilada. Oliveira se queja de que el agua esa le da sueño. Horacio le pide a Traveler que le explique una cosa antes de que se duerma, y su amigo le dice que sí.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 72

Este capítulo es una nueva conversación entre Oliveira y Gekrepten. Ella le dice que hizo bien en ir a la casa si estaba tan cansado y le ofrece un mate. Él hace referencia a que con los ojos cerrados el mate parece todavía más amargo. Luego le pide que no se preocupe por lo que le pasó; y ella dice que por supuesto que no, y le pone una nueva compresa fría. Horacio dice que pueden ir a dar una vuelta por Almagro cuando se levante, y Gekrepten le dice que mejor mañana, que ahora lo importante es que descanse.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 77

Oliveira está con el señor Ferraguto ultimando los detalles de su despido. Una vez que se ponen de acuerdo respecto del monto que le corresponde a Horacio, Ferraguto le pide que firme el recibo. Luego agrega que su esposa, Cuca, quedó muy disgustada por lo que hizo Oliveira.

Al final, el narrador nos da el indicio de que todo este diálogo pudo haber ocurrido en la cabeza tanto de Horacio como de Ferraguto, y se correspondía con lo que cada uno pensaba decirle al otro cuando se encontraran.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 131

Traveler le propone a Oliveira que ingresen en “la corporación nacional de los monjes de la oración del santiguamiento” (p. 542). Dice que sus obligaciones serían fabulosas, como rezar y santiguar personas, objetos y esas regiones que Ceferino llamaba “lugares de parajes”. Oliveira concuerda y luego le hace notar a Traveler que Ceferino era uruguayo. En ese momento, entra Ovejero para tomarle el pulso a Oliveira. Horacio hace referencia a que serían como monjes que deben combatir siempre el mal espiritual, y Ovejero responde afirmativamente para no desalentarlo.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 58

Este capítulo es una intercalación de diferentes líneas de diálogo que se corresponden con situaciones completamente distintas y que, en todos los casos, representan una realidad posible que pudo haber vivido Oliveira luego del episodio de la ventana.

En principio, Oliveira está hablando con Gekrepten. Ella le dice que hizo bien en volver a la casa. Horacio hace referencia a lo buenas que están las tortas fritas, y ella le pide que no coma demasiadas. Luego, de repente, aparece Ovejero, que le recomienda a Oliveira que duerma una buena siesta. Talita le pide a Horacio que no se mueva y, después de ella, el señor Ferraguto acota que su esposa, Cuca, está muy disgustada por lo que hizo Oliveira. Vuelve a aparecer Ovejero y le pide a Remorino que se quede cuidando la puerta de la habitación de Horacio porque tiene miedo de que el interno 18 vaya a molestarlo. Gekrepten ofrece bajarle la persiana así Horacio no escucha la radio de don Crespo allá abajo y puede dormir. Traveler le pide a Talita que le cambie a Horacio la compresa fría. Hacia el final, se produce un breve diálogo entre Ovejero y Remorino en el que hacen referencia a que Traveler, Talita y Oliveira eran buena gente, dándonos a entender que Ferraguto los echó a todos.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 131

Traveler le propone a Oliveira que ingresen en “la corporación nacional de los monjes de la oración del santiguamiento” (p. 542). Dice que sus obligaciones serían fabulosas, como rezar y santiguar personas, objetos y esas regiones que Ceferino llamaba “lugares de parajes”. Oliveira concuerda y luego le hace notar a Traveler que Ceferino era uruguayo. En ese momento, entra Ovejero para tomarle el pulso a Oliveira. Horacio hace referencia a que serían como monjes que deben combatir siempre el mal espiritual, y Ovejero responde afirmativamente para no desalentarlo.

Análisis

En esta última parte de Rayuela, nos encontramos con una de las escenas más simbólicas de la novela: Oliveira balanceándose en la ventana de su habitación, haciendo equilibrio entre la vida y la muerte, entre la cordura y la locura. El desenlace es ambiguo, de la misma forma que lo es la realidad total que busca Horacio. Esta ambigüedad está marcada por la superposición de realidades. Este concepto tal vez quede más claro en el pensamiento de Oliveira: "Algo como la vigilia contra el sueño (las horas del sueño y la vigilia, había dicho alguien un día, no se habían fundido todavía en la unidad), pero decir vigilia contra sueño era admitir hasta el final que no existía esperanza alguna de unidad" (p. 364). Entonces, frente a esa falta de esperanza de unidad, Oliveira juega. Juega a tirarse o no tirarse por la ventana; a crear todo un sistema absurdo de trampas para un "vengativo" Traveler; juega también a tirar los cigarrillos que fuma en las casillas de la rayuela pintada en el patio. Juega, sobre todo, a renunciar a las palabras y pasar a los actos. Pero aquí también se plantea un problema: esos actos tienen que ser descritos por el autor o narrador. La palabra, de alguna manera, es un mal necesario. Sin ir más lejos, es el propio Cortázar quien afirma: "Hay una paradoja terrible en que el escritor, hombre de palabras, luche contra la palabra. Tiene algo de suicidio".

Más allá de esto, para dejar en claro la ambigüedad del final de la novela y, al mismo tiempo, cristalizar la discusión sobre el lenguaje que Cortázar propone con Rayuela, volvemos a apelar a las palabras del autor:

Toda 'Rayuela' fue hecha a través del lenguaje. Es decir, hay un ataque directo al lenguaje en la medida en que, como se dice explícitamente en muchas partes del libro, nos engaña prácticamente a cada palabra que decimos. Los personajes del libro se obstinan en creer que el lenguaje es un obstáculo entre el hombre y su ser más profundo. La razón es sabida: empleamos un lenguaje completamente marginal con relación a cierto tipo de realidades más hondas, a las que quizá podríamos acceder si no nos dejáramos engañar por la facilidad con que el lenguaje todo lo explica o pretende explicarlo. En cuanto a ese equilibrio último que se simboliza un poco con el final de Oliveira, ese final en el que realmente no se sabe lo que ha sucedido (yo mismo no lo sé, ignoro si Oliveira se tiró por la ventana y se mató realmente, o no se mató y entró en una locura total, sin contar que además estaba ya instalado en un manicomio, de modo que no había ningún problema: pasaba de enfermero a enfermo, lo cual era simplemente un cambio de uniforme), yo creo que eso fue una tentativa de demostrar desde un punto de vista occidental, con todas las limitaciones y las imposibilidades conexas, un salto en lo absoluto como el que da el monje zen o el maestro del Vedanta.

En el capítulo 56 también se manifiesta el tema del doble: luego de que Traveler entra en la habitación de Oliveira y cae en varias de sus "trampas", Horacio lo acusa de ser su doppelgänger, palabra de origen alemán que hace referencia al doble fantasmagórico o gemelo malvado de una persona. A esta acusación, "Sin contestar Traveler sacó un cigarrillo del bolsillo del piyama y lo encendió, mientras Oliveira sacaba otro y lo encendía casi al mismo tiempo. Se miraron y se pusieron a reír" (p. 368). Acto seguido, Traveler lo acusa de estar verdaderamente chiflado, a lo que Oliveria reacciona con cierta indiferencia. Luego, sobreviene una breve conversación en la que tanto Oliveira como Traveler se sinceran respecto de cómo ve cada uno al otro:

—En fin —dijo Oliveira, sentándose otra vez en el borde de la ventana y saludando con la mano a Talita y a la Cuca—, lo que yo creo de todo esto importa muy poco al lado de lo que tiene que ser, nos guste o no nos guste. Hace tanto que somos el mismo perro dando vueltas y vueltas para morderse la cola. No es que nos odiemos, al contrario. Hay otras cosas que nos usan para jugar, el peón blanco y el peón morocho, algo por el estilo. Digamos dos maneras, necesitadas de que la una quede abolida en la otra y viceversa.

—Yo no te odio —dijo Traveler—. Solamente que me has acorralado a un punto en que ya no sé qué hacer.

—Mutatis mutandis, vos me esperaste en el puerto con algo que se parecía a un armisticio, una bandera blanca, una triste incitación al olvido. Yo tampoco te odio, hermano, pero te denuncio, y eso es lo que vos llamás acorralar.

—Yo estoy vivo —dijo Traveler mirándolo en los ojos—. Estar vivo parece siempre el precio de algo. Y vos no querés pagar nada. Nunca lo quisiste. Una especie de cátaro existencial, un puro. O César o nada, esa clase de tajos radicales. ¿Te creés que no te admiro a mi manera? ¿Te creés que no admiro que no te hayas suicidado? El verdadero doppelgänger sos vos, porque estás como descarnado, sos una voluntad en forma de veleta, ahí arriba. Quiero esto, quiero aquello, quiero el norte y el sur y todo al mismo tiempo, quiero a la Maga, quiero a Talita, y entonces el señor se va a visitar la morgue y le planta un beso a la mujer de su mejor amigo. Todo porque se le mezclan las realidades y los recuerdos de una manera sumamente no-euclidiana (pp. 369-370).

Aquí Traveler, a la manera de Gregorovius en la sección "Del lado de allá", es brutalmente sincero y frontal con Oliveira. Le echa en cara el beso que le dio a su mujer, pero no lo hace por una cuestión de celos, sino más bien por una crítica hacia su falta de conciencia de realidad, es decir, esa mezcla de realidades y recuerdos que inundan y confunden a Oliveira. De este diálogo también se desprende que Traveler, más allá de criticarle esa forma caprichosa de querer absorberlo todo, admira la supuesta libertad que tiene Horacio respecto de su deseo. El hecho de que Oliveira busque permanentemente la verdadera esencia de las cosas, independientemente de en qué plano se encuentre, motiva que Traveler le reconozca una osadía que él no tiene.

Como señalábamos en los párrafos anteriores, Rayuela no tiene un final concreto, en el sentido de unívoco. El capítulo 58 superpone diferentes realidades posibles después del episodio de Oliveira meciéndose en la ventana de su habitación en el manicomio. Varios de esos diálogos ya estaban presentes en los capítulos anteriores; la única diferencia es que en el capítulo 58 están todos juntos, intercalados, componiendo un caos de realidades superpuestas. Resulta inevitable no percibirlo como un gesto literario por parte del autor: todas las realidades en una, eso que viene persiguiendo Oliveira durante toda la novela. Al mismo tiempo, Rayuela cierra obligándonos a releer el capítulo 131, también en un claro gesto del caracter lúdico que tiene la novela.

También vale la pena deternos en Oliveira, ya no en función del resto de los personajes, sino en tanto "ser original". Horacio está permanentemente tratando de corroer el espíritu de seriedad que somete al hombre a cierta escala de valores; valores que la sociedad instituye y trasmite a través de la convención. Estos valores son considerados elementos trascendentes para la vida y, por supuesto, son independientes de la subjetividad humana, hecho que releva a la gente de la responsabilidad de tener que elegirlos. Si partimos de esta base, podríamos considerar a Oliveira una existencia auténtica (o, al menos, más auténtica que el común denominador de las personas), ya que se esfuerza por hacer de cada acto una creación original y difícilmente se muestre condescendiente con estos valores convencionales. Horacio asume la responsabilidad de construir su propia escala de valores, se rebela contra los convencionalismos sociales no tanto por cómo son impuestos, sino por la pasividad con la que son aceptados. Así como Oliveira asume el riesgo de ser original en un mundo que condena todo lo que está por fuera de la norma, Cortázar escribe Rayuela y le da vida a uno de los personajes más memorables de la literatura latinoamericana.

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