Resumen
Escena IV
Un año antes, en otoño de 1974, en la sala de estar de Emma y Robert, el matrimonio conversa con Jerry mientras beben un trago. Emma acaba de acostar a sus hijos. Tras un intercambio sin importancia acerca de los bebés, Jerry comenta que ese mismo día tomó el té con Casey, quien ha dejado a su esposa e hijos para mudarse a otro barrio de Londres. Robert agrega que "[a]nda escribiendo una novela sobre un hombre que deja a su mujer y sus tres chicos y se va a vivir a la otra punta de Londres para escribir una novela sobre un hombre que deja a su mujer y a sus tres chicos" (98). Como respuesta, Emma expresa que escribir ficción sobre su vida personal es algo deshonesto.
Tras ello, Robert acusa a Jerry de no ir a jugar squash con él hace mucho tiempo, y comienzan a hacer planes para jugar juntos. Emma pregunta si puede ir a verlos jugar, pero Robert la desprecia con un largo monólogo en el que afirma que lo último que querría en un plan de ese tipo es tener a una mujer cerca. Finalmente, Jerry explica que no podrá ir a jugar la semana siguiente porque debe viajar con Casey a Nueva York, y se retira. Robert lo acompaña hasta la puerta. Cuando regresa junto a Emma, se besan, y luego ella se apoya en su hombro y comienza a llorar. Robert la abraza.
Escena IV
El verano de 1973, en un hotel en Venecia, Robert y Emma planean visitar la isla de Torcello. Emma lee a Spinks, un escritor que descubrió Jerry y que Robert también conoce, porque Jerry le sugirió que lo publicara. Robert comenta que lo rechazó porque sentía que el tema del libro, la traición, ya estaba agotado.
Luego, Robert comenta que el día anterior pasó por American Express, donde descubrió que Emma estaba esperando una carta. Ella confirma que la retiró esa noche. Robert comienza a divagar acerca de las diferencias entre el servicio del correo en Inglaterra con el de Venecia, donde son más indiscretos.
Eventualmente, Emma le dice que la carta era de Jerry, y Robert comienza a preguntarle sobre su contenido mientras Emma se pone más y más nerviosa. Finalmente, le confiesa que está teniendo una aventura con Jerry. Robert le responde de un modo extraño, sin perder el dominio de sus emociones: “Ah. Sí. Me imaginé que había algo de eso, algo de eso en esas líneas” (108), e indaga con frialdad acerca de la aventura. Luego, comenta: “Siempre me gustó Jerry. Para ser franco, siempre me gustó más que vos. A lo mejor yo mismo tendría que haber tenido un affair con él” (109). Finalmente, le pregunta si sigue con ganas de viajar a Torcello.
Análisis
Las escenas IV y V nos ofrecen un panorama general de la cotidianeidad doméstica de Robert y Emma. Al comienzo de la escena V, vemos a Robert y Jerry charlando y bebiendo mientras Emma acuesta a los niños. Como ya señalamos en análisis anteriores, las dinámicas de género se encuentran muy asentadas en esta historia, algo que no es exclusivo de Traición, sino que es un elemento reiterado en el total de las obras de Pinter, quien era muy crítico de la clase media y alta intelectual de la sociedad británica.
Así, no debería sorprendernos ver a Emma realizando las tareas domésticas de la casa mientras Robert y Jerry se dedican a beber y conversar sobre negocios, arte y deportes. De hecho, la propia Emma tiene tan internalizada esta lógica que la considera constitutiva de su idea de lo que es un hogar. Como vimos en análisis anteriores, llega al punto de trasladarla al departamento que alquiló junto a Jerry para tener su aventura amorosa.
Por su parte, Robert no solo parece tener puntos de vista conservadores sobre el rol de la mujer en la sociedad, sino que se muestra directamente machista y misógino. El largo monólogo que profiere en la escena IV, cuando Emma pregunta si puede ir a verlos jugar al squash, es más que ilustrativo en este sentido:
Bueno, para ser completamente honesto, la verdad es que no nos gustaría una mujer dando vueltas por ahí, ¿no, Jerry? O sea, un partido de squash no es sólo un partido de squash, es bastante más que eso. ¿Se entiende? Primero está el partido. Y después está la ducha. Y después está la cervecita. Y después está el almuerzo. Después de todo, uno se la estuvo jugando entera. Uno tuvo su batalla. Lo que uno quiere es su cervecita y su almuerzo. La verdad que uno no quiere que una mujer te ande pagando el almuerzo. La verdad que uno no quiere una mujer ni a menos de un kilómetro de ahí, de ninguno de los lugares, en realidad. No la querés en la cancha de squash, no la querés en la ducha, ni en el bar, ni en el restaurante. ¿Me entendés? En el almuerzo querés hablar de squash, o de cricket, o de libros, o incluso de mujeres, con tu amigo, y poder adentrarse en el fragor del tema sin temor a ser interrumpido inoportunamente. De eso se trata. ¿Vos qué decís, Jerry? (100)
Ciertamente, uno podría preguntarse si esta actitud de Robert hacia su esposa esconde el resentimiento de saberse engañado, algo que en una primera instancia no sería evidente, puesto que los lectores y espectadores vemos recién en la escena siguiente que Robert se entera de la infidelidad. Ahora bien, más allá de su resentimiento, la incapacidad de Robert para comunicarse en forma clara, y el hecho de que no exprese el mismo tipo de desprecio para con Jerry, impide ser concluyentes a la hora de explicar la totalidad de su maltrato a Emma como una reacción hacia su infidelidad.
La escena siguiente es, quizá, una de las más cargadas de tensión de toda la obra. El comportamiento de Robert vuelve a ser, en el hotel de Venecia, completamente impredecible. Desde una perspectiva psicoanalítica, se podría decir que Robert presenta rasgos que rozan la psicopatía. Resulta evidente que adivina la infidelidad de su esposa desde el momento mismo en que se entera de la carta, y dirige la confesión de Emma con una frialdad meticulosa y desapasionada. En principio, habla con su esposa acerca de Spinks, la invita a conversar sobre el autor con Jerry y confunde la temática de su obra al decir que trata sobre la traición (103). Luego, divaga acerca de la mala atención de los empleados de American Express, quienes le entregaron la carta de Jerry a pesar de no estar dirigida a él:
Me preguntaron si éramos parientes y les dije que sí. Entonces me preguntaron si no te la quería traer (…). En Inglaterra jamás hubiera pasado. Pero estos italianos... tan liberales, tan simples. O sea, sólo porque mi nombre es Downs y tu nombre es Downs no significa que seamos el señor y la señora Downs que ellos, a su jocosa manera mediterránea, asumen que somos. (104, 105)
Tras ello, la interroga acerca del contenido de la carta hasta que Emma, vencida por los nervios, confiesa, y finalmente, una vez informado de la infidelidad, le responde con total despreocupación: “Ah. Sí. Me imaginé que había algo de eso, algo de eso en esas líneas” (108). Durante el interrogatorio, incluso, simula preocuparse por ella cuando la ve temblar de ansiedad: “Estás temblando. ¿Tenés frío?” (106).
Ahora bien, Robert no se contenta con saber la verdad, sino que sigue interrogando a su esposa para saber dónde, cuándo y hace cuánto tiempo se encontraban los amantes, así como para conocer el grado de cariño que se profesaban, entre otros detalles. Al final del interrogatorio, hace un comentario de difícil interpretación: “Siempre me gustó Jerry. Para ser franco, siempre me gustó más que vos. A lo mejor yo mismo tendría que haber tenido un affair con él” (109). No es del todo claro cómo debe interpretarse este comentario: si se trata de un chiste, de una nueva forma de despreciar a Emma, de un modo extraño de poner en valor su amistad con Jerry, o de una suerte de confesión romántica hacia él. Lo más probable, sin embargo, es que se trate de la misma actitud misógina hacia su esposa que exhibe a lo largo de toda la obra. En otras palabras, expresa su aprecio por Jerry porque no puede culpar a otro hombre de la situación. Al decir que le gusta más Jerry que su esposa, la desprecia al tiempo en que lo elogia a él.