Resumen
Escena II
La escena II continúa la temporalidad de la primera, pero en el estudio de la casa de Jerry, donde Robert se hace presente. Jerry le agradece a Robert por la visita y los dos se embarcan en una conversación incómoda. Robert rechaza la oferta de Jerry de sentarse. Lo nota incómodo y demacrado, por lo que le pregunta si el motivo por el cual lo llamó se vincula a la aventura que su amigo tuvo con Emma. Jerry intenta explicarse, pero se enreda en sus propias palabras y parece más arrepentido de que Emma le haya contado que de haber traicionado a su amigo. Finalmente, le pide disculpas de modo torpe:
JERRY: No sé por qué te lo contó. No sé cómo pudo contártelo. La verdad que no lo entiendo. Escuchá, ya sé que ustedes tienen… mirá, la vi hoy… tomamos algo… no la veo desde hace… me contó, en fin, que ustedes tienen problemas, ustedes dos… etcétera. Estoy al tanto. Es decir, lo siento mucho.
ROBERT: No lo sientas tanto.
(81)
Tras ello, Robert le explica que sabe de su aventura hace cuatro años, cuando Emma se lo dijo. Jerry se queda atónito ante esta revelación y trata de averiguar exactamente cuándo se enteró Robert de la aventura. También expresa su arrepentimiento y le pregunta por qué nunca le contó a su mujer, Judith. Ante ello, Robert es tajante: "Parece que no estás entendiendo que todo esto me importa tres carajos. Es verdad que le pegué a Emma una o dos veces. Pero no fue por defender ningún principio. No me dejé llevar por ningún tipo de postura moral. Nada más tuve ganas de darle una buena paliza. Ese gustito… vos me entenderás" (83).
Tras ello, los hombres empiezan a hablar mal de Casey, a través del cual ambos se están enriqueciendo, ya que Jerry es su agente y Robert, su editor literario. Los hombres coinciden en que se ve más gordo y que su obra se viene abajo, a pesar de vender más que nunca. Finalmente, conversan sobre sus próximas vacaciones.
Escena III
Dos años antes, en el invierno de 1975, Emma y Jerry conversan seriamente en el apartamento que alquilaron para tener su aventura. Emma se pregunta cuándo fue la última vez que estuvieron ahí. Jerry sostiene que fue en verano, pero ella le recuerda que el encuentro tuvo lugar a comienzos del último septiembre, y que hacía mucho frío.
La conversación gira en torno a por qué ya no se ven. Se preguntan si es por sus obligaciones, pero coinciden en que antes encontraban el tiempo para verse de todos modos. Emma bromea cínicamente acerca del mobiliario y la decoración que pusieron para hacer del departamento un hogar:
EMMA: Esto es nomás… un hogar vacío.
JERRY: No es un hogar.
(Pausa).
JERRY: Ya sé… Ya sé lo que querías… pero no podía nunca… ser un hogar de verdad. Vos tenés un hogar. Yo tengo un hogar. Con cortinas, etcétera. Y chicos. Dos chicos en dos hogares. Acá no hay chicos, así que no es el mismo tipo de hogar (91, 92).
Emma lo corrige: nunca pensó en el apartamento como ese tipo de hogar, sino como uno distinto, y le pregunta qué fue para él. Jerry afirma que solo lo veía como un apartamento, no para acostarse, sino para el amor. Ambos coinciden con amargura en que ya no queda mucho de eso. Finalmente, deciden devolverlo y vender todo el mobiliario. Emma le pide a Jerry que se encargue de todo. Intenta sacar la llave de llavero para dársela, pero no lo consigue y se lo arroja para que lo haga él. Jerry lo hace y le devuelve el manojo. Emma afirma que están tomando la decisión correcta y se marcha.
Análisis
Si en la primera escena nos enteramos de la primera traición de la obra, la aventura de Jerry y Emma, en la segunda presenciamos la torpe confesión de Jerry a Robert, su amigo y el esposo de Emma. Ahora bien, fiel al estilo de Pinter, la reacción de Robert ante esta confesión desafía todas las expectativas. De hecho, lejos de enfurecerse, o sentirse herido o decepcionado, lo vemos indiferente. Le sugiere a su amigo: “No lo sientas tanto” (81) y, más aún, en una curiosa inversión de roles, termina consolando a Jerry y librándolo de toda culpa.
Esto presenta una característica fundamental del personaje. Más que ningún otro, Robert parece completamente incapaz de expresar con precisión u honestidad cualquier tipo de sentimiento. Robert es un hombre modelo en varios sentidos asentados tradicionalmente en la cultura patriarcal: es masculino, profesional, proveedor, mujeriego, racional, incapaz de expresar sus sentimientos y violento, sobre todo con su esposa. Además, lo único que parece importarle realmente es el squash, un deporte que juega con sus amigos.
Sin embargo, la centralidad que tiene el squash en la vida social de Robert nos da una pista de sus sentimientos acerca de la amistad y hacia la traición de Jerry: cuando este último le pregunta por qué no dijo nada al enterarse de su traición, y cómo puede ser que durante tanto tiempo hayan seguido siendo amigos, Robert responde: “Pero a jugar squash no fuimos más” (83). El squash es, para Robert, una actividad típicamente masculina, que se realiza entre amigos. El hecho de no jugarlo más con Jerry es una forma atenuada de decir que ya no los une la amistad.
Por otro lado, en esta escena nos encontramos con una fuerte confesión de Robert, mencionada casi al pasar: "Parece que no estás entendiendo que todo esto me importa tres carajos. Es verdad que le pegué a Emma una o dos veces. Pero no fue por defender ningún principio. No me dejé llevar por ningún tipo de postura moral. Nada más tuve ganas de darle una buena paliza. Ese gustito… vos me entenderás" (83). En este punto, la obra evidencia que ninguno de los protagonistas se salva de ser despreciable. De hecho, Robert, que en un principio parecía presentarse como una víctima de la traición, un personaje digno de conmiseración, se termina figurando como el más despreciable de todos.
La escena siguiente nos hace retroceder por primera vez en el tiempo. Dos años antes de la situación en el bar, somos testigos del final de la aventura entre Jerry y Emma. Nuevamente, los personajes tienen un comportamiento un tanto opaco, de difícil interpretación, por lo que cuesta identificar sus sentimientos acerca de la ruptura. Durante la charla, Jerry y Emma comienzan a hablar del apartamento que comparten y llegan a la conclusión de que, a pesar del cariño, su relación estaba destinada al fracaso. Como es usual en Pinter, los personajes parecen comunicar más por lo que no dicen que por lo que intentan, en vano, decir. De este modo, las conversaciones dan lugar a distintas elucubraciones por partes de los espectadores y lectores, quienes nos vemos en la tarea de llenar los huecos de información que se producen entre los diálogos, así como interpretar las emociones en los parlamentos de los personajes. Por ejemplo, cuando Emma sugiere que ya no hay amor entre ellos, Jerry responde: “Yo no creo que no nos amemos” (92). De este modo, en lugar de decirle que aún la ama, lo comunica con una doble negación. Esto habla de una incapacidad de los personajes para comprenderse a sí mismos; una dificultad que es, en definitiva, lo que los lleva a la frustración en sus relaciones interpersonales.
Algo similar sucede con Emma. Después de llegar a un acuerdo para vender los muebles y renunciar al contrato de alquiler del apartamento, intenta sacar la llave de su llavero para que Jerry pueda devolvérsela al propietario. Sin embargo, no lo consigue y, frustrada, le arroja el manojo a Jerry. Cuando él se lo devuelve, ella responde: “Creo que tomamos exactamente la decisión que había que tomar” (94). De este modo, niega, con una excesiva racionalidad, los sentimientos que exhibe con el violento gesto de lanzar el llavero. Cabe mencionar que la llave funciona como un símbolo del vínculo que tenían los amantes, ya que proporcionaba acceso a la vida que compartían juntos: el apartamento. Al devolver la llave, Emma le pone fin literal y simbólicamente a su relación.