Cuentos de Felisberto Hernández

Cuentos de Felisberto Hernández Felisberto Hernández y Julio Cortázar

Julio Cortázar fue un gran admirador de Felisberto Hernández y es, en parte, responsable de que la crítica le haya prestado atención y reivindicado su lugar en el canon literario. En una entrevista de Cuadernos Hispanoamericanos, Cortázar sostuvo que le hubiera gustado escribir relatos como “La casa inundada”, “Nadie encendía las lámparas” y Las Hortensias, y en un prólogo a la compilación de Novelas y cuentos de Felisberto Hernández dijo haberse deslumbrado por relatos como “El acomodador” y “Menos Julia”. Estas declaraciones nos invitan a realizar una breve reflexión sobre la influencia del escritor uruguayo en la literatura del escritor argentino.

En la “Carta en mano propia”* que escribió como prólogo a la compilación de la Biblioteca Ayacucho, Cortázar expresa su afinidad por Felisberto de dos maneras. Por un lado, se dirige a él por medio de una segunda persona que connota cercanía, como si los dos hubieran sido íntimos amigos: “Felisberto, tú sabés (no escribiré “tú sabías”; a los dos nos gustó siempre transgredir los tiempos verbales […]), tú sabés que los prólogos a las ediciones de obras completas o antológicas visten casi siempre el traje negro y la corbata de las disertaciones magistrales, y eso nos gusta poquísimo…” (p.9). Por otro lado, se detiene en una coincidencia que, en realidad, no fue tal: el hecho de que Felisberto pasó, en una de sus giras musicales, por Chivilcoy, la ciudad en que vivía Cortázar en 1939, justo cuando él estaba en Buenos Aires: “¿vos te das cuenta, te das realmente cuenta de que estuvimos tan cerca, que a tan pocos días de diferencia yo hubiera estado ahí y te hubiera escuchado?” (p.12).

Cortázar toma este desencuentro como punto de partida para hallar e imaginar otras coincidencias, como la posibilidad de haberse quedado en la misma habitación de un hotel o de haber sido atendidos por el mismo mozo. Estas experiencias compartidas lo llevan a singularizar su vínculo con la literatura de Felisberto: “Ya sé que para admirarte basta leer tus textos, pero si además se los ha vivido paralelamente, si además se ha conocido la vida de provincia, la miseria del fin de mes, el olor de las pensiones, el nivel de los diálogos, la tristeza de las vueltas a la plaza al atardecer, entonces se te conoce y se te admira de otra manera, se te vive y convive…” (p.14). De esta manera, Cortázar se apropia del universo de los cuentos de Felisberto al reconocerlo como el universo de las vivencias propias. Partiendo de esta afinidad declarada, es posible identificar algunas semejanzas, más o menos imprevistas, más o menos intencionadas, entre la literatura de Felisberto Hernández y la de Julio Cortázar.

Notamos, en primer lugar, el interés de Cortázar por las casas como espacios del relato fantástico, como en “Casa tomada” (1946), en el que una presencia misteriosa, oída pero no vista, va tomando posesión de las habitaciones hasta que el yo narrador y su hermana, Irene, se van de la casa. Aquí podemos comparar el cuento de Cortázar con dos de los cuentos analizados en esta guía de publicación anterior: “La casa de Irene” (1939) y “El balcón” (1945). Aunque Cortázar ha dicho en su carta prólogo que conoció la literatura de Felisberto recién en 1947, un año después de haber publicado “Casa tomada”, llaman la atención algunas coincidencias entre este cuento y “La casa de Irene”: ambos relatos transcurren en una casa, solo tienen dos personajes, y los dos personajes de cada cuento son el yo narrador y un personaje de nombre Irene. Asimismo, tanto en “La casa de Irene” como en “El balcón” lo extraño o misterioso tiene que ver con los objetos y las partes de la casa que cobran vida por medio de la interacción con los personajes, algo que podemos asociar con el ruido sordo de muebles que se caen de “Casa tomada”, sonido que lleva a los personajes a irse de su casa, casi como si fueran los objetos en ella –o la propia casa–los que los expulsaran.

Otro cruce posible ente Cortázar y Felisberto es el tema del doble. Un relato como “Lejana” (1951), que trata sobre una mujer adinerada de Buenos Aires que tiene un otro yo pobre en Budapest, y otro como Las Hortensias (1949) dialogan por el modo en que recurren al desdoblamiento como puesta en crisis del sujeto e invitación a lo fantástico. Si bien no es posible hablar, en este caso, de influencia directa –“Lejana” se publicó en 1951, pero fue escrito en 1948, antes de la publicación de Las Hortensias– tal vez Cortázar se inspiró en otros cuentos de Felisberto para el tratamiento del doble, como “La mujer parecida a mí” (1947), en la que un hombre tiene la idea de que es un caballo y se ve parecido a una mujer que lo protege de un dueño cruel.

Por último, en su carta prólogo, Cortázar ofrece otro punto de encuentro en la música, cuando afirma que, de haber estado en Chivilcoy cuando tocó el Terceto Felisberto Hernández, no hubiera faltado a aquel concierto, “como no faltaba a ningún concierto en esa aplastada ciudad” (p.10). Esta afinidad musical nos invita a relacionar el personaje de “El perseguidor” (1959), un saxofonista enfermo obsesionado con el paso del tiempo, con los personajes artistas de Felisberto –como el de “El cocodrilo”–, que experimentan las vicisitudes del músico que el escritor padeció en carne propia. No obstante, sería errado establecer una relación causal o lógica entre el interés musical de los dos autores, sus vivencias y su literatura. En este punto, Felisberto y Cortázar coinciden: “La realidad no tiene nada de lógica, Felisberto, nadie lo supo mejor que vos…” (p.15). En este sentido, la música, al igual que las casas y los desdoblamientos, se presentan como invitaciones a aprehender lo extraño e ilógico de lo real; es aquí donde la influencia de Felisberto en la literatura de Cortázar se hace más evidente.

*Julio Cortázar, prólogo a Novelas y Cuentos; Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1985. Reproducido en: Hernández, Felisberto (2010). Las Hortensias y otros relatos. Buenos Aires: El Cuenco de Plata.

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