Resumen
Capítulo 2: El pasadero de agua
Makina llega al Gran Chilango, es decir, Ciudad de México. Para ella, es importante no "perderse" (18) allí, es decir, no meterse en situaciones problemáticas, no arruinar su vida. Por eso decide viajar en los trenes subterráneos; para no sentirse fascinada por las cosas de la ciudad. Durante su viaje, alguien la reemplaza en la centralita telefónica, pero ella se siente responsable por volver: nadie hace su trabajo tan bien como ella. También sabe que su hermana y su novio la esperan en el pueblo.
El novio es maestro de la escuela primaria y siente una fuerte atracción por Makina. Tras unos meses de trabajar en el Gran Chilango, él regresa y quiere hablar de sus sentimientos, pero ella evita la conversación. Le pide que deje de buscarla, que ella lo buscará a él. Pasan los fines de semana juntos y tienen sexo. Ella sigue evitando hablar de sus sentimientos. Antes de que la joven viaje en busca de su hermano, el muchacho le declara su amor y le dice que ella tiene miedo de ese amor, pero Makina lo niega. Se despiden de manera confusa; ni los personajes ni los lectores entendemos si se han separado o si pretenden volver a verse cuando ella regrese.
La narración se remonta al pasado. Tres años antes, un empleado del señor Hache le dice a Makina que su familia tiene un terreno del otro lado de la frontera. Los documentos de la propiedad llevan el nombre de su padre, que ha abandonado a la familia hace mucho tiempo. La Cora asegura que se trata de una estafa coordinada por el señor Hache, pero el empleado emborracha al hermano de la protagonista y lo convence de que viaje al otro lado de la frontera para reclamar el terreno. Makina intenta hacerlo entrar en razones, pero la Cora dice que hay que dejarlo partir para que "aprenda a defenderse con sus propios pantaloncitos" (21). Desde el otro lado y mucho tiempo después, el chico les manda unos pocos mensajes breves.
Ahora, en la Ciudad de México, Makina hace una fila para comprar un pasaje de autobús. Un hombre se le acerca demasiado. No la toca, pero le habla tan de cerca que ella siente su aliento. Aunque ha padecido situaciones como esa muchas veces, se niega a acostumbrarse y decide ignorarlo. Dentro del autobús, el hombre se sienta a su lado y de a poco le toca el brazo y la pierna. Ella lo mira a los ojos, le hace un gesto para que se quede callado y le dobla con mucha fuerza el dedo de la mano con la que él la estaba tocando. El hombre se retuerce del dolor y Makina le dice: "No me gusta que me manoseen pinches desconocidos ¿puedes creerlo?" (22), indicándole que la deje tranquila.
Casi a la medianoche del día siguiente, el autobús llega a la frontera. Makina paga por una cama para dormir en un hotel. El lugar está repleto de gente que pretende cruzar al otro lado. La joven se baña y luego ayuda a varias personas a leer y a aprender palabras en inglés. Más tarde sale a la calle y encuentra al hombre que la molestó en el autobús. Va acompañado por otro hombre, que también viaja con él. Makina se da cuenta de que otros quieren estafarlos bajo la promesa de ayudarlos a atravesar la frontera. Se acerca a los primeros y les advierte al respecto.
La muchacha se sienta a la orilla del río y, al amanecer, ve llegar a un hombre que usa una gran llanta como bote para atravesarlo. El hombre tiene la piel oscura por el sol, barba entrecana y una gran nariz. Viste una camisa blanca mojada y lleva un morral. Es fuerte y alto. Se presenta, su nombre es Chucho, y la identifica, porque ha visto una foto de ella. Los duros le han encargado el trabajo de cruzarla. Tras fumar un cigarrillo, ambos se meten al río con la llanta y comienzan a atravesarlo. De pronto, el agua se agita y se pone congelada. Reman, la llanta se voltea y Makina siente que "invisibles monstruos de agua" (27) intentan arrojarla al río. Desespera pero luego se tranquiliza; confía en que llegará a su destino. Finalmente, se encuentra junto a Chucho en la otra orilla. A pesar de que solo se han distanciado unas decenas de metros, ya siente que el cielo es diferente.
Análisis
En este capítulo se profundiza la caracterización de la protagonista y, en particular, se la presenta como una mujer singular, fuerte, independiente. La historia del vínculo con su novio da cuenta de que ella no se preocupa demasiado por ser la compañera o la esposa de un hombre. Por el contrario, él siente mucho amor y mucha atracción, y si bien ella también parece interesada en él, evita conversar sobre sentimientos y formalizar la relación. En la última conversación que mantienen antes del viaje de la muchacha, el chico asegura que ella les tiene miedo a esos afectos, pero ella no ofrece una explicación concreta sobre sus reticencias. De todos modos, resulta fundamental observar que se trata de un personaje femenino protagónico cuyas motivaciones narrativas no se relacionan con la búsqueda de una pareja.
Makina también es una mujer que sabe defenderse. Por su condición de género, ha aprendido que el mundo está dominado por los hombres y que estos tienen comportamientos abusivos con frecuencia. Sin embargo, ella no se configura como una víctima pasiva de la violencia sexual y de género, tal como se pone de manifiesto en la secuencia del autobús. Un hombre la acosa y luego la toca sin su consentimiento, y ella responde haciendo uso de la fuerza física. Cabe destacar el mensaje explícito expresado por la voz de la protagonista: "No me gusta que me manoseen pinches desconocidos ¿puedes creerlo?" (22). El episodio, pues, da cuenta de cuán frecuente y sistemática es la violencia contra las mujeres, pero también ofrece, desde la ficción, la posibilidad de que una mujer resista y evite ser violentada o definida por el abuso perpetrado por un hombre.
El primer paso del viaje de Makina consiste en atravesar un río. Siguiendo la estructura narrativa del mitológico descenso al Micltán, en efecto, la primera de las nueve etapas es el cruce del río Apanohuayán, nombre que significa 'el lugar donde se tiene que cruzar el agua'. El paralelismo se hace evidente al tener en cuenta que el título de este capítulo es, precisamente, "El pasadero de agua" y que en sus últimos párrafos se relata cómo la protagonista atraviesa un río que se presenta como la frontera legal entre México y Estados Unidos. Si bien no se menciona el nombre de ese cauce de agua en la novela, podemos identificarlo con el Río Bravo, que, en efecto, es un accidente geográfico que separa ambos países. Esta dualidad permite dar continuidad a la interpretación en clave alegórica de la novela: podemos sostener que, en el plano literal, la joven atraviesa el Río Bravo y, en el simbólico, el río Apanohuayán.
Un elemento destacado de este capítulo es la introducción de Chucho. En el plano literal, este hombre es un pollero o coyote, es decir, un guía que se encarga de transportar migrantes, de manera ilegal, de un lado al otro de la frontera. Pero, a su vez, esta figura es muy productiva para leer un poderoso entrecruzamiento de mitologías, tal como señala la crítica Tatiana Calderón Le Joliff (2017). En primer lugar, Chucho se relaciona con la figura de Xólotl, el dios mexica del atardecer y del inframundo, encargado de guiar a los muertos hacia el Mictlán. Este dios es representado como un esqueleto con cabeza de perro y, significativamente, 'chucho' es un término del español mexicano coloquial que significa 'perro'. En segundo lugar, Herrera suma referencias bíblicas al relato, ya que Chucho es, también, un apodo frecuente en México para las personas llamadas 'Jesús'. En este sentido, se lo puede concebir como una divinidad protectora para la protagonista. En tercer lugar, se establece un diálogo con la mitología griega, ya que el viaje de Makina tiene elementos propios del camino del héroe (en este caso, de una heroína): se aleja de su tierra natal, enfrenta y supera pruebas y, finalmente, crece o se transforma. Así, la figura de Chucho también se asemeja a la de Caronte, el barquero del Hades, encargado de dirigir a los muertos al inframundo. Cabe resaltar, en ese sentido, que Chucho conduce una especie de embarcación improvisada y lleva a la protagonista en una gran llanta, remando para desplazarse.
Por último, resulta importante observar que, en este capítulo, la narración comienza a desarrollarse en un plano fantástico u onírico. En el autobús, por la noche, Makina se queda dormida y, al despertar, tiene la "impresión de haber soñado con ciudades perdidas: literalmente: ciudades perdidas dentro de otras ciudades perdidas, deambulando todas sobre una superficie impenetrable" (23). Esta imagen de ciudades superpuestas remite a los diferentes niveles del camino al Mictlán, espacios que se ubican uno debajo del otro. Además, la novela ya pone de manifiesto que el plano de los sueños forma parte de la narrativa. Por otra parte, hacia el final del capítulo, cuando Makina y Chucho tienen dificultades para atravesar el río que se agita demasiado, ella siente como si unos monstruos acuáticos invisibles quisieran tirarla al agua. Estos seres inmateriales parecen pertenecer al plano fantástico. A través de estos elementos oníricos y fantásticos, la novela potencia su dualidad y ambigüedad; todo parece ocurrir al mismo tiempo en la realidad terreral y en otra dimensión, en una suerte de más allá.