Luz y oscuridad (Motivo)
Un motivo recurrente de la literatura de Felisberto Hernández es el de la luz y la oscuridad. A veces la luz y la oscuridad se oponen, como en “Menos Julia”, donde el amigo de la infancia necesita alejarse de la luz y hallarse en plena oscuridad para apreciar los objetos del túnel. Otras veces se complementan, como cuando “El acomodador” puede desarrollar la luz que irradia de sus ojos gracias a la oscuridad nocturna. En “El balcón”, la luz del día contrasta con la luz artificial de la noche, la que prefiere la hija del anciano, mientras que en “Nadie encendía las lámparas”, el motivo de la luz y de la oscuridad determina el tiempo del relato, que empieza con la caída del sol y cierra con la llegada de la noche.
Silencio y ruidos (Motivo)
Los ruidos suelen aparecer en la narrativa de Felisberto como amenazas externas que invaden el espacio de lo íntimo y lo privado, mientras el silencio aparece como algo anhelado que los personajes mecenas o poderosos intentan imponer. En Las Hortensias, por ejemplo, los ruidos de la fábrica son los únicos sonidos que Horacio no puede controlar dentro de un ritual donde él es quien dictamina cuándo suena el piano y cuándo es momento del silencio, y en “El acomodador” es el hombre adinerado, dueño de la casa donde el narrador va a cenar gratis, el que orquesta no el sonido, sino el silencio de sus comensales, estableciendo una relación de dominio sobre estos. El dueño de la quinta en “Menos Julia” también ordena silencio no solo en el túnel, sino también durante la noche, cuando le exige al narrador que no camine en su habitación.
La enfermedad (Motivo)
Dos cuentos de los analizados en esta guía, “El acomodador” y “Menos Julia”, toman el motivo de la enfermedad como forma de aludir misteriosamente a algo que posee a los personajes, o que ellos no pueden controlar. El dueño de la quinta en “Menos Julia” se refiere a su deseo de tocar objetos y rostros en el túnel como un mal del que no quiere curarse, lo que de alguna manera sugiere que su “condición”, en realidad, es algo querido y deseado, si bien en el final se lamenta de no poder renunciar a este deseo para casarse con la persona que ama. Por otro lado, en “El acomodador”, el narrador siente que enferma de silencio, enfermedad que pudo haber contraído en el comedor para extranjeros, donde el hombre adinerado orquestaba el silencio de los comensales. Reconocemos esta enfermedad como paso previo para que el acomodador desarrolle esta capacidad de iluminar que luego utilizará para poseer los objetos y a la hija del hombre adinerado. También podríamos ver las “manías” de Horacio en Las Hortensias dentro del motivo de la enfermedad, en la medida en que el personaje se siente poseído por la necesidad de no verse reflejado en el espejo y de convertir a las muñecas en amantes.
La gallina (Símbolo)
En “Nadie encendía las lámparas” y en “Mi primera maestra”, la gallina es un símbolo de la atracción de los narradores por la sobrina de las viudas y por la maestra, respectivamente. En “Nadie encendía las lámparas”, se establece un juego de seducción entre narrador y sobrina, en el que el narrador aparece como el zorro que quiere atrapar a la mujer-gallina, mientras que en “Mi primera maestra” el niño narrador construye la fantasía de vivir debajo de la pollera gris de su maestra cuando ve a una gallina gris sentada arriba de sus pollitos, lo que se asocia con un deseo maternal que, no obstante, no deja de tener sus connotaciones sexuales.
Velas en budineras (Símbolo)
En “La casa inundada”, el narrador y Margarita realizan un homenaje al agua colocando velas en unas budineras que se van flotando de la habitación de Margarita hacia afuera de la casa. Estas velas en budineras aparecen como símbolos de los recuerdos y pensamientos que, según la creencia de Margarita, viven en el agua, y que ella desea encontrar y descifrar. Es por eso que, cuando el narrador se sube en el bote para alejarse como las budineras, Margarita lo observa como si él le pudiera revelar los secretos del agua.