Resumen
Un hombre alto llega a su casa al atardecer. Cruza el jardín mientras oye los ruidos de una fábrica contigua hasta entrar en el hall de su casa negra. Allí lo espera su mujer con una sonrisa. El hombre, que se llama Horacio, le da un beso a su mujer y ella, de nombre María, le avisa que ese día los muchachos terminaron las escenas, pero Horacio le pide que no diga más nada.
Horacio se va a descansar a su cuarto con el fin de prepararse para los placeres de la noche. Luego se viste de frac y se reúne con su esposa para cenar. Mientras se sirve un vino de Francia, Horacio piensa en su colección de muñecas, para las que dispuso en un gran salón de la casa tres habitaciones de vidrio. En una de ellas están todas las muñecas, a la espera de ser elegidas para representar escenas en las otras dos vitrinas. Varias personas están a cargo de construir estas escenas: unos están a cargo de escribir las leyendas que explican las situaciones representadas, otros se ocupan de armar la escena, y un pianista ejecuta las piezas de música programadas. Aquella noche se inaugura la segunda exposición.
Ingresa Alex, un criado ruso de barba en punto, y le avisa que Walter, el pianista, ha llegado. Horacio le ordena a Alex que le diga al pianista que empiece a tocar la primera obra del programa y que la repita sin interrupción hasta que él le haga una seña con la luz. Horacio besa a su mujer y luego se dirige a la salita próxima al gran salón. Allí bebe café y fuma, esperando a sentirse aislado para ir a ver a las muñecas. Escucha el ruido de las máquinas de la fábrica y los sonidos del piano y piensa que algunos de los ruidos desean insinuarle algo.
Sin darse cuenta, se levanta y se dirige hacia la primera vitrina. Allí hay una muñeca vestida de novia, acostada en una cama con los ojos abiertos y los brazos extendidos. Horacio imagina si está esperando a un novio que nunca llegará, si es viuda y recuerda el día en que se casó, o si se ha puesto aquel traje con la ilusión de ser novia. Abre un cajón donde está la leyenda, en la que se lee que la novia se ha encerrado minutos antes de casarse con un hombre al que no ama; pensando en el hombre que amó y que ya no existe, la novia se envenena. Horacio siente placer al pensar que él vive y ella, no.
Horacio ingresa en la habitación de vidrio para observar los objetos de cerca. Estando allí, oye el ruido de una puerta que se cierra. Ve el vestido de su mujer atrapado en la puerta de la salita, va a abrirla y un cuerpo se le cae encima. Piensa que es el de María, pero pronto se da cuenta de que es el de Hortensia, la muñeca parecida a su mujer, a la que bautizaron con el segundo nombre de María. Su esposa la puso ahí para darle una sorpresa, algo que suele hacer y que a Horacio le gusta, aunque esta vez disimula que la sorpresa le produjo malestar. Antes de ir a la segunda vitrina, pasa por su escritorio para apuntar en su cuaderno la broma. Allí lee otras sorpresas anteriores, como cuando Horacio fue a abrazar a su mujer al balcón y se encontró con Hortensia, o la vez que halló la muñeca colgada de su ropero vistiendo su frac. Después de hacerle señas a Walter para que cambie a la siguiente pieza del programa, corre la tarima de la segunda vitrina, y le parece que el ruido de las ruedas se asemeja a un trueno lejano. También siente los ruidos de las máquinas con mayor intensidad.
En la segunda escena hay una muñeca sentada en la cabecera de una mesa, con la cabeza levantada y las manos al costado de su plato. Horacio posa su mirada en sus manos y tiene la impresión de que la muñeca mueve la cabeza, pero al mirarla la ve en su posición inicial. Imagina que está encerrada en el presidio de un castillo, busca la leyenda y descubre que es una mujer embarazada que vive en un faro junto al mar, alejada de quienes han criticado sus amores con un marino. Horacio ingresa en la habitación de vidrio y le besa la frente a la muñeca, sintiendo una sensación de frescura agradable. La muñeca empieza a irse para un lado y cae. Horacio sale precipitadamente y le dice a Alex que se acabaron las funciones por ese día, y que al día siguiente les diga a los muchachos que arreglan la escena y acomoden a la muñeca. Al encontrarse con María, piensa que las muñecas que se cayeron y que el ruido de las máquinas y del trueno lejano son presagios de que su esposa morirá.
María no está enferma, pero hace un tiempo que Horacio tiene miedo de quedarse sin ella. Fue entonces cuando se le ocurrió mandar a hacer una muñeca parecida a ella. Horacio tenía una tienda de muñecas que lo hizo enriquecerse. Por las noches, se paseaba en la tienda observando las muñecas, y desde entonces empezó a pensar que las muñecas “estaban llenas de presagios” (p.29). Al principio, Hortensia le causaba antipatía, pero su mujer iba armando relaciones con ella, como una niña entretenida con su muñeca. Un atardecer las encontró juntas leyendo, y Horacio le dijo a su mujer que debía ser un consuelo poder confiar un secreto a una mujer tan silenciosa. Ese comentario hizo enfadar a María. Entonces Horacio llegó a la conclusión de que Hortensia era una de aquellas muñecas que podían transmitir presagios. Al día siguiente, marido y mujer pasearon por el jardín, llevando a Hortensia abrazada. Los vecinos que los observaban se habían hecho la idea de que el matrimonio había dejado morir a una hermana de María para quedarse con su dinero, y creían que la muñeca les hacía recordar su delito.
Desde que Hortensia está en la casa, María está más celosa. Horacio tuvo que abandonar la tienda y dejar de hacer visitas, porque a María le agarraban ataques de celos. Una noche en la que dan una cena, Horacio hace una broma con una de sus invitadas y María se enfada, aunque a la noche se reconcilian. Al día siguiente, Horacio toca a María y la siente fría. Llama a Alex y entra su mujer, que puso a su lado a Hortensia mientras Horacio dormía. Horacio resuelve llamar a Facundo, el fabricante de muñecas, para que busque la manera de que Hortensia tenga calor humano y de que sea más blanda. Facundo le dice que se puede hacer, pero que el calor durará lo que dura el agua caliente en un porrón.
Durante la ausencia de la muñeca, Horacio y María se sienten livianos y alegres cuando salen a pasear juntos. Pero el día en que Facundo se lleva la muñeca, Horacio va a buscar a su mujer y siente un malestar raro al verla sola. Le cuesta admitir “la idea de María sin Hortensia” (p.33) y piensa que, por medio de Hortensia, María ha desarrollado una personalidad original. Después de cenar, Horacio va a observar una de las vitrinas. Allí hay dos muñecas, una morocha y una rubia, disfrazadas de carnaval. Horacio cree que la morocha es Hortensia, pero le quita el antifaz y se da cuenta de que no es ella. Se le ocurre que son dos mujeres que aman al mismo hombre, va a leer la leyenda y descubre que se trata de una historia en la que el novio de la rubia está enamorado de su amiga, la morocha, y la morocha lo ama a él, pero lo disuade de confesarle esto a la rubia. El novio finalmente le revela a la rubia su amor por la morocha, y en aquella escena representada las dos amigas se ven por primera vez sabiendo la verdad. Horacio piensa que esa es la primera vez que adivina una leyenda y, creyendo que es un presagio, se pregunta si está enamorado de Hortensia. Mientras oye el ruido de las máquinas, cree comprender que “las almas sin cuerpo [atrapan] los ruidos que [andan] sueltos por el mundo”, y que “el alma que [habita] el cuerpo de Hortensia se [entiende] con las máquinas” (p.35). Aquella noche llama a Facundo y le pregunta cuándo estará la muñeca; este quiere contarle el procedimiento que está utilizando, pero Horacio lo interrumpe, diciendo que prefiere ignorar los secretos del taller.
Al día siguiente, María lo espera para almorzar junto a Hortensia. Horacio besa la muñeca y piensa que besó a una persona con fiebre. En la cena, se pone a pensar en la transmigración de las almas y en la posibilidad de que esta se produzca entre personas y objetos. Más tarde ve a María con Hortensia y piensa en el vínculo entre una madre y una hija. Horacio le pregunta a María cómo era su madre, y aquella le dice que era muy distinta a ella; era capaz de pasarse horas sentada sin moverse. Esa noche duermen los tres juntos con las piernas entrelazadas.
Horacio y María preparan una fiesta para Hortensia. Horacio quiere presentarla en un triciclo, pero no le dice a María que esto se le ocurre porque vio una película en la que un novio rapta a su novia en este vehículo. El día de la fiesta, las personas allí presentes aplauden y aclaman la presentación de Horacio y Hortensia subidos al triciclo. Los muchachos que arman las escenas le piden a Horacio que les diga qué siente cuando ve las vitrinas, y este les dice que tiene la impresión de robarle el recuerdo a una mujer, como si violara “algo sagrado” (p.40); también siente que le extrae el recuerdo a una persona muerta. Llega María y se lleva a Horacio a la habitación, donde encuentran a Hortensia atravesada por un puñal, largando brotes de agua. María quiere llamar a la policía para que tomen las huellas dactilares del puñal, pero Horacio la disuade y le pide que vaya a atender a los invitados. Cuando se queda solo, Horacio limpia el mango del cuchillo.
Facundo va a buscar la muñeca para arreglarla. Mientras María conversa con Luisa, la amante de Facundo, Horacio le revela a su amigo que él fue quien apuñaló a la muñeca, con el fin de tener una excusa para mandársela de nuevo sin que se sepa el porqué. María quiere saber de qué están hablando Facundo y su esposo, se acerca y llega a escuchar a Horacio decir que sabe de escultores que se han enamorado de sus estatuas, y también llega a oír que los dos dicen la palabra “posible”.
Una tarde María nota que Horacio está raro. Ella cree que él está así porque Hortensia es como la hija de ambos, y se lo dice. Horacio se tortura pensando en el día en que su mujer se entere de que él no tiene por Hortensia el cariño de un padre, sino que quiere hacer de ella su amante. Esa noche, en el salón, ve en una vitrina a una muñeca sentada en el jardín, rodeada de esponjas. La leyenda dice que aquella mujer es una enferma mental, y que se desconoce por qué ama las esponjas. Horacio se fastidia pensando que él les paga a los que escriben las leyendas para que sepan, y luego se le ocurre que las esponjas simbolizan “la necesidad de lavar muchas culpas” (p.45). A la mañana siguiente se despierta con el cuerpo triste, y se levanta sabiendo que los remordimientos volverán por la noche.
María cree que Horacio está triste porque ella no puede tener un hijo de verdad. Traen de vuelta a Hortensia, y María ve que Horacio no se muestra muy cariñoso con ella. Una tarde, María le pone agua caliente a la muñeca y la recuesta al lado de Horacio mientras duerme la siesta. Aquella noche, Horacio mira a María buscando indicios de que su esposa ha descubierto todo.
En la casa hay dos empleadas mellizas; una de ellas se llama María. Hace un tiempo, Horacio se enfadó porque llamó a su mujer y vino la melliza del mismo nombre en su lugar. Entonces María les ordenó a las mellizas que no estuvieran en la planta baja cuando el señor estaba presente. La mañana en la que María descubre todo, sorprende a las mellizas levantándole el camisón a Hortensia en un momento en el que no tienen la orden de ponerle agua caliente ni vestirla. María entra en la habitación, ve la muñeca y luego se va a buscar un cuchillo a la cocina. Vuelve y apuñala múltiples veces a Hortensia, haciendo que salgan varios brotes de agua de su cuerpo. Llorando, arregla unas valijas, le regala algo de ropa a las mellizas y se va.
Análisis
Las Hortensias es un relato sobre un hombre que le tiene miedo a la muerte y que busca conjurar ese medio a través de un objeto: sus muñecas. En esta historia, el tema de los objetos que cobran vida queda representado en la creencia de Horacio, un hombre supersticioso, de que las almas pueden transmigrar a los objetos: “Si hay espíritus que frecuentan las casas vacías, ¿por qué no pueden frecuentar los cuerpos de las muñecas?” (p.35). Las muñecas problematizan la relación entre lo animado y lo inanimado, la vida y la muerte, y también forman parte de otro tema, central a la trama: el tema del doble.
Horacio encarga a Hortensia, una muñeca doble de María, cuando empieza a temer que su esposa muera. Hortensia lleva el segundo nombre de María y fue hecha a imagen y semejanza de ella, mientras comparte con Horacio las primeras letras de su nombre. La duplicación también está en las relaciones que arman estos personajes: Horacio y María son marido y mujer, María y Hortensia tienen un vínculo madre-hija, y Hortensia y Horacio se convertirán en amantes. Además, en la casa hay dos mellizas y una de ellas se llama María. Horacio se enfada cuando esta melliza viene en vez de María, y episodios de confusión similares se repiten varias veces en la nouvelle, especialmente cuando María sorprende a Horacio haciéndole creer que Hortensia es ella, o colocando a Hortensia en lugares inesperados. Horacio disfruta de estas sorpresas, pero empieza a sentir malestar cuando interpreta algunas de estas sorpresas y coincidencias como premoniciones. Esto sucede durante la primera sesión de escenas que presencia el lector, cuando Horacio interpreta las caídas de Hortensia y de una de las muñecas de las vitrinas como un presagio de que María morirá.
En aquella sesión, Horacio también escucha unos ruidos de truenos lejanos y el ruido constante de las máquinas de una fábrica aledaña, y cree que algunos de esos ruidos “deseaban insinuarle algo” (p.22). Aquí, como en otros cuentos de Felisberto, los ruidos representan amenazas externas o lejanas que invaden el ámbito privado, en el que el dueño de casa dispone los momentos de silencio y de sonido, porque él es quien le dice al pianista cuándo debe tocar. En este sentido, a Horacio le gusta observar las escenas de las vitrinas porque allí las muñecas permanecen inmóviles, bajo el control de su ritual nocturno, y le gustan las sorpresas de su esposa en la medida en que forman parte de ese ritual. Pero él no puede controlar el ruido constante de las máquinas, lo que podríamos identificar como motivo de la pérdida de control y como anticipo de su caída en la locura.
Los artistas también están duplicados, porque son varias las personas que están al servicio de Horacio: Facundo, el fabricante de muñecas; los muchachos que arman las escenas; los que componen las leyendas, y Walter, el pianista, que lleva en su nombre (alter ego: otro yo) la idea del doble. Como en “Menos Julia”, los artistas arman un espectáculo para un mecenas que consume sus posesiones como obras de arte. En aquel cuento el espectáculo está hecho para tocar y en Las Hortensias, para observar, aunque en la primera escena ya vemos a Horacio acercarse a tocar las muñecas, y de a poco irá modificando a una de ellas para que emane calor humano y sea más blanda al tacto, hasta transformarla con el fin de poseerla de forma total, en la intimidad del acto sexual.
Hay algo de necrofilia en este deseo de poseer muñecas, porque Horacio las percibe como personas muertas o como objetos donde viven los espíritus de las personas que ya no están. Esto se insinúa en el inicio de la nouvelle, cuando Horacio ve una de las vitrinas en las que se representa a una novia que acaba de fallecer, y el narrador dice que Horacio sintió placer “en darse cuenta de que él vivía y ella no” (p.23); luego, cuando les cuenta a los muchachos lo que siente al observar las escenas, Horacio confiesa que tiene “la ilusión” de extraerle un recuerdo a “un cadáver” (p.40). En esa charla, Horacio dice que, cuando mira una escena, “[le] parece que [descubre] un recuerdo que ha tenido una mujer en un momento importante de su vida” y que se queda con aquel recuerdo con la impresión de “violar algo sagrado” (p.40). En este sentido, aunque el narrador busque escapar a la muerte por medio de sus fantasías fetichistas, lo que sucede en realidad es que estas muñecas terminan por llevarlo hacia la destrucción de la pareja y de sí mismo. Hortensia cambia para siempre el modo en que Horacio ve a María, transformando los recuerdos de su amor: “ahora él no podía admitir la idea de María sin Hortensia […] y él se preguntaba cómo había podido amar a María cuando ella no tenía a Hortensia” (p.33).