Señales que precederán al fin del mundo

Señales que precederán al fin del mundo Resumen y Análisis Capítulos 8-9

Resumen

Capítulo 8: La serpiente que aguarda

Makina sale del cuartel, un policía le grita con violencia y la obliga a arrodillarse junto a unos seis hombres en un terreno baldío y lleno de agua negra. Todos estos hombres son o parecen paisanos, es decir, mexicanos, como ella. El policía les grita, los acusa de querer vivir en Estados Unidos sin hacer esfuerzos, y les dice que para todo lo que pretendan hacer a partir de ahora deben ponerse en fila y pedir permiso. La protagonista ve que el hombre tiene la mano sobre la funda de la pistola.

El policía le saca a uno de los arrodillados un libro de las manos. Es un libro de poemas. De inmediato lo ridiculiza y le dice que, si es escritor, debe escribir: "Pon los ojos en el papel y escribe por qué tú crees que estás en la mierda, por qué crees que tu culo está en las manos de este oficial patriota. ¿O no sabes qué has hecho mal? Sí lo sabes. Escribe" (67). El hombre no logra escribir, entonces Makina agarra el papel y el lápiz y escribe diez líneas sin detenerse, sin pensar demasiado en las palabras. Al terminar, el policía toma la hoja y lee en voz alta: "Nosotros somos los culpables de esta destrucción..." (67). El texto continúa describiendo ese "nosotros" como el conjunto de los migrantes cuyas vidas son precarizadas y criminalizadas en Estados Unidos. Hacia el final del texto, el policía lee casi sin voz y, cuando termina, parece haber perdido el interés en los arrodillados. Pronto se retira y los deja libres. Makina se levanta y se va andando de frente al sol.

Capítulo 9: El sitio de obsidiana, donde no hay ventanas, ni orificios para el humo

Makina no puede detenerse, pero no sabe cómo regresar a casa. Atraviesa un parque mientras escucha el sonido de sus pisadas, que dejan huellas sobre la tierra. Sigue avanzando y, de pronto, escucha que alguien le habla en español. Es Chucho, que le sonríe. Es el mismo hombre, pero se ve muy diferente. Makina le sonríe también, pero ya no siente ninguna emoción. El hombre le dice que ha estado pendiente de ella, que su tarea es encargarse de ella. La protagonista le dice que no entiende ese lugar, y él responde que no debe preocuparse, que los locales tampoco lo comprenden. También le asegura que ya está sucediendo un cambio, pero no explica cuál.

Chucho lleva a Makina por un laberinto de pequeñas calles, y luego a través de una puertita detrás de la cual no se ve nada. Al entrar, ella percibe que el aire del lugar es frío, pero su cuerpo no se enfría. Ve una escalera caracol, comienza a bajar y Chucho ya no la acompaña. Sigue descendiendo hasta que llega a otra puerta atendida por una mujer vieja, guapa y arreglada. Sobre la puerta, un cartel lleva la palabra "Jarcha". Makina intenta recordar cómo se dice esa palabra en los idiomas que conoce, pero no lo logra.

Ambas mujeres fuman y luego la muchacha atraviesa la puerta. Allí hay mucha gente. Todos están tranquilos y fuman. A pesar de que allí no corre el aire, no hay mal olor. Makina siente que "Algo va a pasar, algo va a pasar" (71). De pronto, nota que en el lugar no hay música ni conversaciones, apenas el sonido de agua corriendo. Recuerda que hace mucho tiempo no se baña, pero no está sucia ni huele mal. No huele a nada.

Un hombre alto y delgado se acerca a ella, le entrega un legajo y le dice que está todo arreglado. Dentro de la carpeta hay una foto que la retrata, pero lleva otro nombre, otro lugar de nacimiento, nuevos números de identificación, un nuevo oficio, un nuevo hogar. Se dice a sí misma: "Me han desollado" (72).

Makina levanta la mirada; el hombre alto ya no está allí. Sufre un breve ataque de pánico, porque ya no tiene noción del tiempo y está abrumada, pero tras un instante se siente liviana. Ya no tiene incertidumbre ni culpa. Recuerda a su gente, su pueblo, la Ciudadcita y el Gran Chilango. Entiende que eso que está ocurriendo no es una catástrofe y se dice a sí misma: "Estoy lista". En ese preciso instante, "todas las cosas del mundo quedaron en silencio" (72).

Análisis

Una vez que han perdido el corazón, los muertos llegan al Apanohualóyan, el lugar donde se deben cruzar las aguas, y caen en un río llamado Apanuiayo, una fosa de aguas negras sumida en las tinieblas. Allí vive el dios Xochitónal, cuya figura tiene forma de reptil: algunos lo describen como caimán; otros, como lagartija gigante. En ese río, el muerto debe luchar contra Xochitónal y vencerlo para poder acceder a la novena región, donde está la pareja de dioses patrones del Mictlán.

En el capítulo 8, un policía detiene y humilla a Makina y a otros migrantes en un terreno baldío lleno de agua negra. Esa descripción del espacio establece una primera conexión con las características aguas del Apanuiayo, que también son oscuras. Además, es posible pensar identificar un paralelismo entre el policía y Xochitónal. De todos modos, en este caso la referencia gana cierta libertad, ya que en Señales que precederán al fin del mundo el policía no es presentado como caimán o lagartija, sino como serpiente, otro tipo de reptil. Esta asociación entre el oficial y el animal se puede establecer gracias al título de este capítulo, "La serpiente que aguarda". Si, en el mito, Xochitónal espera a los muertos en las aguas del río, en el plano literal de la novela, este policía parece esperar a que Makina salga de la base militar para atacarla en el terreno baldío.

Como en el mito, Makina debe enfrentarse al policía. Su herramienta es la escritura, y el texto que produce es uno de los fragmentos más poderosos de la novela. En él, la protagonista define un nosotros colectivo, reconociéndose parte del grupo de los migrantes. Comienza afirmando: "Nosotros somos los culpables de esta destrucción, los que no hablamos su lengua ni sabemos estar en silencio" (67), y concluye con una serie de adjetivos calificativos: "Nosotros los oscuros, los chaparros, los grasientos, los mustios, los obesos, los anémicos. Nosotros, los bárbaros" (68). Cada una de las frases retoma la perspectiva racista, xenófoba y clasista de los estadounidenses a la hora de definir a los migrantes. Pero, al mismo tiempo, se denuncia toda la violencia de esa perspectiva. Makina reproduce los estereotipos que denigran la vida, el cuerpo y la identidad de los migrantes, relegándolos a la marginalidad, la criminalidad, la explotación y la muerte. Al usar el término "bárbaros" remite a la etimología de esta palabra, que denota a los migrantes como extranjeros sin derechos que perturban el orden de la civilización. Esta escritura es el modo perfecto de vencer al policía: por un lado, la protagonista le dice lo que él quiere escuchar, es decir, que los migrantes acumulan una serie de características negativas; por el otro, y en el mismo gesto, exhibe que definir a las personas en esos términos es violento e inhumano. La estrategia de Makina es exitosa, y tanto ella como los otros arrodillados quedan libres.

De ese modo, la protagonista supera la octava prueba y, para entrar en la novena región, vuelve a recibir ayuda de Chucho. Aunque esta aparición es inesperada para ella, Chucho le asegura que siempre la ha acompañado: "No he dejado de estar pendiente de usté, sé donde ha andado y lo duras que se las ha visto" (70). De inmediato, le indica que lo siga. Así, este personaje completa su función como psicopompo. Los psicopompos son figuras que funcionan como guías de los muertos hacia el más allá, y aparecen de diversas maneras en distintas mitologías y religiones. A veces son representados como humanos; otras, como animales, y otras, como deidades. Como se ha mencionado, Chucho es un personaje que conjuga tres tradiciones míticas. Remite a Xólotl, dios del atardecer y del inframundo que en la cultura mexica tiene cuerpo de hombre y cabeza de perro; a la figura cristiana de Jesús, y al personaje griego de Creonte. En el capítulo 9, Chucho lleva a Makina hasta su destino final.

La última región del descenso al Mictlán es el Chicnahualóyan, el lugar de la muerte por obsidiana y del tempo que humea con agua, un espacio colmado por una niebla gris que tiene por objeto enceguecer a los muertos para desorientarlos y que se pierdan. Los lugares descritos en el capítulo 9, titulado "El sitio de la obsidiana, donde no hay ventanas ni orificios para el humo", coinciden con tal espacialidad. Primero, Makina se desplaza sin entender cuál es su camino, y luego Chucho la guía por un conjunto laberíntico de callecitas, enfatizando el efecto de confusión espacial y de extravío que provoca esta zona. A continuación, la muchacha desciende una escalera caracol larga y sinuosa, por lo que la novela nos recuerda que el Mictlán está ubicado en el inframundo, debajo de la tierra. Allí accede a un espacio donde todos fuman y se escucha apenas un sonido semejante al correr de los ríos, lo cual remite al humo y al agua propios del espacio mitológico.

En el desenlace de la historia se completa la transformación de la protagonista, que también puede ser entendida como su muerte. A lo largo de los capítulos finales, se demuestra cada vez más que su espíritu está descarnado, que ya no tiene un cuerpo, dado que Makina va dejando de tener sensaciones y emociones: no siente frío, no está sucia ni huele mal, deja de aferrarse a su piel, se libera del miedo y de la culpa, y pierde noción del tiempo. Ella misma declara: "Me han desollado" (72), lo que significa que le han quitado su piel y su cuerpo.

Siguiendo la clave alegórica y dual de toda la obra, esta secuencia final puede entenderse de dos maneras en simultáneo. Por un lado, acompañando el mito mexica, podemos pensar que Makina ha muerto, y que su espíritu ha llegado, por fin, a la región final del Mictlán, donde puede descansar eternamente. Por el otro, y al mismo tiempo, es posible entender que aquí culmina su transformación identitaria por haber cruzado la frontera. Como migrante en Estados Unidos, Makina es otra, es decir, el mundo tal como lo ha conocido hasta entonces no existe más; todas sus cosas han quedado en silencio. Es por ello que recibe un legajo con nuevos datos de identificación, como si fueran nuevos documentos que le sirven para continuar su vida del otro lado de la frontera.

El encuentro de ambas interpretaciones en este final ilumina el significado que cobra el título de la novela. El "fin del mundo" narrado aquí no es un apocalipsis, tal como la joven comprende al notar que eso que le está por ocurrir no es "un cataclismo" (72), es decir, una catástrofe. Por el contrario, se trata del fin, tanto literal como alegórico, de su existencia anterior. En ese sentido, el viaje narrado en Señales que precederán al fin del mundo puede entenderse como un camino del héroe (en este caso, de la heroína): la protagonista se aleja de su tierra natal, enfrenta y supera pruebas y, finalmente, se transforma. Como alegoría, la gran potencia de la obra de Yuri Herrera radica en su dualidad constante, que permite entender la narración siempre en dos niveles superpuestos y simultáneos: el camino de heroína de Makina es, al mismo tiempo, el cruce de la frontera entre México y Estados Unidos, y el cruce de la frontera que divide el mundo de los vivos del mundo de los muertos.