“A mí me costaba sacar las palabras del cuerpo como de un instrumento de fuelles rotos” (“Nadie encendía las lámparas”, p.129) (Símil)
El narrador relator de cuentos de “Nadie encendía las lámparas” propone una disociación entre sí mismo y las palabras que pronuncia, diciendo que debe sacarlas de su cuerpo, como si fuera un material tangible y expulsable. Luego recurre a una imagen musical para comparar la dificultad de relatar un cuento con tocar un instrumento roto. De esta manera, Felisberto Hernández acude a un universo de referencia conocido –el universo musical– para realizar una reflexión metaliteraria, en un cuento que se inicia con el acto de contar.
“Yo era acomodador de un teatro; pero fuera de allí lo mismo corría de un lado para otro; parecía un ratón debajo de muebles viejos. Iba a mis lugares preferidos como si entrara en agujeros próximos y encontrara conexiones inesperadas” (“El acomodador”, p.79) (Símiles)
Para describir el modo en que se mueve por los espacios exteriores, el narrador de “El acomodador” se compara a sí mismo con un ratón que se desplaza hacia espacios deseados –los “lugares preferidos”– para sorprenderse con las “conexiones inesperadas” que le ofrece la ciudad. No obstante, podemos pensar que la analogía animal, en este caso, se puede asociar con el estado precario en el que vive, porque su correr de un lado para el otro también se relaciona con lo vertiginoso –y peligroso, para el ratón– del mundo citadino, que eventualmente lo consume, y que lo llevará a buscar refugio en la quietud de los espacios cerrados y oscuros, en el que desarrolla la capacidad de emanar luz de sus ojos.
“Este es un gran romántico; es el Schubert del túnel” (“Menos Julia”, p.161) (Símil)
El amigo de la infancia del narrador en “Menos Julia” compara a Alejandro, su empleado que elige y dispone los objetos del túnel, con el famoso compositor austríaco y, de esta manera, le da un valor artístico a su labor. El símil musical no solo hace de Alejandro un artista y del túnel su arte; también convierte el acto de tocar y adivinar objetos y rostros en el túnel en un consumo estético del amigo de la infancia que, como dueño de la quinta y empleador de Alejandro y las muchachas, es quien ordena y encarga la producción de arte para su disfrute. En este sentido, la comparación establece una relación de poder entre el personaje mecenas y el personaje artista: “este es mi hombre: compone el túnel como una sinfonía” (p.160, resaltado nuestro).
“Y yo me sentía como una botella vacía y chorreada; quería reaccionar, tenía mal humor y ganas de ser malo” (“El cocodrilo”, p. 279) (Símil)
Después de haber hecho una demostración de su método de ventas “consistente en llorar” (p.279), el narrador de “El cocodrilo” siente que ha derramado sus lágrimas hasta quedar como una botella “vacía y chorreada”, imagen de cómo se siente cosificado y utilizado por el gerente y los empleados que se rieron de él mientras lloraba. Esta situación de inferioridad contrasta con el éxito que tiene llorando para vender medias; tal vez por eso tiene el impulso de “ser malo”, lo que en seguida se traduce en su exigencia de que nadie más utilice aquel método que lo convierte en una persona exitosa.
“Entonces tuve la idea de que un inmenso jarrón se había ido llenando silenciosamente y ahora dejaba caer el agua con pequeños ruidos intermitentes” (“La casa inundada”, p.282) (Metáfora)
El narrador de “La casa inundada” elige esta metáfora para describir lo que él siente cuando Margarita empieza a hablar después de una larga espera. No es casual que elija una imagen del movimiento del agua, anticipando el elemento principal de la historia de Margarita, la que aquí se compara con un “inmenso jarrón” que recibe del agua las palabras que necesita para ir “dejando caer” de a poco lo que tiene para decir. En su historia, el agua también es un conductor que puede traer o conducir pensamientos y recuerdos.