La traición
Como es de esperar, el título de esta obra caracteriza de lleno su tema más importante. En realidad, bien podría titularse “Traiciones”, en plural, dada la gran cantidad de engaños, deslealtades e infidelidades que vemos desplegarse a lo largo de la historia. En casi todas las escenas, los personajes ejercen algún tipo de traición o mentira, o se enfrentan a una. Por mencionar las más evidentes, Robert descubre que Jerry y Emma tienen una aventura; Jerry, que Emma le mintió acerca del momento en el cual Robert se enteró de su infidelidad, y Robert admite haberle sido infiel a ella durante años. La mentira y el adulterio son las prácticas más comunes a través de las cuales los personajes ejercen la traición, al punto en que seguir la pista de las mentiras que se cuentan mutuamente se transforma en un verdadero desafío. Ningún personaje se salva de esta caracterización: justo cuando uno llega a sentir simpatía por alguno en particular, se revela rápidamente que este también ha traicionado, de algún modo, a otro.
La incomunicación
Es indudable que la dramaturgia de Pinter ofrece una perspectiva profundamente negativa y pesimista de las relaciones interpersonales. En sus obras, la incomunicación, lo no dicho, la contradicción y la falta de entendimiento entre los personajes ocupan un lugar central. Uno de los modos fundamentales a través de los cuales se despliega este tópico es, simplemente, el silencio. Es común que, en medio de discusiones y conversaciones cruciales, difíciles, se produzcan silencios cargados de sentido, que refuerzan la tensión, incluso más que si los personajes comunicaran directamente sus sentimientos. Estos momentos se introducen con las didascalias “Pausa”, “Silencio”, además de puntos suspensivos. A tal punto son estos silencios una característica del autor, que la crítica ha tendido a denominar “las pausas de Pinter” al procedimiento. En suma, Pinter dramatiza de este modo la dificultad humana para la expresión, así como cierta existencia paradójica del lenguaje que, aunque nos permite comunicarnos, muchas veces se revela insuficiente para ello.
El paso del tiempo y la memoria
Pinter fue un autor que le prestaba mucha atención a la estructura de sus obras, al carácter significante de la forma más allá del desarrollo argumental de la historia. Una de las características más celebradas de Traición es, por ejemplo, su organización temporal inversa. Al comenzar su obra en un momento previo a la ruptura de los amantes, en la primavera de 1977, y hacerla retroceder, con el avance de las escenas, hasta el invierno de 1968, cuando comenzaron con su adulterio, Pinter renuncia a un elemento crucial a la hora de producir tensión en los lectores y espectadores: la resolución del romance. Sin embargo, gana con ello una reflexión temática sobre el paso del tiempo, sobre la memoria, y también sobre el carácter efímero de la vida y de aquellas cosas que, aunque en un principio parezcan significativas, como el inicio de una aventura amorosa, luego se revelan vanas. Se entiende, dada la centralidad de este tópico, que la crítica haya incluido a Traición dentro del “Teatro de memoria” de Pinter. Se trata de un conjunto de obras producidas por el autor entre fines de los años sesenta y principios de los ochenta, en las que el tema de la memoria, el carácter subjetivo del pasado y el tiempo ocupan un lugar central.
El machismo y la misoginia
En un sentido más básico, Traición ofrece una mirada crítica acerca del matrimonio y el modo en que los hombres conciben y tratan a las mujeres. Es, sobre todo, el personaje de Robert el que mejor encarna la misoginia y el machismo de los hombres. En la cuarta escena, Emma pregunta si puede ir a ver a Robert y Jerry jugar al squash, petición que Robert rechaza con crueldad:
Bueno, para ser completamente honesto, la verdad es que no nos gustaría una mujer dando vueltas por ahí, ¿no, Jerry? (…) La verdad que uno no quiere que una mujer te ande pagando el almuerzo. La verdad que uno no quiere una mujer ni a menos de un kilómetro de ahí, de ninguno de los lugares, en realidad. No la querés en la cancha de squash, no la querés en la ducha, ni en el bar, ni en el restaurante. ¿Me entendés? (100)
Este desprecio, sin embargo, no se queda en lo verbal, sino que llega a alcanzar la violencia física. Por ejemplo, en la segunda escena, Robert admite casualmente haber agredido físicamente a Emma por la única razón de que le apetecía “darle una buena paliza” (83). Más allá de estos ejemplos, los desprecios y maltratos de Robert son constantes, e incluso él parece experimentar cierto placer perverso en hacer sentir mal a su esposa.
Los finales y la transitoriedad
Al concluir la primera escena, Emma dice: “Ya todo se acabó” (78). Aunque esta frase aparece casi al principio de la obra, pone de relieve la atención que Pinter presta a los finales, un interés que él mismo ha confesado en algunas oportunidades: “Me gustan mucho las líneas de bajada del telón, me esfuerzo por hacerlas bien” (1967: 116). En muchos sentidos, Traición es una obra sobre finales: el final de la aventura de Jerry y Emma, el final del matrimonio de Robert y Emma, y el final de la estrecha amistad entre Robert y Jerry. Esta insistencia de la obra en los finales justifica que Pinter haya colocado el final más importante de la obra, el cronológico, el de la relación de los amantes, en la primera escena. De este modo, el lector es plenamente consciente del lugar a donde conduce cada escena. “Yo te adoro. Estoy loco de amor de por vos” (135), le confiesa Jerry a Emma, casi a punto de terminar la obra. Sin embargo, los lectores y espectadores presenciamos esta confesión con el conocimiento del fin de la relación, un contraste que nos recuerda que nada es permanente.
El mercado del arte
Los tres protagonistas de la obra están relacionados con el mundo del arte: Jerry es agente literario, Robert es editor de libros y Emma dirige una galería de arte. Sin embargo, aunque todos ellos están involucrados en el mundo del arte, ninguno es artista; distribuyen y venden obras. De hecho, más que inclinarse genuinamente hacia una obra o artista en particular, suelen adoptar una actitud injuriosa hacia el arte. En particular, tanto Robert como Jerry suelen criticar las novelas de Casey: Jerry dice que “viene medio en picada”, y Robert, que “su arte se está cayendo a pedazos” (86). Al mismo tiempo, ambos se alegran de que su obra “se venda muy bien” (Ídem.), dado que Jerry es su agente literario y Robert publica sus libros. Aquí, Pinter parece establecer un paralelismo entre el comportamiento inmoral de sus personajes y su consideración hacia Casey, extendiendo la hipocresía que caracteriza sus relaciones sentimentales hacia el negocio del arte.
La relación entre la vida y el arte
Vinculado al tópico anterior, la relación entre la vida y el arte se tematiza en varias oportunidades a lo largo de la obra, más que nada a través de la figura de Casey, un escritor que nunca aparece, pero sobre el cual los protagonistas conversan constantemente. Durante la cuarta escena, Emma, Robert y Jerry empiezan a discutir sobre la vida y la obra de Casey. Jerry les cuenta que el escritor ha dejado a su mujer e hijos, y Robert agrega que, ahora está escribiendo "una novela sobre un hombre que deja a su mujer y sus tres chicos y se va a vivir a la otra punta de Londres para escribir una novela sobre un hombre que deja a su mujer y a sus tres chicos…" (93). No sin ironías, esta escena parece sugerir que el arte se nutre de la vida y de la experiencia -cuando no las imita-, tanto si esa experiencia se refleja bien en el artista, como si no. Curiosamente, Pinter mantuvo varias relaciones extramatrimoniales a lo largo de su vida, incluida una durante la época en que escribía Traición, algo que bien retrata la biografía que Michael Billington hizo sobre él.