"... con el señor Dobleú, desde que lo había conocido como un animal resevo y asustado al que le llevaba pulque y cecina en sus épocas de fuga" (Narrador, 10) (Símil)
Este símil pone de manifiesto la fragilidad del poder de los jefes narco por dedicarse a negocios ilegales. Makina conoce al hombre porque, en el pasado, este ha tenido problemas con la policía y se ha escondido en su casa, al abrigo de la Cora. Es por eso que lo recuerda comparándolo con un animal temeroso, acovachado, indefenso. Irónicamente, ese mismo hombre ahora puede ofrecerle protección para atravesar la frontera, denotando su poderío, sus conexiones y su capacidad de ejecutar actos ilegales y violentos.
"... lo enmadejó como a un hilo del que tirara desde su habitación" (Narrador, 19) (Símil)
Esta comparación sirve para describir la capacidad de seducción de Makina, y también da cuenta del interés y la atracción inmediatos que ella siente por el muchacho que luego será su novio, aunque evite formalizar la relación. Después de salir con él por primera vez, lo atrae hacia su habitación como si hiciera una madeja con un hilo, es decir, lo lleva al ámbito íntimo para tener sexo. El símil refuerza la imagen de Makina como una mujer fuerte e independiente: aunque su historia no está motivada por la búsqueda de una pareja, cuando siente deseo sexual lo manifiesta con libertad.
"... lo primero que se le ocurrió al pararse a ver la lluvia de cristales leves fue que algo se estaba quemando" (Narrador, 38) (Metáfora)
En el capítulo 4, Makina ve la nieve por primera vez. La narración describe este fenómeno meteorológico a través de la metáfora "lluvia de cristales", que da cuenta de la transparencia de cada copo de nieve. El recurso potencia la dimensión lírica de la obra; como se ha mencionado, Yuri Herrera se preocupa mucho por el carácter estético de la escritura. Además, la expresión metafórica acentúa la atmósfera fantástica u onírica de ese paisaje, resaltándolo como una región mítica.
"La ciudad era un arreglo nervioso de partículas de cemento y pintura amarilla" (Narrador, 38) (Metáfora)
La ciudad a la que llega Makina tras haber cruzado la frontera es descrita, a través de una metáfora, como un lugar desprolijo y caótico. La idea de "arreglo nervioso" permite imaginar que se trata de un espacio urbano precario, decadente, improvisado. Por su parte, la monotonía de los colores gris (del cemento) y amarillo (de la pintura) remite a un escenario redundante, repetitivo, donde cada punto se parece demasiado a los demás. Esta descripción coincide, así, con la concepción de la frontera como espacio laberíntico.
"... el cielo ya se oscurecía, como un inmenso charco de sangre que se seca" (Narrador, 47) (Símil)
Cuando Makina llega al Itzehecáyan, cuarta región del camino al Mictlán, el aire se vuelve gélido y el cielo se pone colorado. Dando cuenta de que el cuerpo de la protagonista se va perdiendo, de que su espíritu se va descarnando para poder acceder al descanso eterno al final del recorrido, el rojo del cielo es comparado a un charco de sangre que se seca. Cabe recordar que, poco antes, Makina ha recibido un balazo, pero la herida no sangra ni duele. Después de este episodio y hasta el final, Makina tendrá cada vez menos sensaciones corporales.